Mentoring
— Señor, ya ha llegado.
— Reténgalo todo lo que pueda.
— De acuerdo BZZZ — La voz del interfono sobre la mesa del despacho se corta apresurada.
El interlocutor repiquetea los dedos junto al interfono en la mesa del escritorio donde está sentado; pensativo, mira hacia la puerta que tiene en frente. Tras unos segundos de clara indecisión, pulsa otro de los botones del aparato.
— Avise al mentor— dice sin dilación.
— Estará allí en un instante BZZZ — responde una mujer al otro lado de la línea.
No pasa un segundo desde que el hombre se recuesta sobre el respaldo de su silla tras dejar de hablar cuando la puerta se abre.
— Ya estoy aquí, señor Cerio — dice el hombre que aparece tras la puerta en tono calmado.
El nerviosismo invade a Cerio al ver al hombre, se incorpora de la silla, incómodo, y sus pies no paran de zapatear en el suelo.
— Radorm, está aquí, está aquí — dice con una voz chillona mientras agita las manos.
— No debe preocuparse, ya lo hemos practicado, lo hará bien — le reconforta Radorm.
— Pero no con él, mis interlocutores hasta ahora no estaban a su nivel — el nerviosismo de Cerio se hace más evidente.
— Los ha tenido mejores, créame, está nervioso por lo que representa para usted, es la primera vez que negocia con alguien tan icónico. Puede con ello sin problema, de verdad — explica Radorm tranquilizador.
— Pero, ¡mira! — Cerio muestra sus temblorosas manos a Radorm. — No paran de temblar, estoy bloqueado.
— Respire, tranquilo, ya sabemos que esto lo ha estado esperando mucho tiempo, que eso no le bloquee. Tiene tan idealizado este momento que no le deja pensar — dice Radorm tocando el hombro de Cerio — . Ya hemos hablado otras veces de esta situación, no es el primero ni el último al que le ocurre, sólo enfoque. Enfoque el escenario.
— Esa cháchara está muy bien para tus sesiones vendehúmos, pero esto es ahora, ¡Dios, mío, dios mío! — Cerio está a punto de sufrir un ataque.
Radorm se sienta sobre el escritorio a su lado y le pone la mano sobre su antebrazo, Cerio lo mira, asustado.
— Después de todo lo que ha hecho para llegar a este momento, después de todo el camino andado, con esa ilusión, con ese ánimo, después de lo que ha entrenado… ¿No va a subir al escenario a demostrar que es tan bueno como el mejor?
Cerio mira descolocado a Radorm, en ese momento, una voz interrumpe la conversación desde el interfono.
— Señor, el ascensor está bloqueado. Sube por las escaleras, llegará en breve BZZZ.
— Mierda, se va a cabrear y vendrá a la ofensiva — dice Cerio mirando hacia la puerta preocupado.
— No, vendrá cansado, debilitado e incómodo por estar sudando en su presencia — explica Radorm reconfortante — . Parte con ventaja, es genial.
Cerio sopesa las palabras de Radorm unos instantes hasta que hace un gesto de aprobación.
— Quiero que estés aquí — dice Cerio mirando a los ojos con decisión. Radorm nota el cambio en la actitud de Cerio y asiente relajado.
— Por supuesto, incluso le echaré una mano con alguna señal si fuere necesario — comenta.
— Espero que no se me note el nerviosismo — comenta Cerio que ahora mira con ansia la puerta de su despacho.
— Haga el clásico inicio de encuentro, gírese en la silla y así tendrá unos instantes extra para concentrarse — sugiere Radorm.
— Bien, bien, tiene razón, gracias, esto me ayudará — asiente Cerio muy animado mientras se gira hasta poner el respaldo de la silla mirando a la puerta del despacho, ocultando su presencia — . También puedo tocarme la punta de los dedos mientras reposo en la silla ¿No cree?
— Es un recurso un poco quemado pero, si le ayuda, adelante — comenta Radorm. Cerio asiente con semblante serio, centrado en la situación.
¡BLAM! La puerta del despacho se desprende de sus goznes con violencia y vuela un metro hasta acabar en el suelo hecha añicos. Radorm se sobresalta con el estruendo pero se recompone rápido. Cerio también se ha sobresaltado y Radorm ha notado que se le ha escapado un leve gemido, no lo suficiente como para que la persona que aparece tras la puerta lo haya notado en la distancia a la que se encuentra y con el ruido que ha hecho al hacer acto de presencia; una sonrisa se le dibuja en la cara cuando mira el semblante de su aprendiz mientras éste se gira despacio hasta encararse a la deseada visita.
— Buenas tardes, señor, ¿a qué debemos tan agradable visita? — dice Cerio con parsimónico sarcasmo con los codos apoyados en los brazos de la silla y los dedos de las manos entrecruzados a la altura de su abdomen.
Radorm sonríe con orgullo.