Los tres puntos de la eternidad

Raul Ariel Victoriano
Vestigium
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2 min readNov 3, 2019

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Foto por Paweł Czerwiński en Unsplash

Un día me muero.
Lo primero que siento es la extrañeza de haber perdido la solidez y el peso de la materia del cuerpo. No veo féretro ni sepulcro.
María, empiezo a sentir tu ausencia.
No estoy acostumbrado a esta liviandad y albergo solo recuerdos mínimos. El pasado se contrae, vacila y se libera de las ataduras impuestas por la rigidez del tiempo. La memoria se torna amorfa como un fluido sin recipiente de modo tal que se convierte en una pequeña bruma de inmediatez.
Ya no parece inmutable y eso me da miedo.
Sumergido en la duda pienso que tal vez mi existencia pueda ser revisada, lo cual me lleva a una inestabilidad emocional insoportable. No quiero que ni la ternura de tu compañía ni la tersura de tus hombros desnudos se disipen abandonados en la oscuridad del olvido.
María, vos sos parte de mi pasado.
No quiero perderte.
Además, el presente adelgaza su acontecer hasta anularse. Me expulsa hacia el futuro en esta novedosa manera de ser y siento el vértigo en medio de semejante incertidumbre. Me doy cuenta de que no puedo siquiera manejar con meridiana soltura la velocidad de las emociones.
Y también me faltan las palabras.
No puedo decirte aquellas frases insensatas que tanto me gustaba, como, por ejemplo: «anoche soñé angustiado porque te acercabas demasiado al sol sin que yo pudiera evitarlo», o, «cuando estoy con vos el cielo y el río son tan parecidos que no sabría decirte si estoy cabeza abajo».
Un día me muero y me pasa esto, María.
Y al menos, por ahora, es inevitable.

Este cuento pertenece al libro “Lana hueca” de Raul Ariel Victoriano

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Raul Ariel Victoriano
Vestigium

Alguien que escribe con el incierto propósito de saber de qué se trata la literatura. https://hastaqueelesplendorsemarchite.blogspot.com/