Lo real no necesita más que una mirada

Gabriel Garrigue
Vestigium
4 min readOct 15, 2020

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En aquél entonces no era muy consciente de lo que sucedía detrás de escena, y lo significativo que éstos encuentros serían para mí…

La noche estaba terminando, cuando mi abuelo mirando el firmamento me dijo.

—Aquello que ves, es el espejo de nuestra alma, es puro amor y no podemos negarnos, no existe tal opción, y ésta es nuestra naturaleza—.

Y guardó silencio. Yo estaba acostumbrado a dejarlo hablar, sabía que si había algo para decirse, tarde o temprano hablaría; y a mí me encantaba escucharlo.

Esperábamos el amanecer en silencio, cuando las palabras comenzaron a brotar de su boca mientras me miraba.

—En ésta vida, mi alma vino a ver el sol; junto a tus ojos, que me miran con su amor, mí amor—.

Dicen que el poeta se parece a su cantar, pero estos versos no tenían rostro y su voz traía recuerdos antiquísimos; mi entereza pendía de un hilo.

— De alguna manera guardamos una memoria de ser observados por el más puro amor, y si no fuera por ésto, no estaríamos hablando en éste momento. Que nos miren, es el alimento más importante para el Ser, para cada uno de nosotros.
Yo no tenía idea de ésto, pero un día lo recordé—.

Los ojos de mi abuelo comenzaron a tener un brillo peculiar, yo ya no miraba hacia el cielo, como si me hubieran sujetado, solo podía mirarlo a él.

—Míra, nuestra máscara puede realizar muchos gestos, unos más agradables que otros; puede mostrar amabilidad como también resentimiento, puede demostrar verdad y con la misma facilidad lograr la mentira más atroz. Es por ésto que todo lo que deviene de nuestra máscara está destinado a morir, es decir, tiene un final; y por ser irreal es vulnerable y necesita defenderse en todo momento.

Pero hay algo que nuestras máscaras no pueden corromper ni manipular, exceden ellas, los ojos. Ellos al ser transparentes no necesitan defensa alguna, son reales, son la ventana del alma. A través de ellos podemos ver el más puro amor que somos, al vernos reflejados en los ojos en los demás. No nos podemos negar a ello, y no hay forma de ocultarlo o escapar, ya que nuestra máscara no tiene acceso a ellos—.

Nuevamente sentí una poderosa energía que capturaba mi atención, y sus palabras fueron.

— Al ver a los ojos, vemos el misterio de donde todo proviene, y al ver el cielo vemos al misterio a los ojos, de donde todo proviene. Ése misterio es uno y es lo que llamamos amor—.

Era una respuesta que en ese momento no podía digerir en su totalidad, pero pude formular una pregunta esclarecedora.

— ¿Abue me estas queriendo decir que ver a otro y ver el cielo es lo mismo, que vemos solo a un mismo misterio? —.

— Así es, solo existe Uno, solo hay un misterio y solo hay una naturaleza en tí y en mí, el amor, lo demás es irreal—.

— ¿Cómo fue que lo recordaste?—(Pregunté apresurado)
— Como está por suceder ahora…— (dijo mientras amanecía)

La ternura inundó su rostro, como añorando un recuerdo.

— Un día me encontré con un espejo que me reflejó, nuestros cuerpos se bañaron con su luz (la del sol). Y en el silencio nuestros ojos se alinearon, mi mascara no tuvo más remedio que disolverse. Y sumergidos en un sintiempo, nuestras almas se conectaron. Quedamos suspendidos, sostenidos por aquel misterio, sus ojos me miraron con amor y mi alma se bañó con su luz—.

Lágrimas caían por sus mejillas mientras sonreía y continúo diciendo.

— Gracias a ése Ser, a ése espejo que permitió reflejarme en su mirada, recordé mi naturaleza y el misterio insondable de la vida.

No hubo palabras, porque no eran necesarias, pero la belleza y el amor que experimenté solo pudo provenir de algo igual de bello y amoroso.

Luego de aquél instante de gracia, que sucedió de manera súbita, ninguno volvió a ser el mismo. El encuentro con la esencia es tan desestructurante, que la ilusión de la máscara se desvanece por quién sabe cuánto. Los ropajes comienzan a caer y quedamos al desnudo, simplemente eso.

Voy a estar agradecido toda mi existencia por aquel encuentro sagrado y por el gesto de dejarme entrar en comunión con su intimidad, mí intimidad.

Un gesto de amor queda guardado para la eternidad.
Y queramos o no, no tenemos opción, somos portadores de este instrumento, y toda mirada es una puerta directa al alma, al misterio que se haya dentro de nosotros, el centro del universo, el amor—.

Desde aquel entonces no pude mirar de la misma manera a los demás, bueno, aunque la verdad no hay un otro… pero esto llevaría a otra historia de mi abuelo.

Por lo pronto puedo decirte que al mirar a los demás comencé a mirarme, y que todas las noches tengo la oportunidad de ver la belleza de mi alma, la belleza de todos, y sentirme dentro de mí mismo, dentro de todos. Adentro en el amor.

Y aunque lo irreal necesite de muchos atuendos,

Lo real no necesita más que una mirada.

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Gabriel Garrigue
Vestigium

Dejaré que el cuento se cuente, y que me lleve por sus rumbos. Y como fuego soy, eterno y presente, muero y renazco en una misma danza 🔥