J. (como siempre)

Jimena G.
Vestigium
Published in
3 min readDec 3, 2019

Como todos mis grandes amores, su nombre empezaba por J. Pero cuando le conocí, no sabía que mis grandes amores empiezan por J. De hecho, sabía bastante poco de la vida.
«Eres demasiado pequeña», me decía a menudo.

Supongo que por entonces estaba en proceso de enamorarme de él. Hasta que un día de fin de curso, estábamos tirados en un sofá, le miré y me di cuenta de que solo le quería para mí. Para entonces era demasiado tarde, he estado varias veces en su cama y no le conseguí. Siempre fui demasiado pequeña para él.

Más tarde dejé a mi primer novio por J. Simplemente me di cuenta de que no podía estar con alguien a quien quisiera menos que a él. Y también fue una maravillosa excusa para dejar al segundo: era otro fin de curso, mi por entonces novio y él se iban de la universidad y no les iba a ver en mucho tiempo. Decidí que si tenía que pasar algo para despedirme de uno de ellos, sería con él. Sigo agradeciendo esa decisión. Mi ex era idiota.

Ha pasado mucho tiempo hasta volverle a ver, y a veces he echado de menos esa «salida de emergencia» de mis relaciones fallidas. Como el platónico que marca el listón que nunca deberíamos bajar. Porque no era guapo, pero era inteligente a rabiar, listo y divertido. Un borracho empedernido con periodos de abstinencia en los que intentaba demostrarle al mundo que era capaz de no beber. Alguien con la palabra «ambición» fijada en la frente. Un carácter completamente adictivo.

La última vez que le vi, me abrazó como siempre. Luego tonteó conmigo, como siempre, y bromeamos de todo lo que podríamos haber sido y nunca fuimos… como siempre. Su novia no estaba y mi novio tampoco. «Te casarías con él?», me preguntó mientras me tenía en sus brazos en un sofá. «Hmm… Realmente no. ¿Y tú con Sara?», «Es buena chica. Creo que he encontrado a la persona adecuada.», «¿Y cómo llevas lo de la fidelidad?», «Sorprendentemente bien», nos reímos. «¿Qué haces con ese tío si no te quieres casar con él?». Me preguntó y me reí: «Hmm, no sé… cásate tú conmigo». Me miró algo desconcertado: «¿Qué?». «Que te cases conmigo», le repetí. Me miró y me abrazó bien fuerte «no funcionaría», «¿Por qué no?», «no nos aguantaríamos», «Excusas».

Creo que se lo pedí porque tenía muy claro que me iba a decir que no. Era absurdo. Porque siempre me ha gustado seguir nuestro juego, y porque siempre me quedé con la duda de qué hubiera sido de nosotros si hubiéramos sido pareja real. Si yo no hubiera sido «demasiado pequeña» para él, y hubiera sabido qué hacer para tenerle.

Mientras me abrazaba me di cuenta de que nunca deberías bajar el listón que miden tus platónicos.

Unas semanas más tarde dejé a mi novio… como siempre.

--

--