Lo que se queda en el archivo

Sobre el Internet, información y memoria.

Andrés H.
vocES en Español
7 min readMar 17, 2024

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Hay ciertos ejercicios que duelen más que un día de pierna en el gimnasio. Algo como mirar hacia el pasado y ver las cosas que dejamos atrás. La mente humana, tan equipada para soñar e imaginar, no puede dejar de preguntarse por el pasado, por las cosas que dejamos de hacer, los diferentes rumbos y caminos que pudimos haber tomado. La aparentemente infinita serie de posibilidades de lo que hubiera podido ser, puede llegar a sentirse paralizante. Es muy probable que aunque puede que otros seres y criaturas del mundo experimenten conciencia, sentimientos o emociones, la forma como los humanos nos relacionamos con el pasado es bastante única. No solo tenemos pasado, tenemos historia.

Como ninguna otra especie, hemos catalogado y preservado grandes cantidades de información. Es muy probable que otras criaturas posean complejos sistemas de lenguaje y con ello incluso complejos sistemas de cultura y tradición. Las ballenas orcas son uno de los ejemplos más prominentes, diferentes grupos en diferentes lugares del planeta desarrollan diferentes dialectos de comunicación, diferentes comportamientos que son transmitidos de generación en generación por medio del entrenamiento de los miembros más jóvenes de la comunidad. Sin embargo, hasta el mejor de nuestro conocimiento, no existe un lenguaje escrito, un repositorio o librería donde las diversas ideas de la cultura cetácea puedan ser transmitidas y preservadas. El lenguaje escrito es un pilar fundamental de lo que entendemos por civilización.

Los esfuerzos por catalogar y preservar conocimiento son tan antiguos como la misma invención de la escritura. Grandes bibliotecas antiguas, la legendaria biblioteca de Alejandría, la Casa de la Sabiduría de Bagdad, las primeras enciclopedias recopiladas por emperadores en China; son solo una pequeña parte de esta larga tradición de preservación y archivo. El hecho de que muchas de estas entidades se hayan perdido en el tiempo, no basta para disminuir su influencia, casi parece que la mera existencia de tales instituciones — ya sea como mito o como verdad — es suficiente para impulsar la conciencia colectiva en la dirección de la preservación y colección de conocimiento.

Y es que a pesar de las grandes dificultades, riesgos y amenazas existenciales, hoy en día, nos sentamos día a día sobre un mar de información que, para todos fines prácticos, es infinito. El ritmo al que crece la información se ha acelerado en la última década y hoy en dia nuestras huellas digitales ocupan espacios, que parecerían impensados en los comienzos de la era de transformación digital. La posibilidad de contener y catalogar cantidades de información no tiene precedentes, en el pasado, he escrito un poco sobre mi relación con estas formas de colección modernas, y puede que sea el tiempo incierto en que vivimos o el final de un largo invierno, pero me siento atraído al tema una vez más. Que conservamos, que desechamos, dice tanto sobre nosotros.

Creo que es muy fácil caer en una crítica poco constructiva de las redes sociales y su rol en la sociedad. Por mi parte, no soy usuario de ninguna red más allá de cosas como esta plataforma y la mensajería instantánea que me conecta con familiares y amigos. Es muy fácil criticar a la “juventud” y la aparente banalidad de la gran mayoría del contenido que se genera online, y no lo voy a negar, hay una cierta frivolidad en la cultura de internet. Desafíos raros, influencers cuestionables, el culto al simulacro y las imágenes, la constante necesidad de perseguir likes, engagement y otras métricas del siglo XXI, son un síntoma más de la modernidad, el resultado de una serie de incentivos, industrias y modos de vida. Tal vez ese aspecto de la vida moderna merece su propia crítica, pero por ahora vale la pena decir algo como, la sociedad no sería necesariamente mejor si todos los ciudadanos leyeran a Platón, Descartes o Hegel, esas son fantasías conservadoras.

Volviendo al tema de la información, es evidente que la nueva era de la información es impulsada por las grandes empresas del Silicon Valley. Su presencia en nuestra cotidianidad es imposible de negar, y más allá de los efectos materiales — aka la concentración masiva de capital en las manos de algunos señores techno-feudales — que tiene el hecho de que tanta información exista de forma centralizada bajo el control de un puñado de empresas, vale la pena preguntarse que otros efectos y consecuencias tiene, o que otras reflexiones y preguntas podemos hacernos en torno a esta situación.

