Una hoja sobre el piso

Raul Ariel Victoriano
Vestigium
Published in
2 min readDec 5, 2019
Foto por Anthony Rossbach en Unsplash

Desde aquí, veo el paisaje.
Un desorden de piedras marrones rodea de espuma blanca la orilla de aguas esmeralda de la laguna. No hay árboles, sino un desierto al término del horizonte rojo.
Por arriba de las nubes y por debajo de la oscuridad infinita hay otra tierra sin límites. No sé dónde empieza ni dónde termina. El cielo y el infierno están juntos. No hay ángeles ni espíritus gritando desesperados entre las llamas.
Por ahora solo he percibido silencio y soledad.
Antes de atravesar el límite, en ese instante fatal en el cual me sorprendió la muerte, atrapé en mi puño toda tu ternura y me siento poderoso, aunque acá de poco sirve. Podría devolvértela, arrojarla dentro de tu pupila o colocarla encima del paño púrpura de tu corazón.
No sé si vale la pena.
El dolor ha cesado y el movimiento de los recuerdos es incesante. Es fácil la contemplación del dibujo delicado de tus labios de plata y el contorno ajustado de la blusa negra con tu espalda al descubierto.
Tal vez no lo creas, se trata de una zona en la que meditar es sencillo, solo necesito mirar a esa estrella solitaria hundida en el azul negro, lejos de la rutina y los sucesos cotidianos.
Quizás a vos te pasaría lo mismo si estuvieras acá.
No es necesario traer los enormes tomos incunables de la preceptiva literaria. Si te lo propones podrías recordar la voz de almíbar de tu abuela leyéndote tus libros de cuentos, antes de dormir, cuando eras una niña.
No llegan a este sitio las cosas materiales.
Sentada en la silla podrás verme. Mi cuerpo está entero, acostado en esa rústica cama de hospital esperando el desenlace, pero, sin embargo, mi alma ya no está allí con vos.
No dudes del sonido que escuchaste. Desde aquí arriba te acabo de enviar un susurro, una señal de amor, algo similar al ruido de una hoja al caer sobre el piso de la habitación silenciosa.
No mires así, con temor. He sido yo. Si te acercas un poco más lo podrás comprobar: ya no respiro. Pero, por favor, no deseo tu tristeza.
Y sobre todas las cosas.
No me llores.

Este cuento pertenece al libro “Fotos viejas” de Raul Ariel Victoriano

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Raul Ariel Victoriano
Vestigium

Alguien que escribe con el incierto propósito de saber de qué se trata la literatura. https://hastaqueelesplendorsemarchite.blogspot.com/