Migración, disfraces y pretextos

Natalia Ortega Matute
Vestigium
Published in
4 min readJun 17, 2022

Joe Biden asumió su cargo como presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 2021, su campaña estuvo llena de promesas como la de la mayoría de los presidentes y también como la mayoría, sus planes incluían mejorar lo que hizo el anterior. Como parte de sus intentos por recuperar el control y el diálogo de la agenda internacional, cosa que pareciese que Trump decidió eliminar por completo de su lista de prioridades, el mismo día que asumió el mando, condenó entre otros temas, la política migratoria de Donald Trump.

Una vez más observamos a un nuevo presidente criticando al pasado y una vez más pasa el tiempo y no vemos cambios significativos. Promesas vacías que por momentos dan esperanza. La campaña electoral de Biden abordó fuertemente el combatir las causas de la migración, una gran diferencia ya que muchos de los involucrados solo buscan detenerla sin considerar el porqué. Hay que considerar que con más de un año en su puesto hay cosas que sí ha cumplido, como el detentar la construcción del famoso muro en su frontera con México, pero con muro o sin muro, a pesar de lo que sí ha logrado no se observa ningún indicio de reforma en su sistema de asilo ni mucho menos un sistema con procesos más humano y más conscientes.

En alineación con lo mencionado, en mayo de este año Biden y Andrés Manuel se comunicaron a través de una llamada telefónica y se dice que el tema central fue la gestión del flujo migratorio de México a Estados Unidos. La llamada se calificó como constructiva, sin embargo ¿constructiva para quién? Se dice que dicho contacto tuvo una duración de 52 minutos y que la mayor parte fue sobre el tema de migración, en específico sobre la coordinación de trabajo para reducirla, pero ¿qué tanta diferencia pueden hacer menos de 52 minutos? Las buenas soluciones para concretarse requieren tiempo, inversión, recursos y sacrificios por eso desgraciadamente casi siempre son las malas las que ganan.

Por años estos dos países han compartido una realidad, la de una frontera que para miles es la viva imagen de la desigualdad, la discriminación, la injusticia, el abuso, la violencia y la ausencia de capacidad por parte de los actores involucrados de garantizar el derecho a no migrar. Cuando el covid llegó en marzo del 2020, Donald Trump estaba determinado a tomar medidas drásticas para ponerle un freno en seco a la migración y el llamado Título 42 que sus colaboradores encontraron parecía mandado a hacer. Esto se debe a que una herramienta institucional le permitía cerrar las puertas y expulsar rápidamente y sin procesos complicados a quién se atreviera a entrar todo con la justificación de no propagar el virus. Dicha medida ha sido denunciada en repetidas ocasiones por ser un pretexto muy bien disfrazado, pero aún así, su vigencia se heredó a la siguiente administración. La relación de Andrés Manuel con Trump fue complicada, hubo amenazas y siguiendo el mismo patrón histórico, México no tuvo de otra más que obedecer.

Biden en su discurso habla de abordar los problemas a través de la negociación lo que implicaría cambios en la relación con su vecino del sur, sin embargo, el 2021 destaca por haber roto el récord de cruces ilegales en más de 10 años. Con relación al Título 42 y como parte del mismo discurso, prometió que le pondría fin y que por lo tanto impediría la expulsión inmediata de migrantes en la frontera con México que desde su inició ha permitido más de 1.8 millones de expulsiones de inmigrantes en su mayoría llevadas a cabo por miembros de la patrulla fronteriza y casi nunca por funcionarios de salud.

A pesar de ser crueldad disfrazada de medida sanitaria y que sin duda representaría un cambio positivo para el contexto actual de la migración parece que de momento hará lo posible por posponer o evitar su fin puesto que la a fecha que inicialmente estipuló su gobierno para levantar la medida era el 23 de mayo de este año y seguimos sin cambio alguno. Una encrucijada de principios en un año electoral, Biden tiene que gestionar la importancia de las elecciones puesto que todo suma o resta votos y poder y con base en eso, tomar decisiones, idealmente unas que tengan como fin el bienestar de los más vulnerables, de una cifra significativa de personas que voluntaria o involuntariamente migran.

A pesar de la violencia, la ruptura del tejido social y el despojo que implica el Título 42 y otros protocolos homólogos, hasta cierto punto han cumplido con el objetivo de ralentizar el flujo migratorio y se teme que con su levantamiento no haya qué o quién detenga a las masas, por eso la Suprema Corte de Estados Unidos decidió que aún no será legal la suspensión del MPP (Protocolos de Protección a Migrantes) y en adición un juez ordenó cancelar la suspensión del Título 42.

La historia no ha demostrado en repetidas ocasiones que medidas como esta no son la solución al tema migratorio, que la gente necesita más. Aún así, parece ser que ninguno de los dos gobiernos está dispuesto a generar el cambio a romper con este patrón que tanto daño le ha hecho a los ciudadanos de México y Estados Unidos, los pretextos aún no se agotan, entonces ¿cuántos minutos, presidentes y vidas más se necesitan para que esto se solucione?

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