Ayudando a Ralph Wolf a ganar de una vez por todas.
¿Os acordáis de cuando el objetivo de los videojuegos era simplemente divertir? ¿Sin más pretensiones? ¿Cuándo el catálogo de una consola se permitía el -lo que ahora denominamos- lujo de hacer obras sencillas y diferentes?
Estoy hablando de un juego de puzles en el que no podemos morir –con las leches que se metía hubiera sido una adaptación absurda-, no nos aprieta ni la presión de un mal salto ni la del tiempo, pues no hay contrarreloj. ¡Y funciona! ¡Claro que lo hace! Porque lo importante es pasarse el juego y disfrutar del reto, no ver una cinemática eterna y pulsar de vez en cuando un botón. Si caemos nos daremos el porrazo del siglo y volveremos a las andadas. ¡Porque hay que comer!
Funciona también porque muchas de las actuaciones que tenemos que acometer nos recuerdan a situaciones que ya vimos en los capítulos de la televisión. Es inevitable sonreír jugando. Podríamos hablar incluso de que quizás hoy no se hagan este tipo de juegos porque las series infantiles ya no son así, pero eso es otro tema muy diferente.
La jugabilidad de Perro & Lobo es francamente buena, la cámara, para ser de la primera Play Station, es envidiable. Ha envejecido muy bien. El ritmo de “juego libre” del que hablaba también rompe con los plataformeros –sin ser Perro & Lobo uno de estos- de acción continúa. Al librarnos de la frustración y del estrés, que suelen acompañar a los juegos de series de animación, podemos disfrutarlo y paladearlo.
Apostar, siendo un estudio con dinero, por este tipo de aventuras, e innovar, es un objetivo que creo que se ha ido perdiendo. Con excepciones, por supuesto. El audio, con voces originales, es perfecto. Los efectos de sonido son exactamente iguales a los de la serie de la Warner Bross: esas caídas, esos explosivos, las carreras, los puñetazos del perro ovejero Sam –al que en cada nivel hay que robarle una de sus ovejas-…
Con cada nueva misión las soluciones para los puzles son menos obvias (sin llegar a la desesperación) y los objetos son más disparatados. Solo podemos guardar entre niveles, pero como la principal herramienta es nuestra inteligencia (junto con la coordinación) y tendremos que ir probando mediante ensayo y error, no hay problemas serios con eso.
El juego, no obstante, tiene secretos. Obteniendo determinados objetos podremos desbloquear pantallas ocultas y canjear puntos por imágenes del story board y bonus regalo de lo más curiosos. Y sí, aunque en la línea delirante de los Looney Tunes, el juego tiene su pequeña trama. El juego es tan gozable que no quiero explicar lo más mínimo.
Además, si os quedáis atascados siempre podréis ir a tocarle las narices a Sam y provocarle un nuevo chichón a Ralph. Por los viejos tiempos.