Palabras que pueden matar tus sueños

Allan Samayoa
Vestigium
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4 min readJun 24, 2018

Hace mucho tiempo tuve la inquietud de aprender a tocar piano. Me encantaban las piezas clásicas desde muy niño, probablemente el gusto de mi papá por la música me hizo apreciar esos detalles artísticos. Es más, mi papá tocaba muy bien el teclado eléctrico «de oído» y me enseñó algunas cosas; incluso llegué a tocar un par de clásicos algo «machucados» y totalmente sin conocimientos de música.

En algún momento de mis 18 años decidí pagar algunas clases de piano. Comencé a asistir y además a practicar un poco más seguido las técnicas y tareas que nos dejaban, pero comencé a sentir que no tenía un «talento natural»; así que comencé a dudar si era lo mejor para mí seguir en las clases y con esa «tonta idea» de aprender a tocar piano.

En esos momentos de duda, conversando con alguien que consideraba muy especial para mí, llegué a comentarle esas dudas y temores con un poco más de detalle. Probablemente estaba buscando algo de motivación sincera de alguien que pensaba que podía ayudarme. Las palabras de esa persona me marcaron para siempre….

«¡Vaya! Por fin te diste cuenta que la música no es para vos». ¡BOOM! Esas palabras se clavaron en mi interior como dagas, recuerdo muy bien el dolor que esas palabras causaron. No parece ser gran cosa si se las cuento así de sencillo, pero, para que tengan un poco de contexto, les puedo decir que el peso que esas palabras tuvieron se lo daba yo por la persona de quien venían, alguien en quien confiaba demasiado y, probablemente, alguien que tenía «en un pedestal».

La motivación de seguir aprendiendo esa disciplina murió de golpe. Lamento desilusionarlo, esta no es una de esas historias donde al final terminaría dando un concierto frente a una multitud y me aplaudirían de pie concluidas las piezas, después me contrataría una enorme y famosa orquesta y «viviría feliz para siempre». ¡NO! Es una historia más cruda y real. Me olvidé por mucho tiempo de ese deseo, dejé las clases y, después de algunos experimentos en otras disciplinas, me convertí en un diseñador gráfico promedio.

Mi historia con el diseño fue muy parecida pero con un giro muy importante. Cuando comencé tuve los mismos temores. También me di cuenta de que no tenía talento natural para la estética que se requiere en el diseño, dudé nuevamente, pensé en dejarlo, me frustré cuando «no me salían» buenos diseños o me criticaban los clientes y compañeros. La verdad comenzaba a pensar que no tenía «talento natural» para casi nada [me río solo], pero un detalle pudo hacer la diferencia, y ese detalle fue que ¡NO LE PREGUNTÉ A NADIE! Si creía que podía ser un buen diseñador, simplemente me dediqué a convertirme en uno. Y, ¿cómo sé que funcionó? Pues porque casi por 17 años he vivido de esa habilidad desarrollada «no natural» en la que me enfoqué y paga las cuentas.

Una de las motivaciones más importantes que tuve para no rendirme, honestamente, no era una gran pasión por lo que hacía [lamento desilusionarlo otra vez], tampoco era el deseo por «demostrar» nada, ni a mí mismo ni a la persona que mató al artista que llevaba dentro [drama añadido]. No, era una motivación más básica… tenía que comer, pagar dónde vivir y pagar las facturas, tratar de salir adelante solo [allí tiene una excelente motivación].

La moraleja de esta historia es sencilla: «No deje que nadie mate sus sueños». No puedo decirles que soy un «pianista frustrado» [me vuelvo a reír], simplemente no llegué al punto de esforzarme tanto por eso como para frustrarme. Incluso algunos pueden decir que «no era para mí» porque no me esforcé lo suficiente… La verdad nunca lo sabremos, pero lo que sí puedo decirles es que ya entrado en años me di cuenta de varias cosas fundamentales.

Primero: Que si me lo hubiese propuesto probablemente lo hubiese logrado. Y esto lo digo porque después de esa experiencia he podido comprobar que casi todo lo que me he propuesto lo he podido lograr y, la verdad, no he tenido el «talento natural» para casi nada.

Segundo: Me di cuenta que sí tenía un «talento natural» y es el de APRENDER, talento con el que casi la totalidad de la humanidad ha sido bendecida. Por lo que casi cualquier disciplina que uno ame, le apasione, le toque las fibras más intimas, puede ser lograda. Creo que hay muchos «talentosos» allí afuera que han logrado su éxito con algo más que su «talento»; más bien lo han logrado por su disciplina, perseverancia y tozudez propia de las personas que viven sus sueños con los ojos abiertos y que los quieren ver cumplidos.

Tercero: ¿Cómo evitar esas «palabras que pueden matar sus sueños»? Pues deje de preguntarle a los demás si usted es bueno en «esto o aquello» y comience a seguir su corazón [por cursi que parezca]. A mí me consta, las respuestas más importantes están dentro de usted y estoy seguro de que puede lograr casi cualquier cosa que se proponga si es parte de su ser.

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Allan Samayoa
Vestigium

Esposo y Papá • Diseñador y Animador 3D • Productor de TV • Emprendedor en @Pixelmediahn • Escritor ocasional