Foto por laurenlemon en Flickr

La cerveza

No tengo idea de cuántas charlas he tenido con mil amigos y una cerveza en la mano, pero hay algo que nunca podré olvidar: la temperatura de cada una de las botellas.

Inti Acevedo
We Are Sudamerican Bloggers
3 min readJun 18, 2013

--

Aunque en Venezuela se llega a tomar cerveza desde una edad muy temprana, no fue mi caso. A la cerveza llegue tarde, podría asegurar que bastantes semestres pasaron en la universidad antes que me viera tentado por este líquido egipcio de color amarillo. Nunca fui el alma de las fiestas, y por mi condición eterna de sobrio eterno, era más bien quien cuidaba las cervezas en las reuniones, o tenía el sagrado deber de defender la botella de ron, de las almas alcohólicas y desquiciadas. Era el administrador de las borracheras de otros. Esta extraña prudencia ocurrió por culpa de unos familiares bastante asiduos a la bebida, que forjaron con hielo y fuego mi personalidad abstemia, y un viaje que hice muy temprano a Buenos Aires del cual regrese con toda la filosofía Straight Edge en las manos.

Aunque muchos inexistentes inviernos han pasado, y algunas cuantas borracheras y centenares de copas de vino tinto, no soy de las personas entusiastas del alcohol, puedo pasar meses y años sin tomar nada de nada. Pero vivir en Venezuela y no tomarle cariño a una buena cerveza, sería tan imposible como vivir en Barcelona sin comer pa amb tomàquet. Comprar una caja de 36 cervezas a un precio de chiste, y tomarlas en plena calle forma parte indisoluble de la identidad de la patria de Bolivar, más que una Miss Universo o un Hugo Chávez.

El calor de este país, y la mayoría de sus penurias & problemas, son soportados estoicamente por este pueblo libertador gracias a los 4,5 grados de una fría Polar.

Sin cerveza no hay revolución

Si nunca se pudieron bañar en una playa venezolana, entonces no tienen la más mínima idea del sabor que tiene una cerveza fría recorriendo el sistema digestivo de un ser humano. Imagina el calor más extremo que viviste en tu vida, el peor verano, aquellas ganas de asesinar al termómetro. Piensa ahora en el invierno más agradable, en aquel viaje a aquella laguna con aquella chica y un solo saco de dormir, ese frío interrumpido por el cuerpo desnudo de tu compañera. Tomar un trago de cerveza en Venezuela es un viaje a ese saco de dormir, la temperatura baja mientras el liquido calma por segundos tu sed, el trópico desaparece, pasan vainas en tu cerebro que no tengo la más mínima idea de como se llaman o que hormona ha sido segregada. Lo único que puedo decir es que los alemanes podrán tener su Oktoberfest, pero no tendrán jamás un Parque Nacional Morrocoy. Lo único que puede potenciar esta experiencia, es hacer lo mismo en el mercado de “Las Pulgas” de Maracaibo.

Una buena cerveza en este país es la forma que tenemos de equilibrar el día, o la semana. De ver a los amigos. Comulgar con el cosmos, y ser parte indivisible de la madre tierra, o cualquier otra cosa loca y metafísica que se les pueda ocurrir.

Una buena cerveza en este país es parte de toda reunión, es un invitado más, es el ejemplo práctico de la solidaridad económica, nunca, bajo ningún concepto (incluyendo el odio político a muerte), se puede negar una Polar a nadie. Quien lo intente sufrirá de un desprecio tarantinesco de todos los habitantes de este absurdo país. Será excomulgado y señalado. Bueno, al final no pasa nada, pero negar una cerveza es algo que no ocurre en Venezuela desde el año de 1865.

Aunque no se ha podido comprobar científicamente, cada venezolano siente un amor por la cerveza que solo se equipara a la devoción de 4 millones de alemanes por lo mismo.

Sin cerveza no hay paraíso

--

--

Inti Acevedo
We Are Sudamerican Bloggers

Aunque me encantaría venir del futuro, todos sabemos que lo hacemos del pasado. Ingeniero y escritor. @inti