Rediseñados para el capitalismo salvaje.

Alvaro Coll
Vidyalantes
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6 min readSep 2, 2020

Este año, aprovechando una ofertaza, me compré el 2K20, mi primer juego de la NBA. Teniendo en cuenta que no tengo PS Plus, disfruté el modo Mi Carrera muchísimo. Con el FIFA 17 (y luego el FIFA 18, el último al que jugué), gracias a Alex Hunter, también pude disfrutar, doce años después, de un videojuego de fútbol. El último que había comprado anteriormente había sido el de 2004, y fue aquel Pro Evolution Soccer 4 para Play Station 2. Si bien es cierto que me regalaron el primero que salió para PS3, desde esa época que no jugaba -salvo alguna excepción muy puntual en casa de algún amigo- a ningún juego futbolero.

En 2005 ya se me había pasado la época de comprar todos los años el nuevo Pro y de hacer torneos con familiares y amigos, me centré todavía más en los juegos de rol en la consola y limité mis horas como manager virtual a los PC Fútbol y los Football Manager; de los que nunca me podré desenganchar. Un día hablaré de ellos.

Conservo el FIFA 97 para MegaDrive, los FIFA 99, 2000 y 2001 con Morientes, Guardiola y Mendieta en sus carátulas para ordenador y todos los Pro Evolution de PS2 (además del primero para Súper Nintendo). Aunque ahora los FIFA ganan de calle, en su día estaban a años luz de la calidad del simulador de los Pro.

El caso es que descubrir el modo ‘El Camino’ fue genial, desde que han centrado la jugabilidad en el modo online; hay que ser miembro de PS Plus si quieres explotar estos juegos al 100%. De este modo, para muchos han perdido la esencia. Sé de buena tinta que a los chavales que han crecido con esto les encanta el sistema de ahora, por eso ‘El Camino’ es más un regalo para los de la vieja escuela, una especie de modo historia nuevo en el que manejamos a su protagonista, Alex Hunter. Una promesa cuyo sueño es ser futbolista profesional y triunfar en la Premier League. El Oliver Atom inglés.

Nada más empezar vemos a sus padres discutir mientras te enfrentas a un lanzamiento de penalti decisivo en un partido de categorías formativas. Los padres se separan, tu te haces mayor (juvenil) y tu abuelo y tu madre son tu principal apoyo el día en el que te enfrentas a las pruebas para entrar en el equipo de tus sueños (que has elegido previamente al empezar la partida para que puedan decorar tu habitación con sus pósters). Así, durante el juego, y dependiendo de nuestras actuaciones en los partidos y entrenamientos y de los diálogos que decidamos mantener con los demás, viviremos unas experiencias que alargarán o acortarán la vida deportiva de Alex (y por la tanto la partida).

El juego concluye, si lo hacemos bien durante la temporada y conseguimos llegar, al finalizar todas las competiciones de la 16/17, pudiendo ganar varios títulos o ninguno. La historia está muy bien hecha. Aunque muchos giros de trama sean previsibles está muy bien llevada y no cae en demasiados clichés, de hecho rompe con algunos. El papel del representante y su relación con el abuelo (leyenda del fútbol) me gustó mucho. Como también me gustó el papel de la madre (que no vive del hijo y es una mujer fuerte), de la psicóloga y la ausencia de una mujer sexualizada. Ni cosifican a la mujer ni los jugadores tienen la típica conversación de babosos.

El doblaje es francamente bueno, la narrativa está a la altura de la época en la que vivimos y el montaje recuerda al de una película. Personalmente, como entrenador de categorías formativas, me gustó mucho como sumergen al jugador en el día a día de una promesa. No solo por los entrenamientos, desde los que te tienes que ganar un puesto en la alineación titular, sino también por las declaraciones que podemos hacer. Si bien las respuestas chulescas nos harán ganar seguidores en twitter por polémicas (lo que repercute en posibles patrocinios), las contestaciones modestas nos harán ganar puntos con el míster, penalizando por tanto en lo deportivo ser un jugador incendiario, creído e irrespetuoso. Así mismo, el Time Line de Alex Hunter nos va mostrando lo que dicen de nosotros los demás (prensa, afición, jugadores y agentes deportivos…), y lo hace sin paños calientes, como ocurre hoy en la realidad. Cualquier hijo de vecino tiene su opinión y nos la dará aunque no preguntemos, sea justa o no su apreciación. En la misma línea siguieron el FIFA 18 y el 19, que cerraron la historia del protagonista, pues continuaba con Alex más mayor en nuevas temporadas, con nuevos conflictos personales y con nuevas oportunidades de seguir creciendo deportivamente en otros clubs y competiciones. Del mismo modo, en las siguientes entregas también manejaremos a la hermana en sus partidos de fútbol femenino.

La originalidad y la creatividad, al contrario de lo que muchos creen, no está reñida con el deporte. Los cameos de deportistas de élite en estas historias se agradecen y en los 2K de la NBA, donde puedes diseñar al protagonista, aún más. Estos modos ‘Mi Carrera’ permiten vivir el deporte desde dentro y se han convertido en muy necesarios para que no estén vacíos ahora que todo gira alrededor del modo online, que requiere de una suscripción y podría decirse que no tienes el juego completo cuando los compras. Su DLC es el PS Plus. Tenemos hasta versiones gratuitas de estos juegos que realmente lo que buscan es que tras instalarlo adquieras el pase online para poder explotar la ‘versión lite’.

Aún así tienen margen de mejora, si quieren. Pero mucho me temo que no vayan a apostar por evolucionarlo de momento, les da mucho dinero el terrible sistema que han montado con estos juegos deportivos. La cara más sucia de la moneda es la de los sobres virtuales que incluyen jugadores y objetos (contratos, camisetas, entrenadores, fisioterapeutas, estadios, escudos…) al azar, o la de la posibilidad de obtener dinero digital comprándolo con nuestro dinero real para ahorrarte las horas de esfuerzo y dedicación con el mando. Si eres rico, tienes un atajo y mejoras antes, nuestro capitalismo, una vez más, se lo come todo. O lo que es todavía peor, en el 2K20 puedes ir a un casino a apostártelo para multiplicarlo… o perderlo. La mezcla definitiva es la de jugar online, estos partidos te dan más experiencia que los normales offline y te pueden convertir en una bestia competitiva, te comparas con tu amigo o vecino y tienes que ser mejor que él cuanto antes.

La droga de este siglo son las casas de apuestas deportivas, y poco a poco, gracias a testimonios, la sociedad lo está viendo, pero siempre surgen nuevas formas de enganchar al más débil, y (algunos) jóvenes lo son. A veces, cuando los padres se dan cuenta, ya tienen un cargo importante en su tarjeta o en su cuenta de PayPal, y cuando no tienen acceso a ellas, los niños directamente se han gastado sus ahorros en tarjetas prepago para la Store. Estos juegos incitan a comprar, se han convertido en una fuente inagotable de ingresos a costa del deporte. No quería decirlo, lo prometo, pero es que “ya no son lo que eran” aunque los maquillen con modos historia interesantes pero muy breves.

Dicen que se llama libertad, que nadie obliga a nadie, escondiendo la letra pequeña de lo que construyes mientras tanto. ¿Hacia donde nos lleva todo esto como sociedad? ¿Realmente es libertad poder elegir como pierdes el dinero?. Como diría Rato “es el mercado, amigo”.

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Alvaro Coll
Vidyalantes

Historias detrás de la Historia. Sentimientos que se heredan con los relatos.