La batalla por la atención
Mi objetivo es que termines esta columna. Mi competencia son las notificaciones y todo la información que te llegue. ¡Que comience el juego!
Es irónico. Precisamente ahora que lees esto, debo lidiar con la eventual distracción que puede ofrecer tu celular, entre tanta notificación y personas que buscan lo mismo que yo: atención. Incluso, si estás leyendo desde un computador portátil o de escritorio, no se elimina el estar “combatiendo” con las alertas de un móvil o con los correos que entran a tu bandeja.
Y debo tratar también con mi propia distracción. De hecho, me acaba de llegar un mensaje directo en Twitter. ¿Qué hago? ¿Dejo de escribir y veo el mensaje? ¿O sigo en lo que estoy? A veces nos preguntamos esto. Otras, ni siquiera alcanzamos a hacerlo. Automáticamente revisamos “lo nuevo” que ha llegado. Es el “otro” (sea humano o una app diseñada para tener usuarios inmersos) que está esperando lo mismo que yo ahora: atención.
Si pudiéramos contar las veces que estamos en una tarea y nos llegan notificaciones de cosas que “nos importan”, este número nos sorprendería. Me siguen llegando mensajes de chat de mis contactos. Los veo, algo respondo a la rápida y sigo intentando sacar adelante la columna.
Ahora digo, qué bueno que estas notificaciones están entrando ahora, porque reflejan muy bien la idea de este texto. Inicialmente no tenía estipulado crear un escenario para explicar mejor esta cotidianeidad repleta de avisos. Pero en realidad es ingenuo no haberlo anticipado así.
Se acaba la música. Debo buscar más para reproducir. Afortunadamente tengo sugerencias del mismo estilo. No necesito pensar mucho qué poner.
Llega un meme, cómo evitarlo. Cómo no hacerle RT o adueñarse de él y volver a publicarlo. Claro, es el círculo virtuoso de los contenidos. Eso ocurre cuando algo te gusta tanto que lo compartes. Y se produce otra arista de la atención: mostrar lo que “re-publico”.
Contesto el mensaje directo que recibí hace unos minutos. Había tratado de ignorarlo. Pero fueron solo unos momentos.
Me llega otro meme. Con su otra característica vital: la contingencia. Esta vez lo recibo en un grupo de WhatsApp. El otro fenómeno comunicativo de esta era. La nueva plaza pública donde nos reunimos, desde el objetivo de arreglar el mundo, hasta el compartir más memes y videos absurdos.
Saltan nuevas notificaciones. Las de YouTube. No es lo mismo suscribirse a un canal, que suscribirse y activar la campanita que te avisa al instante cuando se ha publicado un nuevo video. Es una diferencia total. El youtuber siempre va a esperar la segunda opción. Es el botón que le asegurará que le llegará una alerta al suscriptor. De ahí a que ingrese al capítulo subido, es otra cosa.
Recibo más mensajes directos en Twitter y emojis en el grupo de WhatsApp. Si siguiera relatando cada nueva alerta, este texto se alargaría y alargaría. Y en una época de escritos relativamente breves para soportes digitales, no puedo permitirme eso. Producto del arma de distracción masiva, nuestra atención ha disminuido en profundidad y duración.
Siento que debo finalizar la escritura y me percato que aquí está plasmada mi propia batalla por la atención. He sido nuevamente ingenuo al pensar que estaría libre de esto que he querido criticar.
Estamos en los tiempos del FoMo (Fear of Missing Out. Traducción: miedo a perderse de algo o no estar enterado de lo que la mayoría ya lo está). En saltar de una app a otra, para querer saberlo todo.
Este último tópico será abordado en mi próxima columna: “Del FoMO al FOCO”. Que tu atención a estas líneas haya sido tal, que no te olvides seguir esta historia en una próxima oportunidad.
Si capté tu atención, comenta y conversemos cómo estás librando esta batalla (si es que lo estás haciendo). Seguro que te responderé mientras esté recibiendo tweets y mensajes en WhatsApp. :P
Un abrazo. :)
Seba.