Escenas encadenadas de un terrible suceso

Estrella Amaranto
Vestigium
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5 min readAug 13, 2019
Hsin-Yao Tseng — «Paisaje urbano» (pintura)

Primera escena

Llegó a la parada de autobuses de aquella enmarañada glorieta de Las Ánimas envuelta en una espesa humareda blanquecina con la intención de coger el bus que iba directo hasta la explanada de Galileo. Se trataba de la misma línea que durante su época de estudiante le trasladaba a la facultad, pero que luego, con la planificación urbanística, había quedado absorbida por la gran expansión de los alrededores y ahora ya formaba parte del centro de la ciudad.

Aquella tarde, por fin tenía una nueva oportunidad de encontrarse con ella y entregarle aquel abrigo azul que dejó olvidado en su automóvil desde hacía más de tres meses. Una prenda de la que no había querido desprenderse, porque al fin y al cabo era cuanto le quedaba de ella. Su intenso olor a jazmín, orquídea, heliotropo y algún otro componente desconocido, le hacían recordar aquellas entrañables vivencias durante su época de noviazgo. No era gran cosa, pero se conformó con ello, y hoy estaba dispuesto a quitársela definitivamente de la cabeza.

La semana pasada ella le volvió a llamar para zanjar algunas cosas que aún tenían pendientes desde su definitiva ruptura; le animó a volver a verse en su nuevo apartamento, por lo que ya habían acordado la cita a las siete de la tarde. Rony estaba expectante por aquel encuentro y descubrir si todavía le despertaba esa atracción fatal de la que él se aprovechó en el pasado.

Se había puesto su gabardina gris marengo que le llegaba casi hasta los pies. Llevaba la cabeza cubierta con un sombrero de fieltro negro con anchas alas porque quería llamar su atención; sabía que a ella le encantaban los hombres con semejante prenda de vestir.

En pocos minutos descendía ya del autobús para dirigirse a una de las calles adyacentes, concretamente a la travesía Abedul, que era donde vivía Espe. Llevaba el abrigo guardado en una bolsa de grandes almacenes que movía nerviosamente al aproximarse al apartamento, hasta que sin querer se le cayó al suelo cuando cruzaba tranquilamente la calle… De repente apareció un coche que lo arrolló, aplastándole.

Su cuerpo ensangrentado permanecía a un lado de la calzada mientras algunos transeúntes se pararon horrorizados y curiosos a observarlo, sin que nadie se atreviera a tocarlo hasta que llegara la policía.

Segunda escena

Una mujer de unos treinta años estaba mirando por la ventana del segundo piso que daba a la calle donde había tenido lugar el incidente. Observaba con atención todo lo que sucedía afuera, incluido aquel accidente mortal; no parecía inmutarse, pero, nada más contemplar la llegada de un par de agentes de policía que trataron de comprobar el estado de la víctima, puso atención y fue cuando notó un escalofrío que le recorrió la espalda. La presencia de aquella bolsa tirada a escasa distancia del cuerpo la desconcertó al darse cuenta del contenido: un abrigo de señora azul, el mismo que dejó olvidado en el asiento de atrás la noche en que regresaron juntos de aquellas vacaciones.

Intentó realizar una llamada, pero nadie le respondió, por lo que prefirió tomárselo con calma y relajarse en el sofá durante un rato. Hasta que sonó el timbre de la puerta. Eran dos agentes que le estaban mostrando su abrigo azul, encontrado junto al cadáver de la calle, y un móvil, donde aparecía su número de teléfono y las llamadas realizadas al joven difunto, así como otras charlas en el WhatsApp.

Se cambió de calzado, dejando las zapatillas en casa, y se puso un anorak para bajar a la calle. Reconocía que no le hacía ninguna gracia, pero no le quedó otra opción que subir al coche policial y acompañar a dichos agentes puesto que debían tomarle declaración en la comisaría. La víctima no tenía familia y vivía solo, de modo que aquel caso requería ciertas diligencias e indagaciones a las que no podía renunciar.

Tercera escena

En el vestíbulo principal de las dependencias policiales se hallaba un joven que al verla pasar junto a los dos agentes torció el cuello intentando seguirla con la mirada. Sin embargo, ella ni siquiera se inmutó, tenía el gesto ausente y no le prestó la más mínima atención.

Empezaba a oscurecer cuando un policía le preguntó al joven la razón de permanecer allí tanto tiempo, pues tenía órdenes de sus superiores para que les informase acerca del motivo que lo retenía, ya que podría estar esperando a alguien con antecedentes. Gabi, que así se llamaba el muchacho, intentó despistarle, comentándole que esperaba a un familiar con el que había quedado en aquellas dependencias.

Las horas fueron transcurriendo hasta que un oficial de policía le conminó a marcharse, amenazándole que, de seguir en aquella actitud tan testaruda, le interrogaría porque le empezaba a resultar sospechoso, y no le beneficiaría en nada si le obligaba a tomar medidas de seguridad en su contra que le podrían poner en algún apuro.

Cuarta escena

Desde las cristaleras de un bar de copas que estaba próximo a la comisaría, una pareja de delincuentes seguía mirando obsesivamente al muchacho luego de haber salido este de forma precipitada y sin dejar de mirar alrededor, como si estuviera preocupado por alguien. Quizás lo estaban esperando o tal vez lo confundieron con otro peligroso delincuente y decidieron salir a hacerle frente, o tenían un viejo asunto pendiente que liquidar con «él». Muy sigilosamente lo siguieron hasta que, en un desliz, tropezó con un socavón en la calzada. Valiéndose de su superioridad física, los delincuentes lo maniataron con unas bridas, le taparon la boca con cinta americana y desaparecieron llevándoselo en un pickup negro que habían aparcado en esa zona.

Quinta escena

Una vecina que sufría de insomnio había bajado a tirar la basura de madrugada cuando se percató de un pickup negro que hacía eses por la avenida y que, dando un volantazo, estacionó en la entrada de un viejo almacén. Luego, dos corpulentos matones sujetaban por los hombros a un tercer desconocido que tenía dificultades para andar. Incluso los vio introducirse en aquel edificio abandonado. Esperó un rato más hasta que, muerta de frío, optó por darse la vuelta y marcharse a su casa.

Epílogo

En los informativos de la mañana siguiente aparecieron unas imágenes en las cuales se reflejaba un accidente de automóvil, ocurrido el día anterior a primeras horas de la tarde en la travesía Abedul, próxima a la explanada de Galileo. También se daba por hecho que existía una muchacha, Espe, de unos treinta años, implicada en el suceso y que vivía en la misma calle, enfrente de donde ocurrió el deceso. En otro fotograma del reportaje se podía ver a dos matones, que habían huido la madrugada pasada en un pickup negro transportando una abultada carga ilegal de droga y a un sospechoso, Gabi, implicado igualmente en dicho caso. A continuación salían las fotografías de dichos delincuentes junto a la del vehículo. Parecía que se trataba de un ajuste de cuentas. Se afirmaba que la chica era novia del fallecido, del cual quería deshacerse cuanto antes porque estaba a punto de casarse con el joven heredero del mayor holding empresarial de una famosa marca de automóviles, quien se había compinchado con ella para asesinarlo.

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Estrella Amaranto
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