Monotonía

Óscar Llena
Vestigium
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2 min readMar 24, 2020

La persiana medio bajada me permite divisar notoriamente el entramado de edificios que conforma el barrio barcelonés de Les Corts, obviando la inmensidad del cielo. Es martes y no se oye ningún suspiro. Al menos el que recuerdo de una semana atrás, que desfiguraba el griterío de los niños recién salidos del colegio o el lloriqueo de los bebés agarrados a su cochecito en los alrededores del campo de petanca de delante del quiosco. Hoy apenas retumba el acelerón de uno o dos coches que arrancan tras la pausa del semáforo.

Las calles están vacías, pese a las tímidas intentonas de un abuelo de la comunidad de enfrente de abandonar la soledad de su hogar en busca de algún refrigerio mientras pasea a su perro. Tan sólo hay vida en los balcones, desde los que se refleja la tenue luminosidad del salón de las casas, entre la que se distinguen las ondas televisivas. La atipicidad del martes delata a todo un vecindario instalado en una inevitable rutina que en nada se parece a una rutina. Atrás quedan los horarios fijos de trabajo en las oficinas, o ese paseo matutino para ir a comprar el pan. Se podrá seguir haciendo de manera casi clandestina, tan sólo por necesidad.

En las redes, siguen confluyendo propuestas para un cambio que derivará en una desconocida monotonía, bajo el caluroso aplauso de los navegantes. Paradójicamente, serán los dispositivos, en su camino hacia el poderío universal, si es que no lo habían alcanzado ya, los encargados de hacernos encarnar esos momentos rutinarios que vamos apreciando poco a poco. Ese café después de clase con el compañero de pupitre o el repaso de la agenda política ya sólo serán posibles a través de una pantalla que separará nuestras vidas. Ahora, en tiempos de “cuarentena”, “confinamiento” o como quiera que se llame el período que atraviesa la humanidad, resulta más necesario que nunca ese detestable gesto de ir a comprar el pan, de sacar la basura afuera o de pasear al perro, que atónito frente a la puerta de casa observa con nosotros el cambio.

Un silencio recorre durante todo el día el exterior, tan sólo condimentado por ese pitido de la ambulancia en busca de un punto médico o por el galope de los coches que buscan huir de la rutina en busca de desatosigarse con el trabajo. El ruido semanal que tanto preocupa a veces, se ha trasladado a casa, donde convergen los más pequeños acompañados de sus más fieles aliados y los mayores, necesitados de ocupaciones a través de sus tareas domésticas. Una nueva vida a la que cuesta acostumbrarse, o al menos se nos hace idea de ello, y que nos pregunta sin cesar ¿qué echas en falta?

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