VILLA REGINA

Carmelita D´scalza
VILLA REGINA
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1 min readFeb 9, 2019

Manzana. Indio. Bardas. Autostop. Trabajo semi esclavo de hombres golondrinas que, como ellas, llegan y se van en bandada, con más mugre que dinero. Historias de infancias en bicicleta sin límites de horario. Atardeceres multicolores reflejados en álamos que danzan al son del viento. La luna, ay, Carmela no sufre pero tampoco puede admirar su belleza. Noches de amigos, río, reposeras, besos, ilusiones, psicofármacos, risas y secretos bien guardados (o no tanto). Agostos que es mejor olvidar y diciembres de cerezas y duraznos. Enclave de brasileños que inundan el playón de olor a cebolla frita. Veranos de moscas y más moscas. Siempre algún perro muerto en la ruta. Teatro y cooperativismo, ejemplo nacional para quien conoce un poco del tema. Tiempo aparentemente detenido a medida que el almanaque avanza hacia un futuro incierto, como todo futuro. Planes de escapes y viajes, regados de vino y porro. Amores y desamores. La llegada a la adultez de mi hermana, junto a una de esas persona que deseo tener cerca para siempre. La chacra, el fuego y la negrura en todo su esplendor. La familia que viene y se va, y los que siempre están como si fueran familia. El descubrimiento de la sencillez de la felicidad o de la felicidad en la sencillez, y saber que por ahí va, lejos de caretas, edificios, smog o snobs. Y siempre, siempre, la sensación de no haberle sacado jugo, de no haber entendido la dinámica, de quedarme corta, escasa y desagradecida.

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