Los barcos gritan

Dan Alvarez Ruano
Vestigium
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2 min readJan 9, 2019

4:45 am

Desperté en el centro del camino. Recuerdo la grama, la grama que se erguía como lianas gigantes a mi alrededor, y el dolor punzante de una roca bajo mi hombro. El cielo sangraba luz, y millones de rupturas titilantes colgaban de él. Una estrella entera se colaba en mi retina, luego otra… Una galaxia, un espiral lácteo, todo mapeado al centímetro cuadrado de retina tras mis ojos. Intenté moverme, mis huesos tronaron: primero los hombros, luego el cuello, siguieron los codos y finalmente los dedos. Me reacomodé al lado de la piedra que me punzaba la espalda y volví la mirada al cielo. Tanto cielo allá, libre; y yo tirado, con tu anillo amarrado al dedo entre los lazos de tu recuerdo.

Aquella piedra era enorme, era gigante, era el resultado de una decisión apresurada y un sueldo recién pagado. Aquella piedra debía unirnos de por vida, así decía el estúpido volante. Claro que no lo creí, claro que sabía que pensarías había exagerado, pero poco importaba porque este pedazo de oro, esta minúscula piedra ya olía a ti, ya llevaba grabado tu nombre invisible, ya estaba colgado a tu dedo. En mi pensamiento lo estaba; en mi pensamiento, a veces, aún lo está.

Desdoblo mi brazo izquierdo y lo estiro para recogerte, para recoger el último pedazo de ti que llevo a todos lados. El anillo siempre ha estado allí, punzándome la espalda cuando despierto, recordándome que me debes doler y haciéndome gritar, implorar, implorarte que me dejes de llover encima.

Pero no lo haces, y luego amanece, y finalmente me seco, y los barcos empiezan a gritarme a lo lejos. El puerto revive y se supone yo debo hacerlo también.

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Dan Alvarez Ruano
Vestigium

escribo para no olvidar. leo para recordar. pueden descargar mi libro, «La Desaparición de las Flores», gratis en: goo.gl/kuQ7en