¿Derechos o privilegios?
Ingenuamente uno podría llegar a pensar que hemos avanzado, que en América Latina vivimos mejor que antes, poniendo como punto de partida las épocas de conquista, por mencionar un ejemplo. Sin embargo, como sociedad hemos hecho uso de los recursos y de las oportunidades que surgieron en el proceso para crear nuevas formas de opresión y, desgraciadamente, el sistema funciona igual: existen dos bandos, conquistadores y conquistados, opresores y oprimidos.
Lo vemos en las películas, lo leemos en nuestros libros de historia y sentimos tristeza por lo que nuestra gente vivió, por lo que tuvo que suceder para estar donde estamos ahorita, pero la verdad es que todo eso no despareció, sigue aquí muy cerca de todos nosotros porque hubo gente que encontró la forma de conservar esas prácticas para proteger lo que erróneamente consideraban que les pertenencia exclusivamente a ellos; y aún peor, encontraron maneras de legitimarlo e hacerlo invisible.
Aquellos con conciencia histórica, repudiamos y desaprobamos esos tiempos; no obstante, lo seguimos consumiendo, creando y creyendo — de no ser así, los inventores de privilegios no seguirían al mando, la escasez es una realidad y la certidumbre un sueño. Nos relacionamos a base de violencia, nos dividimos por clases y la gente está tan desesperada por pertenecer que las apariencias son parte de nuestro pan de cada día.
Compartimos muchas cosas en América Latina: costumbres, idioma, religión, pero hay una muy específica que en mi opinión nos representa, es parte de nuestra esencia y de la cual considero se habla poco si se toma en cuenta el peso que tiene en la actualidad. Me refiero a la relación entre la distribución de derechos y la posición en la cadena alimenticia que la mayoría conocemos como estructura social. Es simple, aquí y en todo el mundo todos los seres humanos somos sujetos de derecho, entonces me pregunto ¿por qué en América Latina consideramos los derechos un privilegio?
Este año en México el congreso de Nuevo León aprobó la ley de objeción de conciencia la cual permite que el personal médico pueda negar actos y servicios si estos contradicen sus principios éticos o morales, fueron 35 los votos a favor, 5 en contra y solo una abstención. Ciertamente, fueron mayoría, pero esta mayoría es parte de la minoría que permite que un derecho se convierta en un privilegio, la gente continúa usando su poder arbitrariamente para elegir lo que le corresponde a unos y a otros no. ¿Dónde queda el principio de universalidad y el compromiso de los médicos de consagrar su vida al servicio de la humanidad? Una vez más nuestra sociedad se divide entre aquellos con la capacidad de decidir y aquellos con la incapacidad de elegir. La comunidad LGBTI+, los indígenas, migrantes, mujeres que quieran abortar, pacientes con VIH y muchos más sufrirán las consecuencias, pero todos formamos parte de esto porque esta es la América Latina que juntos hemos construido.
Hoy en día, muchas decisiones se toman a base de discriminación, pero los derechos no deberían de estar a la disposición de uso del sistema político de un país, no son una estrategia ni mucho menos un mecanismo de control, son algo necesario e indispensable. Por eso son derechos — y debemos de empezar hablando de ellos como lo que son. No se trata de crear nuevos conceptos, en esto no hay espacio para la imaginación y la creatividad, puesto que eso fue lo que permitió que nuestros gobernantes pudieran sumar y restar, comprar y vender derechos como puntos en juego.
Un juego en el que siempre ganan los mismos.