¿Qué podemos decir cuando nuestra vida está centralizada de tal forma? Google, Facebook, Microsoft, no solo tienen un monopolio sobre las tecnologías que rigen nuestra vida, adicionalmente sus servidores son un monopolio de memorias. ¿Qué impide a estas empresas comenzar a alterar estás imágenes? ¿Usarlas contra nosotros? En cierto nivel esto ya ocurre, nuestros hábitos y costumbres, son alimentados a los algoritmos que dan poder a esas máquinas sin rostro, buscando extraer hasta la última gota de ganancias, mientras a su vez son árbitros de lo que se conserva y lo que no

El algoritmo de Google elige qué páginas agregar a su índice. Para los que tienen algo de experiencia en el tema de la web y el marketing, el santo grial es alcanzar la afamada primera pagina de Google. Una mala puntuación en el algoritmo, es equivalente al olvido. Existen casos en los que Google/Youtube elimina canales enteros, o contenido que por una u otra razón no llega nunca a ver la luz del día. Y aunque hay un argumento cuando se trata de contenido ilegal o reprensible, lo cierto es que estos espacios son el monopolio de las empresas de tecnología, y su legitimidad democrática es la misma que la tienda de kebabs de la esquina.

En este entorno, donde generamos tal cantidad de datos, también se puede hablar de todo que perdemos, lo que sencillamente no encontrara un espacio en los archivos. Recuerdo cuando a principios de los 2000 hubo un pequeño furor familiar por las cámaras fotográficas digitales, el paso evidente luego de cámaras de rollo y otras formas de archivo previas. La cámara no podía faltar a la hora de empacar la maleta para algún viaje y parte importante del ritual al regresar a casa, era conectar la cámara al computador y hacer el ejercicio de recordar — aun cuando los eventos hubieran tomado lugar solo unos días atrás — siempre es divertido ver fotos. Nada garantiza su permanencia, malos funcionamientos de varios computadores y otras malas prácticas de archivo han contribuido a que grandes volúmenes de esas fotos se pierdan. Irónicamente, creo que es más fácil encontrar fotos viejas mías de las épocas pre-digitales, conservadas en álbumes físicos, que en formas digitales. El tiempo todo lo devora.

Lo mismo pasa con el Internet. Este año es el aniversario 30 de lo que hoy conocemos como Worldwide Web, una invención de orígenes militares que hoy es sinónimo de la vida moderna y civilización. El cambio experimentado por el Internet en los últimos 30 años es difícil de dimensionar, y aunque hoy, Internet está intrínsecamente asociado a plataformas y grandes empresas, esto no siempre fue así.

Internet es un producto colaborativo, el resultado de proyectos apasionados, ideas y comunidades con sueños y metas en común. Quienes experimentaron con las primeras formas de páginas web, pueden recordar lo emocionante del proceso, juntar unas etiquetas de HTML y montar una página web, sitios estáticos que sirvieron — y sirven —como el primer hogar de la web.

Es en este momento que me gustaría mencionar Wiby, la inspiración original de este ensayo. Wiby es un pequeño sitio web con una misión particular: Indexar páginas web que no hacen uso de Javascript. Javascript es el lenguaje que usan los navegadores modernos para dar funcionalidad a las páginas web, desactivarlo implica tener sitios web de funcionamiento muy básico, páginas planas sin funcionalidades dinámicas. Esta es la forma como nació el Internet.

La funcionalidad más interesante de Wiby es el botón de búsqueda aleatoria. No lleva muchos intentos para comenzar a aterrizar en sitios, curiosos y extraños. El archivo no es necesariamente de páginas viejas o en desuso (aunque no es raro encontrar páginas cuya última actualización fue hace 15 años o más) sin embargo, la estética de internet viejo y los temas poco ortodoxos o de nicho, contribuyen a la sensación de haberse transportado en el tiempo, a un momento cuando los proyectos de internet existían antes de nuestras ideas de viralidad y social media.

El About us de una pagina de catolicos ultraconservadores https://traditioninaction.org/index.htm
http://universe.art.coocan.jp/ arte y espacio, lamentamentamente mi japonés es inexistente
http://www.wesleyjohnston.com/users/ireland/ Historia de Irlanda, actualizado por última vez en 2001
http://futureworld.amiga32.com/ un sitio sobre computadores y programación. Internet solía ser la casa de los nerds.

Ese internet viejo es la ciudad que dejamos. Fuera del dominio de corporaciones de internet y las necesidades insaciables del capital. Y aunque sobrevivan por ahora, en servidores caseros y tecnología obsoleta, su destino será el mismo, y eventualmente desaparecerán sin dejar rastros. Lo breve de la vida humana y lo fácil que parece coleccionar memorias hoy en día nos hace pensar que esas cosas duran para siempre, que siempre podremos contar con fotos viejas para ayudarnos a recordar. Pero el tiempo es implacable, y la nostalgia puede ser venenosa, no todo tiempo pasado fue mejor, pero siempre tendremos derecho a recordar, usar la memoria, como municiones para el futuro.

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