La narcocultura: producción y consumo
Érase una vez un campesino que a partir de su habilidad para los negocios se convirtió en una leyenda. Esta es la historia de Pablo Escobar, y como estas hay muchas más, sin embargo, pocas son tan reconocidas como la de él.
En Colombia, la vida de este personaje se convirtió en un símbolo para muchos, sembró una semilla de esperanza, debido a que el progreso y la movilidad social hicieron una excepción abriéndole puertas a él. Fue narcotraficante, terrorista, político, criminal y fundador de uno de los carteles más importantes, el Cartel de Medellín. Sus hazañas no solo son reconocidas en todo el mundo, también son idealizadas y forman parte de la identidad de dicho país. Por muchos años fue uno de los hombres más ricos del mundo, pero como todo, su final llegó, y a su entierro asistieron miles de personas, desde amigos y familiares, hasta sus enemigos. En algunos lugares se lo considera un santo, un héroe, un ejemplo a seguir, y por cosas como estas, en Colombia, el narco es lo que es en la actualidad.
Narco significa muchas cosas, es sustantivo, verbo y adjetivo; se escucha, se ve, se produce, se consume, se gana y se pierde, todo un ciclo que surge de un sueño fruto del capitalismo; la riqueza material a base del éxito. Hoy en día, los colombianos lo viven, lo juzgan, lo gozan y lo sufren, hasta alcanzar el punto en que se crea una cultura a partir de todo lo que implica el tráfico de drogas.
Si tuviéramos que describir esta cultura, primero tendríamos que mencionar las conductas y los aspectos más representativos, aquellos que se relacionan a los típicos estereotipos, como lo es el famoso: ¿tú no sabes quién soy yo?, las camionetas del año paseando con los corridos a todo volumen, las casas ostentosas llenas de mármol y de enormes objetos dorados, ropa de marcas llamativas y extravagantes, las dramáticas series de Netflix como “Rosario Tijeras”, el lenguaje, los códigos, el machismo, la moral católica y el amor a la virgen, la unión familiar como una prioridad y mucho más.
La gente lo desea tanto que cree que el fin si justifica los medios. Se grita y se presume aquello que se obtuvo, pero se susurra sobre los medios de producción que llevaron esos billetes a sus manos, siempre pendientes del que dirán porque a final de cuentas, mostrar es siempre poder.
Los colombianos usaron los recursos que tenían a su disposición y crearon un nuevo mundo a partir de la narcocultura. Sus productos los consumen los de adentro y afuera del país, pero esto abarca más que aquello que se trafica; hay turismo, literatura, cine, música, televisión y arquitectura, porque lentamente estas dinámicas lograron ocupar un lugar en todos los ámbitos y hoy en día se manifiestan en todos los rincones.
Se mata para vivir y se vive para matar, en esta sociedad de consumo se vende un poquito de todo, pero el producto más codiciado es la posibilidad del ascenso social, del triunfo rápido y del dinero fácil. La libertad y el libre albedrío dejan de ser prioridad, porque una vez adentro la única salida es jugarse la vida. Con el tiempo se adquiere respeto y prestigio, la gente participa para pertenecer y para sobrevivir en un mundo en el que la imposibilidad de elegir tiene un papel decisivo. El gobierno también es un reflejo de esto, la sociedad civil no es la única culpable, de no ser así los ingresos de los narcotraficantes no hubieran aumentado en un 150% en el 2018, representando aproximadamente el 5% del Producto Interno Bruto de este país.
No es un secreto, en Colombia la narcocultura se produce y se consume, pero no se puede olvidar ni restarle importancia al costo social que implica; desaparecidos, muertos, incertidumbre, la imagen de la mujer construida desde y para los ojos masculinos.
Tener billetes y armas no pueden ser las características que más describen a una sociedad, porque esa clase de generalizaciones no permite que el resto se desarrolle sin el peso de las consecuencias que esto genera. Tenemos que dejar de normalizar aquello que tanto daño le hace a nuestro tejido social, depende de nosotros que esta clase de conductas continúen o no reproduciéndose y permeando.