Reseña de «El Don de la Diosa: El Castigo»
Las sagas de libros suelen ser difíciles de publicar. Que una editorial apueste por una significa no sólo que tiene confianza en amortizarla, sino que sabe (o intuye) que el público responderá y querrá más. Si conecta con la historia de su escritor, se asociará a la editorial con un mundo de calidad. Ganarán un sello de prestigio. Y para todo ello ya no sólo es suficiente con una buena prosa, necesitas, como mínimo, uno de estos componentes: un mundo profundo y absorbente, unos personajes carismáticos que traspasen el papel y/o una trama que termine en el punto más álgido y deje con la miel en los labios.
Teniendo en cuenta que El Don de la Diosa es una trilogía de libros autoconclusivos, nos quedan los otros dos puntos.
El mundo (junto con la Diosa) y sus transformaciones son el eje y el motor de tres historias que ahondan en la psique de los seres racionales que lo habitan. Aunque cada vez tendremos diferentes protagonistas, estos representan a una sociedad que atraviesa diferentes momentos en su particular historia. Si los leemos del 1 al 3, la veremos evolucionar. Pero también la veremos tropezar en la misma piedra, auto boicotearse, ayudarse, perseverar, esperanzarse o buscar un futuro mejor.
En El Castigo, Erain (Nueva Erain) termina de ganarse un rincón en nuestro corazón para siempre. Porque una vez acabado El Don de la Diosa, no sólo llenará un bonito espacio en nuestra estantería, es de esas historias que se quedan contigo.
Los personajes también explican este proceso. Si en La Redención los protagonistas son activistas, en La Huida forman parte del sistema y en El Castigo son casi ciudadanos anónimos (en las portadas podemos ver plasmada esta narrativa de los protagonistas). Las tres tramas funcionan sin fisuras desde estos tres puntos de vista. Esto, unido a lo cercanos y creíbles que resultan, consigue un maridaje perfecto para disfrutar de una ficción llena de crítica social desde la primera hasta la última página de la trilogía.
El extenso mundo se ve ampliado en la última entrega. Pues Erain pasará a ser un país más (aunque seguirá siendo el central) dentro de la trama. Entran en acción, por diferentes motivos, los países de: Siden, Ludenar, Oced y Tilia, y cada dirigente tendrá sus diferentes intereses.
Esto también hace que aparezcan distintos adversarios, desde el malvado Magog, un ser que despertará todo nuestro interés, incluso cuando haya terminado la novela, por esa mágica manera en la que Arantxa nos ofrece y omite información deliberadamente, a políticos de otras regiones.
Personajes como Linnea o Rei nos remiten a la fantasía más clásica y añorada, a ese misticismo y epicidad tan buscados por los lectores, y el protagonismo de Rima, cuyo tormento está manejado con mucha sensibilidad sin perder un ápice de fuerza, y de Senda, con una trama más compleja de lo que puede parecer a priori y que la autora sabe dirigir con maestría, nos remite a una aplastante actualidad.
Por último, la magia y la Diosa. Porque a eso hemos venido, ¿no? Seguimos descubriendo qué es. Si nos acordamos de aquellas primeras informaciones que recibíamos en La Redención, cuando las religiones campaban a sus anchas, aquellos ecos ya del pasado en la ficción, podremos ver cuanto entresijo y recoveco ha construido Comes. Con nosotros -los lectores- como ¿únicos? testigos del paso del tiempo y de la evolución de la sociedad. Todos los hilos se irán entrelazando, no sin dolorosos capítulos, para llegar a un final que cierra una historia única y una saga irrepetible. Aunque ya sabemos que con esta autora hay misterios que, como pasa en la vida, no tienen respuesta, no la conocemos todavía, o se nos han escapado entre su sutil prosa llena de detalles.