En defensa de Squall y Yitán

Alvaro Coll
Vidyalantes
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4 min readMar 19, 2020
Ahora que Cloud ocupa todas las portadas…

El Final Fantasy VIII y el Final Fantasy IX han vivido un fenómeno muy curioso, estando ya los dos a la venta pocas veces han compartido elogios. El equilibrio entre ellos, injustamente, ha sido imposible. Cuando han destacado a uno, el prestigio del otro ha caído. Los gráficos superdeformed del último de la saga en Play Station echaron para atrás a más de uno y se vilipendió al juego mientras se alababa la continuidad modernista de la octava entrega.

Por el contrario, con el tiempo, las aventuras del grupo de Garnet fueron cogiendo aires de juego de culto y una corriente anti-FFVIII despertó por la mecánica del juego protagonizado por los SeeDs. Dos grandes obras que son comparadas cuando no tienen absolutamente nada que ver. No se pretendía lo mismo con cada uno y los dos consiguieron calar en el público a su manera.

El ritmo del Final Fantasy de Yitán es pausado. Pretendieron hacer un relato lento porque lo importante son los personajes, su aventura personal es la clave. Los oficios son fijos porque definen al personaje y realzan su personalidad. Así empatizamos más, vivimos en ellos. Yitán, como Cloud, no se enterará (junto con nosotros) hasta el final de que han jugado con él. Ambos pasarán por un trastorno psicológico al conocer sus orígenes.

Las STA contribuyen a ralentizar más el compás, es un juego también muy contemplativo y nos deja cotillear en la vida de los demás, en qué están haciendo mientras tanto. La historia es sencilla, no es complicada, ni pretende serlo. Es un cuento con moraleja. El peso recae en las vidas y en la evolución de los integrantes del grupo, ellos hacen que merezca la pena jugar.

La exploración, que va acompañada de signos de admiración e interrogación para que nos detengamos más a buscar tesoros, ayuda a establecer ese ambiente relajado. Además cada elemento equipable puede hacer que aprendamos una habilidad y nos detendremos a pensar qué técnica asimilar primero.

La historia principal tarda en arrancar, la introducción dura horas, al menos pasarán 15 horas hasta que podamos utilizar el comando “invocación” (segundo CD) y más de 25 hasta que obtengamos el primer medio de transporte oficial (tercer CD). Que haya cuatro combatientes en las batallas las convierte también en más estratégicas que rápidas.

Por su parte el Final Fantasy VIII tiene una acción trepidante. La misma intro nos ofrece un combate que le causará a Squall su cicatriz. Estamos ante una historia compleja, los protagonistas no pretenden ser los típicos protagonistas elegidos, se quiere romper con eso: son unos huérfanos cualesquiera, incluso Seifer. Lo que importa es el contexto y lo que está ocurriendo en el mundo, no el desarrollo del grupo de SeeDs que manejamos. Es más importante la historia de Laguna, que es la que une al protagonista con los acontecimientos.

No hay cofres que buscar, se abandona la exploración –más allá de los puntos de extracción- en pos del ritmo. Si paramos a subir de nivel, los enemigos subirán con nosotros en esa zona. Ni siquiera podemos equipar armaduras o accesorios, se deshace de los esquemas de siempre, lo que le da un plus de velocidad.

El juego pone toda la carne en el asador con los Guardian Forces y la magia como componentes a enlazar, un nuevo sistema de batalla y de estadísticas que influirá directamente en la historia. La memoria de los protagonistas acabará resentiéndose por usarlos.

Ya en el prólogo obtendremos nuestra primera invocación y combatiremos contra Ifrit. Y es que vivimos en un continuo examen, de hecho se acabó eso de recolectar monedas de los monstruos, nos pagarán automáticamente cada cierto tiempo, dependiendo la cantidad del rango SeeD que tengamos; no tenemos que preocuparnos.

Hasta el juego de cartas del Final Fantasy VIII es más dinámico. Estamos ante dos juegazos que nos ofrecen experiencias muy diferentes, creados en momentos distintos y que quieren transmitir conceptos dispares.

Ambos impactaron con su salida por ser atrevidos (sin llegar a la locura del Lightning Returns), los del jardín de Balamb se desligaban del esquema “pueblo — mazmorra — jefazo” abrazando una historia muy trabajada, y la banda del rival de Kuja llegaba con un buenismo y unos gráficos inesperados para hacer una oda a la fantasía clásica cuando la ciencia ficción estaba arrasando.

Podemos hacer rankings de preferencias por gustos personales, pero valoremos ambas entregas por lo que fueron y siguen siendo. Hasta metiendo en su Top3 al FFVI, FFVII y FFX, hay quien discute sobre la octava y novena entrega. Y es un absurdo, no es una competición.

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Alvaro Coll
Vidyalantes

Historias detrás de la Historia. Sentimientos que se heredan con los relatos.