Yo decía Eucalipto y usted decía que no

Dan Alvarez Ruano
Vestigium
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3 min readSep 15, 2022
Foto de David Clode en Unsplash

Siempre me gustó verla. También, siempre hubo mucho que no nos decíamos. Aún reinaba esa curiosidad melindrosa, un miedo pequeño, enmudecido. Y yo caminaba atrás suyo, a pasos pequeños, mientras usted inspeccionaba carteles, calendarios japoneses entre lila y rosa. Eran muchos, un cuarto blanco y, extrañamente, vacío (aunque repleto de fechas). Se notaba el deterioro, ese peculiar y particular al edificio público, una cierta falta de gusto y ganas. La actividad cultural en Guatemala y la decadencia: eterna enemiga.

Usted vestía jeans, una blusa negra, pegada. La tela, tan delgada, se mantenía estática en una tarde sin viento. Los árboles, varas inamovibles, nos saludaban de lejos. Caían hojas y los niños las pisaban, corriendo, lejos de sus padres y hacia los helados, moraditos y rosa.

En el paseo nos detuvimos tres veces. Tres veces quise hablar y dos fallé, concentrándome en la tarde, en los niños, en lo repleto de un mundo prepandemia. Me comía un ansia terrible y supongo que la pregunta que siempre quise hacer y nunca hice, fue: ¿Cuándo nos metimos en el fango? ¿En este perenne lodo inacabable? Sí, sí… podría ser peor. Podríamos odiarnos. Para ese entonces, usted no se había cansado, no aún. Aquello vendría luego, luego de meses.

Pasé el día entero en mi cabeza. Caminando a su lado, en mi cabeza. Contestándole preguntas, en mi cabeza. Pidiendo un helado: distraído, en mi cabeza. Pasé el día en silencio, a la espera de una respuesta que no venía. En espera de la manifestación divina, de la solución, la absoluta y final.

Nunca vino.

— ¿Qué tiene? — preguntó usted.

— Nada — dije dos veces.

Pero me quedé sin energías. Me convertí en un rollo de ansia, uno que busca absolución. Así que le dije todo, abrí la boca, me vertí entero en un vaso que usted, amable, me tendió. Supongo que lo vio rebalsar, pero se mantuvo, nunca se fue. Empapé el carro con llanto y una especie de seguridad que se afianzaba en los secretos compartidos. Así que me reconstruí de a pocos y a cada palabra (dañina para usted), salí del abismo que me cavé durante la tarde.

— Me curé por usted — me gustaría haber dicho.

Usted fue medicina ese día y muchos. Yo, quizá fui una lección aprendida. El cariño no mide esfuerzos y usted me dio el suyo completo. Hoy, quise haber dado más. A la tarde, luego de la confesión que me absolvió, fuimos por un café. El tráfico de lunes en Guatemala nos llevó lento, hamaqueados, a la cafetería sobre la ciudad. Y nos sentamos en el frío, nos tejimos un capullo con sus dedos, largos y tiernos.

— Me encantan sus abrazos — la escuché decir.

— Y a mi lo suavecito de usted entera, las curvas que me absorben, la cintura que se me escapa.

— Ay, D., ¿por qué habla tan raro?

Nunca lo supe.

Nos despedimos tres veces y esta fue la primera. Las demás vendrían luego, meses después. Esa noche, con la ciudad al frente y un café en mano, usted tomó un gajo de un árbol, la cáscara caída de un Eucalipto (o el árbol que fuera). “Torreliana”, dijo, y el internet lo confirmaba. Para mí, la única versión de un árbol menta y quebradizo era esta: la de un Eucalipto. “Sea el que sea”, me dijo, “tome un pedazo”. Y lo cortó, me tendió la cáscara. Tranquila y en paz. Yo quise sentir lo mismo (quizá lo sentí a instantes). Las ganas de hablar me mantenían a flote, sus palabras me salvaban, una sílaba a la vez. Pero la vida anclada a la esperanza no es vida, el problema con una puerta cerrada es ese: que solo te escuchan si gritas, y cuando se da todo de sí, se quiere más que una cáscara, vieja y olvidada. Se quiere el sí resoluto, la afirmación final, la que el ansia terrible me comió, me quitó de entre los dedos.

Con la noche entrando y frente a su apartamento, usted se bajó del carro. Se despidió. Yéndose, le grité y usted volteó. “Eucalipto”, le dije. Usted me sonrió, sonrió y dijo que no.

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Dan Alvarez Ruano
Vestigium

escribo para no olvidar. leo para recordar. pueden descargar mi libro, «La Desaparición de las Flores», gratis en: goo.gl/kuQ7en