Volveremos

Algo nos dice, como a Jesucristo en su día, que regresaremos, que volveremos a la vida. Pero mientras, confiemos.

Óscar Llena
Vestigium
3 min readApr 11, 2020

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Os voy a ser sincero. No me apetece escribir. Aunque lo necesito, no sé ni por donde empezar. Si por describir los inmóviles edificios de enfrente que me acompañan en mis horas de estudio, si por contar mi insulsa rutina casera o limitarme a divagar en los gritos que inundan el salón en estos días. Lo cierto es que, a pesar de alguna que otra lectura intencionada, no deja de resonar en mi cabeza ese maldito bicho. Maldito, o mejor dicho inoportuno. El pobre no tiene la culpa de habernos encerrado a todos, como diría aquél.

Por mucho que trate de salir de la burbuja, que tocando con los pies al suelo, es lo único importante en estos días, no hay nada que me permita descontagiarme, por decirlo de algún modo. Lo fácil es, sin duda, traducir emociones al respecto en el papel, hablar de lo mucho que nos reconfortará y unirá esta pandemia, o incluso indagar en las angustiosas cifras que está generando esa curva, la maldita curva. Eso es trabajo de otros, por mucho que hoy, en las redes, en la mesa y en los grupos de whatsapp sean muchos los que queramos (me incluyo, pues no niego que haya hecho bandera de mis opiniones) llevar la voz cantante o hacernos oír en estos días. No nos queda otra, pues tampoco hay cosa que podamos hacer más que quedarnos en casa.

El diario de la cuarentena, al menos en mí caso, seria un auténtico infortunio. Páginas hambrientas de contenido en busca de un hilo de acción que nunca existiría. Más allá de las reseñas de Kapuscinski,- mi actual lectura-, o las críticas de la Casa de Papel, no habría nada que aprovechar. Pero necesito escribir, aunque sean líneas vacías que no reconforten ni a uno mismo, por el mero hecho de mantener actualizado aquello que hago llamar blog.

Trato de tirar de retrospectiva y hemeroteca, pero tampoco. No tendría sentido hablar del ayer, pues deprimiría aún más. Sí, es bonito echar la vista atrás y volver a fantasear con los mejores partidos del Barça de Pep Guardiola, pero nos entraría esa nostalgia que el culé lleva arrastrando desde hace años y nos limitaríamos a martirizarnos a nosotros mismos. Esa no es la solución, al menos para mí.

Confieso que estos días de Semana Santa sí estoy reflexionando entorno a la Pasión que se acerca, y aunque no es mi intención llenar estos blancos de sermones, me ayudan a meterme más en el papel que nunca. Mañana, jueves santo, comienza el llamado Tríduo Pascual, tres días donde cobra sentido la fe de muchos. Ahí donde cobran sentido esas palabras de Y al tercer día… RESUCITÓ. Resucitó, por muy increíble que parezca, como lo haremos nosotros después de salir de esta. Como si de un dogma de fe se tratara, sabemos que saldremos y que volveremos a escribir sobre lo que vemos, lo que vivimos y lo que nos rodea. No sabemos cuándo, ni el como. Quizás el 26 de abril o quizás pasado el verano, pero saldremos. Quizás la vida no cambie para nada a como la dejamos cuando nos encerramos en nuestras jaulas, pero quizás dé un giro de ciento ochenta grados y nos encontremos inmersos en ese mundo fantasioso que algún día dibujamos cuando éramos pequeños.

Nos vemos atados a un madero prácticamente infranqueable, solos y prácticamente sin nada, como Jesús ese viernes en el Calvario. Pero algo nos dice que volveremos a la vida, como lo hizo Él. Confiamos en que ese dolor que tenemos pasará, como lo hacía Él. Son miles las semejanzas entre estos días de renúncia y el tiempo litúrgico en el que, paradójicamente, están aconteciendo. Como si fuera un cuento, ¿verdad?

Confiemos. Volveremos a salir, a contar historias y a abrazarnos. Seguro.

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