El Loco — Parte dos

Xabirené
Vestigium
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2 min readJul 30, 2020

Escuchar la voz de mi padre no deja de ser siempre un muy buen aliciente para comenzar el día, pues, a pesar de que llevo tiempo buscando la manera de cuadrar las cuentas que mi sencillo tren de vida no deja de acumular en la cajita que hace las veces de buzón, aquella, enclavada en una descolorida pero divertida verja entrada en años, esos minutos me alejan de las constantes presiones y del estrés producido por mi falta de tiempo para hacer lo que en verdad me apasiona y, dicho sea de paso, tratar de vivir de ello, llevándome a través de recuerdos, algunos efímeros y otros mejor conservados en el baúl de la memoria, tanto, que parecieran haber ocurrido apenas ayer, sin embargo, mi atención se centra en los primeros, pues no deja de inquietarme el hecho de no ser capaz de evocar momentos que, sin duda alguna, formaron y forman parte importante de mi. Es decir, no recuerdo prácticamente nada de aquellos avioncitos mensajeros, pilotados con maestría por mis padres, portadores de comida y uno que otro menjurje de textura y sabor poco agradable, que aterrizaban alborotando, para bien o para mal, mis papilas gustativas, ni de aquellas tardes explorando la pequeña habitación que hizo de hogar en las primeras etapas de mi vida. Mucho menos recuerdo sus divertidos gestos a la hora de la merienda, lo cual es una verdadera pena, dada la importancia de esos primeros momentos en el desarrollo humano. Si bien es cierto que todo aquello contribuyo para hacerme lo que soy hoy, no dejo de preguntarme acerca del primer olor que percibí, de la primera textura que palpé aquella mañana mientras jugaba, atraído por las sombras de los muebles; de mi primer resbalón y caída, causado por el movimiento, aun desordenado, de mi pequeño cuerpo ¿Cuál habrá sido la primer fruta que ingerí?, ¿me habrá gustado? ¿Y qué hay de la primera vez que toque una pared, una alfombra, un gato o un hielo? Tampoco recuerdo mi primera siesta sobre el fresco del suelo, ni mi reacción al sentir la novedosa consistencia de aquel yogurt con manzana que me introdujo en el mundo de los postres.

¿Quién diría que todo aquello devendría en una taza de café y un pan tostado a medio hacer, ante la urgencia del deber? Sí, ese que ya espera, ansioso, apenas cruzar la puerta. Y hablando de cruzar la puerta, si no apuro me dejará el autobús.

Autor/Xabirené

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