La casa azul

Jorge Alba Posse
Vestigium

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Disculpen que no sepa escribir muy bien, el Jorge me pidió que escriba algo de mi vida y sobre mi casita, para algo de la facultá, así que comienzo…

Mi nombre es Gustavo Martínez, uruguayo de Canelones y argentino por adopción. Vivo junto a la Yenni, el Dieguito que debe tener como seis, y la Flor, que tiene como tres.

Comencé con esto del cartoneo desde hace más de cinco años, un poco antes de que se pusiera de moda y ni teníamos tren. Ya antes trabajaba estibando papeles en una gráfica, hasta que de un día para otro sin muchas explicaciones me encontré estibando papeles pero del lado de afuera de un luminoso yopin.

Quedamos en la calle y la Yenni recién había tenido al bebé, así que construí una casilla de cartones y chapas. Allí llevamos la ropa, el colchón, algunas cajas y el televisor, esa ventana que nos deja soñar un poco de que esto no sucedió, de que podemos compartir las comidas más ricas con la *Legran, o ver a boquita ganando otro campeonato más.

Con esto del cartón no me iba mal, podía rebuscármela, hasta a veces traía comidas que, en serio, te juro creo que eran de la Mirta* porque las encontraba frente al canal nueve cuando ella trabajaba allá. Y ella habla tanto que no debe comer nada la pobre, además no deja comer a los demás…

De a poquito fui separando los cartones de las botellas, antes venían de vidrio, pero ahora son de plástico. Solía apilarlas detrás de la casilla y el botija se pasaba horas jugando con los envases vacíos, haciendo pilas, jugando como si fueran autitos sin ruedas, aviones y cohetes… pero un día se enfermó mal. Me dijo la dotora que era el agua que tomábamos que no estaba muy buena y nos dio un remedio, y dijo que tomara sólo agua mineral, que era agua limpia.

La Yenni compró los remedios y el agua limpia, ahí nos dimos cuenta que la botella era la misma de la mayoría de los envases que juntábamos y teníamos apilados por todos lados.

Mientras se recuperaba yo decidí hacerle una casilla nueva, y se me ocurrió que le podía hacer las paredes de botellas de esa agua buena. Y así empecé, las puse una al lado de otra, unidas con barro, los culos para adentro y las tapitas para afuera. Se empezó a formar una pared hermosa, veíamos que cada día que amanecía, la pared se iluminaba con el sol con un azul muy lindo, y lo más hermoso, era que también se iluminaba la mirada de nuestro botija.

Hicimos un cuarto para él, luego, entusiasmados y con la ayuda de todos los vecinos y compinches que me conseguían cientos y cientos de botellas azules, logramos hacer nuestro cuarto, una cocinita y hasta un comedor.

No conozco muchas casas de lujo pero les aseguro que nuestra casita azul no tiene nada que envidiarles, se ilumina de día como ninguna y de noche la luna nos visita con sombras buenísimas. Desde afuera se ve todo cuando vemos la tele y siempre que juega boca mis cumpas se vienen a hinchar y tomar unos tintos con nosotros.

Cuando con mi carrito llego cansado al amanecer, de lejos la veo, brillante, única, sabiendo que está protegiendo a mi Diego y a mi Flor.

Es eso Jorge… no hay más nada… ¿está bien?… ah y acuérdense de con la facultá, traernos el agua para el barrio ¿sí?, Porque vinieron los políticos para las elecciones, pero seguimos esperando, tomando esa porquería del pozo.

JAP

*Se refiere a la diva televisiva Mirtha Legrand, famosa por sus almuerzos y cenas televisadas.

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