En buenas manos

Leonardo Dzhordanovich Erazmov
Codex Navigans
Published in
3 min readJan 29, 2019
Fuente: x.Alarcon.x

Estados Unidos es mi pastor, nada me faltará.
En lugares de delicadas minas me hará descansar;
junto a pozos de petróleo me pastoreará.
Confortará mi alma; me cubrirá con vendas de justicia
por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de Rusia,
no temeré mal alguno, porque él estará conmigo;
su «vara» y su misil me infundirán aliento.
Ajedrezas piezas delante de mí
en presencia de mis dictadores;
unges mi cabeza con napalm;
mi copa se está derramando.
Ciertamente la libertad y la democracia
me seguirán todos los días de mi vida,
y en la casa de Israel moraré por largos días.
―Salmo 55, Biblia del Diablo

En estos días de sosiego, nada como acogerse a la mística del asunto e invocar la ayuda del Todopoderoso. No hay nada mejor a la hora de comenzar un cambio para derrocar a un dictador que ampararse a la protección de los dioses tutelares de la democracia, la libertad y la soberanía.

Sin duda, esos lujos no los tiene cualquiera. Sin embargo, dice la profecía que cada cierto tiempo (en vísperas de las elecciones presidenciales de Estados Unidos o algún momento clave de su política) habrá un elegido, digno receptor de abundantes gracias salvíficas, que se unirá al coro de los redimidos. Afganistán, Libia, Siria e Irak son algunos de ellos, y, pronto, lo será Venezuela (si los inescrutables apuntes del Altísimo lo dictan así).

Por eso hay un profeta, autoproclamado, que ha prometido liberar al pueblo venezolano del yugo impuesto por El-que-no-debe-ser-nombrado. Y, por ello, hermano, debemos henchir nuestros corazones de gozo, porque, ante todo, Estados Unidos e Israel han reconocido la Causa y, de hecho, la han bendecido para que llegue a buen puerto…

Ahora bien, hermano, poniéndonos serios ya, vale decir que estoy perplejo. Desde luego, es un sentimiento que no tienes por que compartir, pero igual, como no tengo ningún filtro, lo expresaré. Acabo de leer un tuit en donde alguien, lleno de júbilo implícito, anuncia que todo marcha bien porque, entre otras cosas, Estados Unidos e Israel han reconocido a Juan Guaidó como presidente de Venezuela. Vamos, como si estos gobiernos (expertos en intrigas y acciones encubiertas nada honorables) fueran el sello de garantía de toda futura democracia.

La pregunta es: ¿todavía existe quien crea que estos países (especialmente Disneylandia) tienen un interés real de que Venezuela sea una nación próspera y libre? Algo huele mal allí. Además, la letra de esa canción ya es de dominio público. Lo que no entiendo es como, si de verdad queremos cambiar la situación en nombre de Bolívar, invocamos otra vez a Sam, el autoproclamado libertador del mundo, el invasor por antonomasia.

Con todo, valga decir que en el mundo hay muchas más personas que desean ver a una Venezuela auténticamente libre y democrática, sin la marca de la Bestia en el trasero. Ojalá que, estos días de sosiego, lejos de invocar a falsos profetas (como Juanito, el predicador) o a deidades espurias (como ciertas ideologías ambidextras), dejemos que reine el sentido común y el espíritu humano para no seguir el juego de la guerra ni caer en las manos del Ángel Caído.

No hace falta aclarar (y si falta, ya lo estoy haciendo) que solo una lógica retorcida puede concluir que, en la situación actual, si alguien desconoce a Juan Guaidó y apela por la soberanía de Venezuela estará apoyando al gobierno de Nicolás Maduro. ¿Quién les manda hacer pactos con el Diablo? Por otra parte, si se trata de desconocer gobiernos por los motivos que se le imputan a Maduro, lo mejor sería declarar anarquía mundial, comenzando por los de marras. Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado.

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