Humanizamos máquinas y maquinamos humanos

Javier Domínguez Palomares
vocES en Español
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3 min readNov 16, 2023
Ilustración sobre la conexión entre un ser humano y una máquina (Peshkova / iStockphoto)

Auténtico. “Imperativo de ser igual solo a sí mismo, de definirse únicamente por sí mismo, de ser autor y creador de sí mismo”. La autenticidad no puede definirse entre A o B, entre blanco o negro, necesita sumergirse en una gama infinita de grises, en la autenticidad intrínseca de cada ser humano impuesta por la naturaleza.

La hiperconectividad ha creado un monstruo que ha engullido la autenticidad, que es la violencia de lo positivo. Si siempre te dan lo que quieres, te dicen lo bueno que eres o simplemente te rodeas de tu misma burbuja, aparece esta arma que impera en nuestra sociedad. Lo positivo no te enfrenta, no te cansa, no te transforma, no te madura. Es un consumo bulímico del cual no te defiendes; lo único que consigue es reafirmar una idea que la convierte en fanática, polarizada. Protegedme de aquello que quiero. Solo se puede ser auténtico si se libra uno de lo que se impone desde fuera. Y para ello hace falta negatividad, conflicto que construya dudas, nuevas ideas o visiones; llevando al descubrimiento de nuevas burbujas.

La globalización ha traído nacionalismos; la multiculturalidad, racismo; la diversidad, fobismos. Porque lo positivo e igual, el Yo, gana a lo negativo y ajeno, el Otro. Y en esta globalización se acaba generando un sistema donde los Yos se encierran en una burbuja blindada y se instrumentalizan entre ellos sin entablar relación con los Otros. Se pierde así el debate, que requiere dos seres contrarios Yo-Otro para lograr la discusión, y la comunicación se convierte en dos emisores complaciéndose de escucharse a sí mismos Yo-Yo. No hay intercambio, cada uno está en su burbuja.

En una situación así se pierde la autenticidad, respondemos a los estímulos como máquinas, perdemos esa infinita gama de grises. Paradójicamente, estamos en un momento de la historia donde enseñamos a las maquinas a diferenciar cada matiz de la compleja realidad en un momento en el que nosotros hemos dejado de diferenciarla o ignoramos sus diferencias. Humanizamos máquinas y maquinamos humanos.

Lo terrible de todo esto es que somos conscientes de ello. Películas, series y documentales como Don´t look up, Black mirror o El dilema de las redes hablan sobre el problema que tiene la sociedad de, aun teniendo todas las armas para liberarse, prefiere la censura de lo negativo, del Otro, y con ello, el rechazo de toda la positividad que esta negatividad aporta.

Un ejemplo sistemático de esto son aquellos padres que crecieron en una libertad absoluta de contenido y ahora censuran el acceso a lo negativo a sus hijos. No protegen a sus hijos, se protegen a sí mismos de sus miedos e inseguridades, mientras sus hijos crecen con esa falta de negatividad, esa lejanía a nuevas burbujas y realidades que existen, esa autenticidad del Otro que permite escoger y crear a cada uno su gama de grises, y no un blanco o negro. Los convierten en menos libres, menos humanos, y, en definitiva, menos auténticos.

Reflexión inspirada en el ensayo de Byung-Chul Han “La expulsión de lo distinto”.

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Javier Domínguez Palomares
vocES en Español

Estudiante de ADE y Derecho bilingüe, comparto mis reflexiones sobre la vida, la humanidad, y el crecimiento sostenible.