Liderazgos colectivos: una reflexión de lo que nos deja el COVID-19.
Si hay una palabra para describir los sentimientos de la mayoría de los seres humanos en el mundo durante la pandemia del COVID-19 es la incertidumbre. Nadie sabe a ciencia cierta cómo será el mundo cuando esto termine, ni si va a terminar, cuando y de qué manera. Retomar la normalidad no representa una opción, precisamente porque fue la responsable de que hayamos llegado hasta acá. Nuestro entorno nos está diciendo basta.
Pertenezco a la comunidad de Global Shapers en la ciudad de Rosario, Argentina. En nuestro caso particular esta crisis mundial nos encontró en un momento de muchísimos desafíos y planes que se vieron envueltos en la necesidad de ser revisados, reorientados o suspendidos. Esta encrucijada nos colocó en la situación de demostrar toda nuestra capacidad de liderazgo. Las decisión de tomar la iniciativa contra el COVID-19 no dudo ni un segundo en aparecer.
Optamos por la creación de un comité interno para centralizar todas las iniciativas, guiándonos por los lineamientos adoptados por el Foro Económico Mundial y siguiendo las recomendaciones oficiales de la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Salud de la Nación Argentina. Comenzamos así un trabajo de réplica de la información oficial acerca de cuidados sanitarios para prevenir contagios. Difundimos una serie de consejos sobre salud mental y bienestar, teléfonos oficiales para denunciar violencia de género durante el aislamiento social preventivo y obligatorio, tips para una alimentación saludable, pequeños comercios de la economía popular, herramientas para cuidar las finanzas personales, y reflexiones sobre el cuidado del medioambiente.
Pero sin dudas el gran aprendizaje fue el cómo. En Argentina se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio, por lo que todos los ciudadanos tenemos que quedarnos en nuestras casas (claro está, quienes contamos con el privilegio de poder hacerlo). Esto llevo a que nuestro principal medio de acción sea la virtualidad. Solo en una ocasión pudimos actuar de manera presencial clasificando alimentos para los comedores barriales de nuestra ciudad. El resto de las acciones se volcaron a redes sociales y a la capacidad de conectar a distancia a diversas personas con una multiplicidad de fines.
Se rompieron todas las barreras físicas, permitiéndonos organizar actividades con personas de todas partes del mundo. En épocas de crisis, la comunidad se unió para hacer sinergia porque estamos juntos en esto. Así fue como nació un espacio destinado a generar iniciativas en torno a la salud mental con la participación de personas de Argentina, México, España, Colombia y Ecuador. Las distancias ya no son un problema, y aunque parezca un cliché decir que en toda crisis hay una oportunidad, la realidad es que no creo que algo así hubiera pasado de no ser por esto.
Este aprendizaje nos llevó a tomar la decisión de dar un paso más allá y generar un espacio de encuentro para todos aquellos miembros de nuestra comunidad de habla hispana, para pensar proyectos que podamos replicar de manera conjunta en cada una de nuestras ciudades. La unidad se volvió indispensable, necesaria, porque solamente hay una manera de salir de esta crisis y es trabajando en conjunto. Por eso invitamos a pensar en cómo prevenir el colapso del sistema de salud, como cuidar de la salud mental y el bienestar de las personas, sin olvidarnos de los desafíos económicos, y con información confiable al respecto.
Estas experiencias son vitales a futuro. La conectividad y la globalización no son nada nuevo. Pero por primera vez todo el mundo es consciente de que comparte un mismo problema y eso nos obliga a explotar al máximo las potencialidades de las diferentes plataformas para acercarnos, y a su vez trabajar para achicar la brecha digital. La necesidad de encontrarnos se volvió más grande que nunca. Ese apoyo y esa contención nos potencian, cuando alrededor es todo caos e incertidumbre. No tener la certeza de hacia dónde vamos es sin dudas más fácil de asimilar si lo hacemos acompañados.
La habilidad de adaptarse, de ser resiliente, y de dar una respuesta ágil, se convirtió casi en un kit de supervivencia. Los verdaderos liderazgos se presentan en estos momentos y solo son posibles si son colectivos. Nadie por si solo está lo suficientemente entero para hacerse cargo de un problema de este tamaño, y si lo estuviera no podría. Todos atravesamos duelos personales, frustraciones, pesares y tristezas por esta pandemia. Pero la empatía y el afecto nos ayudan a guiar el desarrollo de pequeñas soluciones, que no serán las revoluciones que salven al mundo, pero al menos lo mejoran un poquito y nos acercan un paso más a la realidad que queremos.
Es por eso que mi reflexión final es que los liderazgos reales son los colectivos, sin distinción de fronteras, construidos en la diversidad, deconstruidos en sus mandatos. Son aquellos que nacen de la empatía y de la sinergia, del apoyo mutuo y constante entre sus partes. Que se desarrollan con el objetivo de vivir en un mundo más justo, donde sepamos compartir el planeta con otras especies y entre todos nosotros, en el que luchemos por transformar cada necesidad en un derecho y logremos ser conscientes de nuestros privilegios y ponerlos al servicio de quienes son vulnerados por un sistema que los excluye. Donde no invitemos a incluir a nadie porque no hay nada concluido, porque el verdadero objetivo es empoderar a los demás para poder transitar juntos este camino hacia el desarrollo sostenible.