Porqué Italia fue golpeada por el coronavirus

El menefregaismo nos llevó a la cuarentena

Lau Jordan.
Vestigium
3 min readMar 13, 2020

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Foto por Macau Photo Agency en Unsplash

El domingo 8 de marzo tuve que tomarme el palo de Rimini, donde estaba disfrutando mis últimos días libres antes de arrancar la temporada. El sábado a la noche me llamó mi amiga Dani para avisarme que la ciudad, mejor dicho la provincia, estaba por ser declarada «zona rossa». Se infiltró en las redes, o lo infiltraron a propósito, el borrador del decreto (que finalmente el domingo a las 4 am fue firmado), que determinaba que la entera región de Lombardía y 14 provincias más, entre ellas Rimini, estaban por ser declaradas en cuarentena, con la prohibición de salir o entrar del territorio, o moverse dentro de él.

Desde el 10 de marzo, toda Italia está en zona protegida, desde un día antes que la OMS oficialmente declare al COVID-19, una pandemia. Todos los días el primer ministro italiano Giuseppe Conte, sale a expandir las ya drásticas medidas de contención que día a día se extienden en una lista, en la cual, la primera directiva es «Restate a casa» («Quédense en casa»).

El primer caso de Covid-19 en Italia (conocido) fue el 21 de febrero. Dos semanas después, estalló el caos. ¿Y por qué? Porque este virus es de alto contagio, y se está propagando por Italia a una velocidad infernal. Solamente de un día para el otro, los infectados se suman de a miles. DE UN DÍA PARA EL OTRO. EN 24 HS. ¿Se entiende? Ok, la enfermedad no es grave para personas sanas y en condiciones normales de salud, así al menos lo aseguran los especialistas, pero sí lo es para personas con condiciones de enfermedades preexistentes, tales como cardiopatías o pacientes oncológicos, por nombrar algunos ejemplos.

El paquete de medidas restrictivas lanzadas por el gobierno, y a las cuales algunas Comunas suman las propias, son el resultado de la indiferencia: no tomamos el asunto con la seriedad que merecía, y me incluyo, porque también dije «No pasa nada, son todos casos de afuera». La realidad hoy es que nuestra vida cotidiana fue totalmente trastocada, en el corto y en el mediano plazo: no hay clases, los negocios están cerrados (salvo los supermercados y aquellos de necesidad), gente quedando sin trabajo porque no les renuevan los contratos, empleados de temporada que no pueden empezar a laborar (como yo y tantos de mis amigos). Nada de reuniones sociales, nada de aperitivo, nada de apericena, nada de paseos en grupo, ni shopping, ni bares, ni discos, ni gimnasios. Nada. De nada.

Creo que el estado falló en varias cosas, y una fue tomarse tanto tiempo para declarar la gravedad del tema, y, por otro lado, nosotros ciudadanos no tuvimos la sensatez suficiente de dejar de mirar nuestra propia baldosa para mirar más allá de lo que nos convenía: quisimos el café en el bar, el spritz a la tardecita, juntarnos a comer con amigos, pasear por la ciudad, ir a los mercados. Es que Italia te tira a salir, siempre hay algo para hacer, o algo para comer. No quisimos renunciar a la dolce vita.

He leído a muchas personas en países donde el virus aún no atracó, subestimando y negando la seriedad de la situación. Desde mi lugar y viviendo la experiencia en primera mano, en el segundo país más golpeado por la enfermedad, puedo decir que se trata de una emergencia de salud pública a nivel nacional, y lo único que están pidiendo es que seamos más responsables, por un poco menos de un mes, a recluirnos en casa y evitar la propagación del contagio.

¿Y por qué? Porque lo más importante es que los casos graves, o complicados, necesitan ser hospitalizados, y cari amici, las terapias intensivas están saturándose en Italia, algunos hospitales ya no tienen camas y en otros casos están cortos de equipamiento, y tienen que decidir A QUIÉN le ponen el respirador.

Estamos en esta situación por una conducta de menefregaismo absoluto. Vamos a ver cuánto tiempo le lleva a la gente darse cuenta que no es una joda para videomatch, si es que logran levantar la vista de su propio ombligo.

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Lau Jordan.
Vestigium

Feminista. Tengo una mente inquieta que estoy aprendiendo a calmar.