Discurso de despedida

Omar Velásquez
Vestigium
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4 min readJan 17, 2021

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Hoy se despidió Carol con su discurso, mañana le toca morir.

Vivir en una isla tan pequeña tiene sus ventajas. Hay muy poca oportunidad de estar en contra de la forma en que se vive. Ha de ser lo que les ocurre a las pocas tribus que siguen existiendo, siendo pocos y enseñados a obedecer, nadie disiente de los dirigentes.

Desde pequeños nos enseñan que moriremos a los cincuenta años y nos explican las ventajas que esto tiene. Nunca seremos viejos, moriremos aún con fuerza, no nos tendremos que afanar mucho por el futuro tardío, ni por la incertidumbre de la muerte. Cierto es que a algunos la muerte les alcanza antes, pero son los menos y se las considera verdaderas tragedias, que entre nosotros hay pocas.

Tan trascendente es esto de morir a los cincuenta, que diría que es el eje alrededor del cual se construye nuestra sociedad. Todos sabemos, porque también nos enseñan desde chicos, que una semana antes hemos de abandonar todo y dedicarnos a la gente que nos importa y que un día antes hemos de despedirnos con un discurso que preparamos durante toda nuestra vida: un adiós al mundo. Al día siguiente uno muere. En realidad a uno lo matan, pero acá no se considera así. Uno se presenta a la oficina de decesos a encontrarse con su muerte, solo eso.

Con Carol fuimos felices los veintitrés años que compartimos juntos. Nunca tuvimos hijos, porque lo pospusimos, en medio del disfrute del día a día, hasta que fue tarde para ello. Nos dedicamos al trabajo y a amarnos de maneras simples, pero constantes, que es como el amor persiste con el tiempo.

Ambos éramos conscientes de que ella se iría primero. Aunque los dos entendimos siempre que este es el destino de todos, creo que en el fondo ella se alegraba de irse primero. Es a mí a quien le quedan dos años de ausencia por delante, pero acá no lloramos. Extrañamos y recordamos, pero el dolor se reserva para otras cosas.

No recuerdo bien la edad que tenía cuando empecé a preocuparme por mi discurso de despedida, pero recuerdo el momento. Tomé un cuaderno, el mismo sobre el que ahora escribo y comencé a escribir algunas frases sueltas, sin correlación alguna, mismas que terminaron por ser el punto de partida de mi texto.

Vale aclarar que nunca nadie lo leyó. No está bien visto que alguien sea ayudado con el discurso o que lo comparta. Las ideas, los pensamientos, los porqués y las formas de entender la vida son cosas personales y privadas. Se considera una deshonra no desarrollarlo por uno mismo, así que nadie lo hace. Yo nunca vi el de Carol y nunca le compartí el mío.

Hoy, Carol destruyó mi discurso, al menos lo que llevaba de él. Ya no me gusta. Lo odio. Es tan fatuo, tan vacío, tan pobre en esencia, tan carente de brillo:

“La vida es una colección de tropiezos, unos leves, otros que te hacen caer y parten por dentro, y entonces la vida es cargar acuestas cicatrices y heridas con las que uno aprende a andar.

La vida es dormir y despertar. Soñando en lo profundo de la noche e ilusionándose a la luz del día, aunque los sueños no se cumplan y las ilusiones marchen siempre distantes.

La vida es cada una de las lágrimas derramadas y las sonrisas que son inevitables, porque el dolor es nuestra esencia y nuestra sonrisa la forma de lidiar con ella.

La vida son todos esos momentos de soledad, en los que no queda nada y no hay nadie. En donde nos vemos solo a nosotros mismos, desnudos, encerrados dentro de la grandeza del universo y también aquellos en los que vemos al tiempo partido en instantes y nos reconocemos dueños de él y de la voluntad, aunque esta última sea contraria a todo cuanto acontece a nuestro alrededor.

La vida es la incertidumbre y el miedo por el mañana, ese que se desfigura ante nuestras dudas y nuestra falta de fe en nosotros mismos.
La vida es el desprecio de unos, que pone peso sobre los hombros y el valor que nos dan otros, que nos aligera el respirar.

La vida es la música que no podemos dejar de bailar y el suspiro que no podemos contener.

La vida es esa pequeña pepita de oro que sacamos de entre toda la inmundicia. La vida son los momentos gratos que conseguimos en medio de tanto pesar. La vida no es lo que hacemos de ella, la vida es lo que aprendimos a ver en ella y en ese detalle y en esas pequeñas victorias, radica nuestra grandeza.”

Carol se subió al estrado, se acercó al micrófono y dijo: “Viví bien.” y bajó.

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Omar Velásquez
Vestigium

Las autobiografías me estresan y compartir textos es de las cosas que más disfruto. http://omarvelasquez.blog