Disrupción (VIII)

Borja Morales
Vestigium
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3 min readApr 3, 2018

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La banda está poniendo a punto sus instrumentos. El alboroto de la gente resuena en las paredes con más intensidad de lo habitual y la acústica de la nave no ayuda. Son los nervios. Desde la muerte repentina hace dos semanas de Pelitos, el director de la banda, no habéis ensayado. Y a Tormeloso, sustituto temporal de Pelitos, el puesto de director le viene grande. Cuando te ve, se acerca y pregunta por tu estado de salud. Le respondes que andas mejor, con «ganas de cazar jabalíes». Tormeloso sonríe y antes de irse te ajusta la corbata con dulzura. Ese gesto, que en otra circunstancia hubieses pasado por alto, te resulta revelador y comprendes por qué nunca ha tenido novia.

Con los instrumentos a punto, empezáis a tocar el pasodoble «Morante». Los pasodobles te encantan, pero en esta ocasión un extra de energía te envuelve y las notas fluyen en el solo de saxo, al ritmo que tu temperatura interior aumenta. Al terminar el ensayo, estás sudando y con ganas de comerte la noche en las fiestas del Cristo de la Vera Cruz. Regresas con Miguel a casa para darte una ducha antes de que comience el Pregón. Miguel aprovechará para contarte sus problemas con Clara. Le contestas con monosílabos mientras en tu interior comparas a Clara con Virginia. Te das cuenta de que, pensándolo fríamente, estar con Virginia ha sido algo circunstancial. A ti, siempre te gustó Clara. Ella forma parte de la misma peña que Virginia, «La Picota» y en un rato, después del pregón, os veréis.

Te despides a la altura del bar Sol. Al cruzar la esquina, observas a dos hombres rubios manipulando la puerta de tu casa y tomando notas en un aparato. No parecen de Yepes. Les pegas un grito asustado y se dan la vuelta corriendo. Los persigues pero a las pocas zancadas una punzada en el ombligo te para y escapan. Por suerte, no han conseguido forzar la puerta y te arrepientes de haber comprado un perro tan dócil como Pancho.

No hay nadie en casa. Mamá ha dejado un mensaje: se ha ido con Conchi al desfile previo de damas de honor. Aprovechas para ducharte, de nuevo. Tienes mucho calor y no puedes dejar de pensar en Clara. Desnuda. Te percatas de que solo cuando no hay nadie más en casa te permites ese tipo de pensamientos. Cuando terminas, te sientes relajado y limpio. Te planteas independizarte. Todavía con la toalla en el baño suena el teléfono. No quieres cogerlo, pero cuando al minuto sigue sonando sales al pasillo y respondes con rabia. Es Virginia. Virginia es una buena chica, pero no sabe identificar el estado de ánimo de las personas. Respondes de forma amable y la llevas a una conversación trivial en la que ella se encuentre a gusto. Hace unos días no habrías sido capaz de hacer algo así, ahora te sale de forma natural. Hablas de Conchi y de su ilusión por ese desfile insulso. Virginia relatará, por enésima vez, su maravillosa experiencia de dama cinco años atrás. «El tiempo pasa tan rápido», suspira. Deseas que estuviese en lo cierto y que la llamada terminase ya. Nunca te habías sentido así, es como si estuvieses convirtiéndote en un cabrón. Antes de colgar quedáis en una hora en el bar Ronqui con las peñas. Grasa, fritanga, alcohol y Clara. ¡Es un buen plan!

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Borja Morales
Vestigium

Me gusta la ciencia ficción, los gráficos por ordenador y los videjuegos. ¡Ah, también me gusta escribir! https://www.borjamorales.com