Hogar, dulce hogar: ¿encaja el modelo con la realidad?

Irina Carrillo
vocES en Español
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5 min readJul 7, 2020
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La palabra “creatividad” está de moda. Hoy todos podemos llegar a ser creadores gracias a los múltiples recursos que tenemos al alcance para desarrollar nuestra creatividad. Esta tarea parece muy recomendable puesto que es una de las vías para auto-realizarnos, lo cual, tal como nos dibuja Maslow en su pirámide, es una necesidad humana. Visto de este modo, ser creativo se convierte en casi un imperativo. Pero, para crear, primero hay que imaginar y la imaginación se nutre en parte de referentes.

Uno de los ámbitos en los que este fervor creativo se expresa con mayor fuerza es el ámbito doméstico. Conscientes de las necesidades creativas de nuestra sociedad, empresas y plataformas digitales nos ofrecen la posibilidad de modificar nuestro entorno (o, al menos, imaginar formas de modificarlo) en cualquier momento. Los consejos en materia de interiorismo de Pinterest o Instagram, los programas de Marie Kondo, los programas de televisión de remodelación de casas, los cursos online para aprender cualquier tipo de arts and crafts, o incluso las empresas de muebles como Ikea (es interesante recordar que uno de sus lúcidos eslóganes fue “redecora tu vida”), etc. tienen gran éxito porque nos invitan a ser creativos.

Puesto que muchos individuos anhelan que su propio yo sea el producto de su creación, estas empresas y plataformas apelan a ello, pero proponiéndolo al revés: no es el propio carácter creativo del sujeto el que cambiará el entorno, sino que cambiando su entorno o apariencia el individuo cambiará la imagen proyectada de sí mismo y se asimilará a su propio producto creativo.

Los proyectos de viviendas con clientes particulares son aquellos que demandan una colaboración más estrecha entre arquitecto y cliente. Ello se debe a la significación propia del lugar donde uno vive: la casa que el arquitecto está diseñando, el continente, se volverá luego hogar, contenido. La ambivalencia house-home de estos proyectos pone de relieve la capacidad del propio usuario para ser co-creador del espacio que habita, y es que, la diferencia entre una casa y un hogar tiene que ver con la actividad de sus habitantes: los individuos, al ocupar un espacio, también lo modifican, lo anulan, lo crean.

Cuando imaginamos cómo queremos que sea nuestro hogar, ¿cuáles son nuestros referentes? Estamos acostumbrados a ver de forma involuntaria y continua imágenes que tratan de forma subyacente el tema del hogar: jóvenes parejas que se mudan a su casa nueva tras recibir un crédito bancario, mujeres que nos ayudan a ordenar nuestras pertenencias para vivir más felices, instagramers que nos sugieren decorar nuestro apartamento como si fuera un escaparate, y, por supuesto, un sinfín de anuncios televisivos en los que madres de familia nos recomiendan productos de limpieza mientras ven complacidas cómo sus hijos y mascotas ensucian felizmente todo cuanto se encuentra a su alrededor.

Esta sobreexposición de la temática del hogar familiar no hace más que convertir la intimidad, el valor más preciado de un hogar, en mera escenografía. El hogar se entiende entonces como una extensión del yo y, por tanto, se encuentra sometido, como el propio individuo, a las normas dictadas por las modas del momento. Como consecuencia de esta presión mediática, el concepto del ‘hogar ideal’ puede estar permeando el imaginario colectivo. Las imágenes hogareñas que nos rodean se van convirtiendo, sigilosamente, en un referente inconsciente, a pesar de su imposibilidad para adecuarse a todos los estilos de vida, geografía, tipos de familia, etc.

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En cuanto al diseño del continente, es decir, el diseño de la vivienda y no del hogar, los arquitectos se apoyan en el conocimiento de los cambios que las vivienda ha sufrido a lo largo de la historia y el estado del arte actual en la cuestión. Fruto del paso por distintos paradigmas, hoy en día existe una tipología de la unidad habitacional, que se supone capaz de responder a las necesidades de los seres humanos de forma óptima. Es trabajo del profesional adaptar tal arquetipo al usuario y al lugar, pero estas modificaciones no suelen transgredir los criterios de funcionalidad y graduación de la intimidad que rigen las bases de diseño actuales.

Es innegable que la historia y los profesionales actuales nos brindan una multitud de ejemplos de proyectos que experimentan con la tipología del apartamento o la casa. A pesar de ello, lo que al final que constituye la unidad habitacional hegemónica es la simplificación de todas estas experiencias en un tipo que se repite hasta la saciedad: hoy podemos observar el catálogo de viviendas de una inmobiliaria sin que seamos capaces de adivinar en qué lugar del mundo opera.

El hecho de utilizar modelos como herramienta de diseño posibilita sintetizar el conocimiento y establecer heurísticas que permiten aplicarlo de forma eficiente. Un modelo bien construido debe ser capaz de evolucionar y adaptarse a cada caso particular, siempre y cuando las premisas sobre las que se le ha dado forma sigan siendo válidas. En el caso de una vivienda, confluye el modelo de “vivienda ideal” estudiado por los arquitectos y, quizás ahora también, el modelo del “hogar ideal”, que se refiere al contenido de la vivienda en sí y se forma de manera inconsciente por la inundación de imágenes a las que somos sometidos.

El concepto de un modelo de vivienda ideal — en el sentido de unos criterios de diseño estándares — es conflictivo porque no está claro que el modo de habitar pueda tener un carácter global. Sin embargo, el concepto de “modelo de hogar”, que se cuela en el imaginario colectivo de una sociedad, es profundamente dañino. En efecto, si un modelo no es fruto del análisis, no se puede saber cuáles son sus premisas, su alcance ni sus limitaciones. Mucho menos, entonces, se puede conocer cómo activar o desactivar su aplicación.

Por otro lado, el hecho de utilizar ciegamente modelos como herramienta de diseño puede contribuir a la pérdida del sentido crítico necesario en todo tipo de procesos de diseño. Si el hogar — en el sentido del contenido de una vivienda- se convierte en algo que puede ser diseñado, es susceptible, entonces, de reproducir los valores escondidos en imágenes publicitarias, series o películas.

Basta con hacer una búsqueda de imágenes en internet para ver que el concepto hegemónico de “hogar” está sesgado por la definición dictada desde los sistemas dominantes. Por ello, y ante la imposibilidad de sustraerse al ruido visual, es importante hacer una reflexión acerca del hogar que cada uno quiere construir, ¿o acaso todo el mundo va a formar hogares con familias siempre sonrientes, CIS, blancas, con hijos, perro y gato?

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