Disrupción (X)

Borja Morales
Vestigium
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2 min readNov 22, 2018

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Despiertas sin resaca, con un recuerdo sencillo que se fragmenta en trizas antes de que lo puedas capturar. Es tarde, por lo que vas directo al encierro de toros sin pasar por la diana. Los llamáis toros, pero en Yepes el presupuesto sólo da para novillos. Eso le tranquiliza un poco a Virginia, a la que nunca le agradaron tus exhibiciones varoniles. Siempre te colocas en la cuesta de Fuente arriba, acompañado de Miguel. Esta mañana, sin embargo, no hay rastro suyo. Clara de nuevo, supones. El chupinazo te trae de vuelta al encierro. Los morlacos avanzan con la pasión propia del macho inmaduro. Los esperas con el capote que te regaló tu abuelo mientras preparas mentalmente los quites. Pero, a un par de metros de ti, los morlacos reculan. Berrean, con la respiración descontrolada. Te fijas en el que parece el líder. Sus cuernos son finos y sus puntas apuntan hacia fuera. Evita tu mirada. Los roles se han invertido y sabes que ninguno de los novillos va a embestir. Amagas un quite y escapan espantados. Te quedas de rodillas, con tu capote, esperando que termine el encierro. Sólo.

Virginia te aprehende y se queja de lo cerca que estuviste de ser corneado. Vais andando al cementerio para la ceremonia anual de honra a los muertos. Procuras no hablar. Ella tampoco, lo cual es extraño. Casi preferirías que lo hiciera para no escuchar el ruido de sus tacones desproporcionados. Incluso en un lugar como el cementerio se transpira la naturaleza jerárquica del ser humano. Nichos con lápidas minúsculas, pequeñas, grandes y, para los pudientes, mausoleos. El féretro de la familia de Virginia es de los humildes, no tiene menciones y apenas es visible en una esquina. Rezas. Te sientes estúpido porque nunca creíste en esas cosas, y aun así te sorprendes aparentando. Cuando Virginia se acerca a la capilla del cementerio, el sacerdote Trillo comunica la noticia del día: La santa reliquia de la sangre de Cristo, un tesoro de la edad media entregada al pueblo de Yepes por el obispado de Tarazona, ha desaparecido. No es la primera vez. En la guerra civil, un trozo de la santa reliquia fue robada y desapareció en una persecución religiosa. Virginia, asustada, se agarra a ti y aprovecha para confesarte entre lágrimas que Clara también ha desaparecido. En cuanto pronuncia el nombre de Clara, una punzada en el ombligo te abate. Virginia te pregunta preocupada que te ocurre. Tienes un terrible presentimiento. La abandonas sin explicaciones y vuelves a casa a toda prisa.

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Borja Morales
Vestigium

Me gusta la ciencia ficción, los gráficos por ordenador y los videjuegos. ¡Ah, también me gusta escribir! https://www.borjamorales.com