Mi espejo en God of War

Alvaro Coll
Vidyalantes
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4 min readDec 15, 2019
Este artículo puede contener algún spoiler.

El viaje de un padre y un hijo a la cima de la montaña más alta para esparcir las cenizas de la difunta esposa y madre. Ni más ni menos, esa es la historia del God of War en su cuarta entrega.

No había jugado más que unas cuantas fases de los tres primeros, había machacado botones para sentir el poder de la destrucción de Kratos y avanzado un poco con él para conocerle y ver los derroteros de sus historias.

Pero el cuarto videojuego, ya desde el inicio, prendió algo en mí. Un diseño de Kratos espectacular, unos gráficos impresionantes usados con inteligencia para hacerlo más humano que nunca –en todos los sentidos- y ver los matices de las expresiones y disfrutar del viaje. Del aspecto jugable solo me puedo quejar del mapa, prácticamente inservible, pero no voy a centrarme en esto.

Como Atreus, perdí a mi madre demasiado pronto (aunque era mucho más mayor que él) y los años que viví codo con codo con mi padre, fueron muy intensos.

Kratos se alza como la típica figura paterna de padre poco comunicativo, de poca paciencia con el aprendizaje de su hijo, escaso tacto e intransigente. Tanto él como Atreus evolucionarán durante el viaje, se conocerán más y mejor, y descubrirán que comparten mucho más de lo que creen. Les une mucho más que el duelo, aunque ellos al principio lo ignoren. El amor de ambos hacia Faye eclipsa al latente que se procesan entre ellos.

Atreus tiene una mezcla entre respeto y odio hacia su progenitor, y con los tiempos perfectamente medidos, iremos viendo como el cariño se irá acrecentando. Conforme Kratos se abra, le muestre sus sentimientos, y le explique que su silencio es otra forma diferente de sobrellevar la pérdida de su amada, el niño entenderá que su padre sufre un gran tormento y que, aunque lo parezca a veces, el jovencito no es una molestia para el Dios.

Entender a Kratos es más sencillo, es más fácil intuir que poco a poco irá aceptando que su pequeño está creciendo todavía y que puede enseñarle, a él, por mayor que sea y por experiencia que tenga, muchas cosas. Así, nosotros veremos las múltiples formas que hay de afrontar una muerte y lo difícil que hacemos a veces las relaciones entre personas. A pesar de que Kratos quiere a su hijo y le quiere proteger de todo, no le tiene en cuenta para nada y le costará más de medio juego dirigirle buenas palabras o, al menos, más alentadoras y no tan duras y críticas.

Atreus busca constantemente la aprobación de su padre, al que admira. Aunque llegado un momento de la historia, sin dejar de idolatrarle, comenzará a echarle en cara su comportamiento, se cansará de los reproches, y el odio por no haber estado más con su madre y con él ganará terreno. Después, cuando se entere de que él es un Dios también, pasará de niño cansino a niño subidito.

Al pasar tanto tiempo juntos, hablarán de cómo veían a Faye, pues poco a poco dejará de ser un tema tabú entre ellos. Desenterrarán el pasado, pero también el presente. Kratos se interesará por las inquietudes de Atreus, que sentirá más cercano al poderoso Dios, y aceptará aprender de su hijo. Como el padre que se sienta frente a un ordenador y se deja guiar por su benjamín y aprovecha para preguntarle por sus aficiones e intereses.

Comprender que cada uno supera la muerte de una manera y que necesita tiempos diferentes será el primer paso para iniciar la buena convivencia en su nueva etapa vital.

La misma Freya, otorgándole la invulneravilidad a Baldur, buscará protegerse del daño y del miedo a que le quiten lo que más quiere. Condenará a su hijo a evitar a la muerte para así poder huir ella del duelo que sí recorren los protagonistas desde el inicio. La Diosa es la muestra de que es más fácil aceptar la muerte de uno mismo que la de los demás.

Los férreos principios, la estricta forma de actuar, la seriedad… claves en las que he visto a mi padre reflejado. Como Atreus, al pasar tanto tiempo solos, fui conociéndole mejor –y él a mí- tras romper las barreras y obstáculos que habíamos construido, sin pretenderlo, entre nosotros, y disfrutamos mejor el uno del otro, compartimos más cosas y, sobretodo, nos entendimos. Yo escuchaba y me dejaba empapar de su sabiduría, él aplacaba sus formas y se abría a las novedades. Los dos empezamos a ser más transigentes y menos críticos.

God of War es una triste y habitual historia, la de aquellos que hasta que no sufren una desgracia no aprenden a valorar algunas cosas. Sí, puede resumirse en el clásico: Kratos quiere lo mejor para su hijo, su hijo no ve lo difícil que es ser su padre. Atreus quiere que su padre le trate mejor, su padre no ve que infravalora al pequeño. Pero lo bueno reside en el guion, en cómo podemos llegar a empatizar e incluso en el grandísimo doblaje. El CÓMO del juego es la clave, sin olvidar la personalidad de los personajes, incluidos los enanos, Mimir, o Freya, aunque ella merece una entrada para ella sola.

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Alvaro Coll
Vidyalantes

Historias detrás de la Historia. Sentimientos que se heredan con los relatos.