La ventana (parte 2)

Mau
Vestigium
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5 min readMar 13, 2021

La bruja salió de no sé dónde. Estaba tan ensimismado con el hallazgo en el lote de su tío, que no la vio venir. Si es que venía de algún sitio.

Después de cavar por un par de metros, dio con una pequeña caja de metal, del tamaño más o menos de una caja grande de zapatos, cerrada herméticamente con seguros a presión. Dentro había una pequeña bolsa con lo que parecían ser diamantes, unos diez lingotes pequeños de oro, un fajo grueso de billetes de $100 y una unidad de almacenamiento USB para computadora. Ocultó el paquete en su abrigo y se fue no sin antes de rellenar el hueco lo mejor que pudo.

-Te esperaba desde hace rato –dijo la vieja con voz aguda.

El hombre dio un respingo, sintiéndose sorprendido en medio de la oscura noche.

- ¿Quién es usted? — preguntó.

-Nadie, no soy nadie. Al menos nadie que importe ya — respondió ella con una calma que crispaba los nervios.

- ¿Y qué quiere de mí? Yo no tengo nada, soy un mendigo de la calle.

Necesito algo de lo que está en la caja que encontró, y como intercambio te voy a decir cómo resolver todos tus problemas — dijo ella al tiempo que los ojos desprendían un fulgor felino.

-No sé de qué habla? No tengo ninguna caja.

-Mmmm pero claro que sí y ambos lo sabemos. Yo soy la chamana de tu tío. ¿O crees que ese imbécil tenía suerte en los negocios por ser brillante? Consultaba conmigo cada movida y me quedó debiendo una gran suma. Esos diamantes son especiales y los necesito — aclaró ella mientras carraspeaba por tener que hablar tanto.

Viéndose descubierto, no le quedó más que sacar la caja de su escondite.

-Tu tío era un imbécil, pero tenía sus momentos. Dame los diamantes.

Él tomó la bolsita de fieltro y se la extendió.

-Ahora escúchame con atención. Te voy a decir dónde está la ventana — y se acercó para murmurar algo en su oído.

Luego dio media vuelta y se fue, tan rápido como había llegado.

Al día siguiente, usó los billetes para comprar ropa decente, el primer desayuno abundante en mucho tiempo y una computadora portátil en la tienda del pueblo. Ya en la casucha de nuevo, insertó el USB y revisó el contenido. Eran una serie de archivos con largas cadenas de caracteres, a todas luces, claves de acceso complicadas o algo similar y un archivo ejecutable. Dio doble “click” en ese y comenzó a instalarse una aplicación nueva, encriptada, que se abrió una vez finalizado el proceso.

Por suerte el joven que lo atendió en la tienda sabía de computadoras y le vendió además un plan prepago celular y se aseguró que la laptop pudiera usar el chip, por lo que tenía acceso a internet, aún en el lugar alejado donde estaba.

La aplicación le pedía el archivo de configuración. Buscó uno de los tantos archivos encriptados que había disponibles y le dio click a uno cualquiera. El mensaje siguiente lo dejó en frío.

Downloading Bitcoin blockchain…

Al terminar al cabo de un minuto, se desplegó el certificado de propiedad por 24 BTC (Bitcoins). Abrió rápidamente una sesión web para verificar el precio actual del BTC y se fue de espaldas al ver que estaban por $33.000 cada uno. Solo este certificado contenía más de tres cuartos de millón de dólares. Y había, al parecer, decenas de certificados en esa pequeña unidad USB. Una verdadera fortuna digital.

Llegó el día. Para cuando el tío y su “yo” pasado llegaron al lugar de la reunión, ya él estaba ahí esperándolos. No tenía un plan en mente, pero de alguna manera debía impedir que el traspaso se firmase. Como fuera.

Vio como el Mercedes Benz negro se aproximaba doblando la esquina. Eran las seis de la tarde, apenas una claridad imperceptible quedaba de la luz del día. Aprovechó para acariciar el revólver que había conseguido sin licencia, pagando una exorbitante cantidad en una oscura compra y venta de la ciudad, cargado con seis balas calibre 22.

El lujoso carro aparcó frente al edificio y, nervioso, sacó el arma. Pensó que lo mejor sería asustarlos con un par de balas al aire y evitar la reunión. Sería suficiente con eso. No era un gran plan, pero era lo que se le ocurría para desviar al destino.

Justo cuando desenfundó y estaba por echar a correr por la calle, una mano fuerte lo sujetó por detrás tapándole la boca, lentamente se dio vuelta solo para atisbar a ver el puño cerrado estrellarse contra su cara, y luego todo se puso negro.

Despertó en una bodega abandonada y oscura, su cabeza zumbaba, pero poco a poco fue ganando dominio de sus sentidos. Había una silueta al frente, mirándolo.

-Pensé que no ibas a regresar nunca — dijo aquel con una voz familiar.

- ¿Quién sos? ¿Y por qué me detuviste?

-Porque estuviste a punto de cagarla peor, amigo — respondió su interlocutor saliendo a la luz.

Sus ojos no daban crédito de lo que vio, era él mismo. Su otro “yo”, solo que con una gran cicatriz que le cruzaba toda la mejilla izquierda y uno de sus ojos, que estaba blanco, sin vida.

- ¿Impresiona verdad? Pues perdí, o debo decir, perdimos, este ojo por tu culpa — murmuró sin entusiasmo.

-Pero ¿cómo es eso posible? — respondió él.

-Sé que estabas por salir a disparar por el aire como un loco. Lo sé porque yo mismo hice eso hace seis meses exactamente, y creéme, las cosas no salieron como pensamos — respondió su “yo” futuro.

-Entonces quiere decir que el traspaso se lleva a cabo siempre.

-Sí, el pasado no se puede cambiar, hemos estado aquí antes — dijo el de la cara cortada.

-Hemos intentado varias cosas — continuó — pero todas terminan igual que como estábamos. Sin familia y sin futuro. Por eso es que esta vez vamos a idear algo juntos.

-¿Pero qué? Ya estamos tres versiones de nosotros en este mismo tiempo, eso me parece arriesgado.

-Lo es, pero hay una alternativa. Sólo una, con pocos chances de salir ganando. Hay que volvernos los malos de la historia — dijo su otro “yo” esta vez con su único ojo viéndolo fijamente y sonriendo de medio lado.

Continuará…

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Mau
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Escribo para cambiar el mundo… Mi mundo