Libro de octubre

Melissa Cáceres
Vestigium
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2 min readAug 4, 2020

Estoy escribiendo con la sangre de lo que hicimos, de lo que creamos, de lo que destruimos. Estoy escribiendo con esa sangre y el olor es insoportable y penetrante. Lavo mis manos, una dos, tres… diez veces. No puedo deshacerme del olor. No puedo deshacerme de los recuerdos… pero me deshice de mí.

Lavo mis manos y me miro al espejo, que está sucio también. Intento arreglar un poco mi cabello despeinado, pero mis dedos quedan atrapados en los nudos que atan mi cabeza a mi cuerpo. Me conformo con un poco de agua. Estoy bien, estoy bien. El mundo afuera es vibrante, brilla, la luz lastima mis ojos acostumbrados a la penumbra. El aire que respiro es caliente, sofocante.

Pequeñas gotas de sudor en mi frente me transportan a recuerdos de dos cuerpos, una botella de whisky y una cama matrimonial, donde hubo todo menos matrimonio. O tal vez sí, nunca lo entendí y ya no importa.

Camino hacia una banca apartada porque no soporto verme reflejada en la mirada de la gente. Camino y me siento a leer un libro de segunda mano que compré con vos en una feria de octubre. Ya no sé por qué lo conservo. Tal vez, como la sangre y el olor, el libro también impregnó mis manos y mi ser.

Voy directo a la tercera página, la página que leo siempre. Los murmullos lejanos me atrapan en conversaciones superficiales: «decile que me llame, necesito preguntarle algo», «te juro que fue horrible», «sí, como dice aquel, “vale verga todo” ¿va?». Miro mi libro, no puedo concentrarme y no puedo dejar de leerlo. Qué paradoja.

Bostezo y estiro mis brazos. Mi columna vertebral truena. Mi columna vertebral que fue el camino de tus besos. Mi columna vertebral que ya no me sostiene, solo a mis huesos. Levanto la mirada y noto que alguien me observa. Un joven serio y de expresión cansada estudia mis gestos, como tratando de descifrar un significado oculto en ellos. Si supiera que soy solo lo que ve, que soy transparente y que me he quedado sola. No lo sabe, claro. No podría entenderlo.

Escucho tu voz y tu guitarra, siento el olor del tabaco en tus dedos, tus dedos acariciando mi espalda, mi espalda en el sillón, el sillón como nuestro lugar favorito para llorar, para reír y confesar nuestros secretos… Estoy sola, sola con mi libro, sola sin vos. Los recuerdos parecen colgarse de las paredes. Como arañas, suben y bajan en intrincadas redes. Y me tocan y se posan en mis brazos y me hacen daño.

Vuelvo al libro y todas las letras parecen estar bailando alrededor de una pequeña mancha de café que vos hiciste en octubre. Paso un dedo sobre la mancha. El papel está arrugado, como tu fotografía, la que solía tener al lado de mi cama.

Es un libro interesante, pienso. Lástima que no esté completo, lástima que le hayan arrancado páginas y que sea tan confuso. Lástima que ya nadie puede leerlo. Lástima que esté escrito con la sangre de lo que hicimos, de lo que creamos, de lo que destruimos.

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Melissa Cáceres
Vestigium

Escribo, leo, río, lloro (no necesariamente en ese orden). Adicta al café. Estoy aquí porque no sé dónde más estar. Estas son más que solo palabras.