Sea of Solitude. El precio de poder cambiar.
El viaje que supone el Sea of Solitude por el mar de la existencia es imposible que te deje indiferente. Navegar aprovechando las olas, arrojar luz, buscar el sol para que el monstruo que nos persigue por el fondo marino no nos devore, encontrar de forma secundaria botellas con mensajes de otros que atravesaron situaciones parecidas pidiendo ayuda… pronto nos damos cuenta de la depresión que atraviesa Kay, la protagonista. Iremos descubriendo los diversos motivos poco a poco. Y todo con unos gráficos con mucha personalidad y llenos de simbolismo, como los muebles del trabajo del padre en el edificio en ruinas.
Al inicio intentaremos bordear el agua, evitarla al máximo, pero entenderemos que debemos ser valientes y encarar los miedos nadando rápidamente cuando la bestia esté lejos. Calculando bien el riesgo. Al salir del mar dejaremos huellas negras al andar, el pasado persiguiendo los actos de la protagonista.
También podremos espantar gaviotas, con esto, dejando volar y huir a las aves, tendremos panorámicas y vistas mejores de cada escenario. Porque iremos quitando la corrupción de cada lugar, cargándola en nuestra mochila, una gran metáfora de cómo vamos asumiendo nuestra culpa. Usaremos la propia corrupción para apuntar al enemigo que es nuestra conciencia distorsionada y personificada, iremos afrontando el dolor y lo desconocido para avanzar. Arrojando luz.
Además de visibilizar el bullyng de forma espectacular (hacen muy bien poniendo un trigger warning al inicio del juego), el Sea of solitude le da espacio e importancia a los pensamientos intrusistas.
Antes de tener que superar la fase del conflicto entre sus padres, nos encontramos con el bullying que sufrió el hermano y tendremos que esquivar a los abusones. Nos exasperaremos con ella tratando de salir del instituto, donde entenderá que no se dio cuenta de los gritos de socorro del pequeño de la casa cuando atravesó los problemas en el colegio. Las manos que brotan del agua para arrastrarnos con ellas, la bruma que deberemos derrotar con más luz… aprenderá a escuchar mejor a los demás. Sin necesidad de flagelarse por cada error.
Y así, escuchando al monstruo que nos persigue hasta el final del juego, el que realmente la entiende, aceptará las críticas, aprenderá a aceptarse. Porque los problemas de comunicación son el centro de casi todos nuestros problemas y se plasmarán con el divorcio de sus padres. Un matrimonio infeliz que decide acabar de forma sana con la relación pero del que Kay se hace responsable. Tan importante es escuchar y dialogar como entender cuando ya no sirve de nada hablar. Evolucionar también es saber renunciar (como con su expareja). Aferrarse a algo o a alguien no nos permite asumir la también necesaria soledad. La ayuda puede tener tintes egoístas y saber dejar de ofrecerla es otro punto clave. Ayudando podemos sobrepasar límites, dejar de escuchar y de respetar las decisiones ajenas.
Por esto se siente sola, por eso navega en ese mar de soledad, porque parte de muchas ideas erróneas para llegar a sus conclusiones. Su depresión le impide aceptar su miedo, su monstruo, que siempre lo tenemos ahí, pero que hay que convivir con él, el dolor forma parte de la vida. Cuando comparta las cargas, entienda que se puede ser egoísta sin pretenderlo y que necesita espacio, cuando se ayude a sí misma: confiará en ella y dejará de depender de todo lo que le pesa, que no la define.
A fin de cuentas la lección que nos da es que poder cambiar es más importante que las pérdidas que supone hacerlo.