La resurrección de las papilas

Kyara Ortega Mendez
Vestigium
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2 min readFeb 6, 2018

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A las 4:45 p. m. en un café esquinero con sillas hipster, Javier pidió un americano. Su lengua le envío rápidamente un mensaje a su cerebro, contándole que una vez más se había quemado; al parecer sus papilas no eran las mismas de antes.

Llevaba varias semanas sintiendo la misma sensación, en el mismo café, con el mismo americano; por lo que decidió ir al médico.

Diagnóstico:

Perdida crónica del gusto

El doctor no falló, las papilas de Javier fueron muriendo poco a poco. Empezó por dejar de sentir el fuerte sabor de las anchoas y la textura de la crema del pastel de cumpleaños, luego el chocolate le supo igual que la vainilla y lo ácido terminó siendo igual que lo dulce.

Trató de ver lo bueno, no se quejaba por la falta de sal o por el poco sazón, pero al fin y al cabo, todo le sabía a nada. Por lo que dejó de importarle dónde y qué comer. Pedía con desidia cualquier cosa y comía por deber, por rutina.

Dejó de divagar cuando escuchó:

— Buenas tardes, me llamo Gabriela, qué desea ordenar…

El tiempo se detuvo, leyó sus labios con detalle, los recorrió de comisura a comisura…

— Mucho gusto, Javier… quisiera el… el… el plato de la casa.

Desde ese momento el «mucho gusto» cobró un nuevo sentido.

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