Luchando contra tu radical interno

¿hay algún camino para el equilibrio en tiempos de barricadas mentales?

Inti Acevedo
We Are Sudamerican Bloggers

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Realmente difícil comenzar a escribir durante estos convulsionados días. Es que pasan tantas cosas, y a una velocidad de 1000 tuits por segundo, que resulta prácticamente imposible respirar, sentarse y comenzar a golpear las teclas.

Para algunas personas no es momento de presionar las teclas, es hora de golpearlas. Es hora del grito y el exabrupto. Es hora de la barricada al frente, de cerrar los caminos, de negar el dialogo. Es la época de una guerra interna y externa. Es hora de negar el vaso de agua si la camisa es roja o azul. Es hora de gritar fascistas, escupir y burlarnos. Aunque no todos piensan así han ganado un enorme terreno, son aquellos que han perdido su lucha interna por el equilibrio.

Es el gris momento en que tu radical interno comienza a ganar el control de tus ideas. Comienzas a olvidar las razones por las cuales estás vivo: ser feliz, tener un hijo feliz, una esposa feliz, una casa feliz y un país feliz. En otras palabras, estar contento con lo qué haces y cuándo lo haces. No lo contrario, que te sientas encerrado en un pedazo de tiempo e historia que lucen en blanco y negro en los tiempos del 1080p, el Xbox One y el cine a lo Avatar.

Cada quien define la felicidad en base a sus propias creencias, algunos colocan mucha importancia en el aspecto material de las cosas, otros encuentran la sinfonía en aspectos espirituales y religiosos, unos pocos encuentran un extraño equilibrio entre los objetos físicos traídos de Francia y las ideas fantásticas de un libro “escrito por Dios”. Hay gente que encuentra la razón de vivir en los cuentos de Cortazar, y otros que son felices matando dragones en su Playstation.

Hay mucha felicidad en comer una arepa todas las mañanas, y mucha tristeza y angustia en querer comer la arepa y no poder hacerlo por la incapacidad de una elite.

La gente si de algo se cansa, es de no poder encontrar la felicidad jamás. Aunque a veces se mantiene la ilusión de la búsqueda, de la posibilidad al cruzar la esquina, del amor que no llega nunca pero que camina por las calles de la ciudad, al otro lado. Esperanza, le dicen algunos.

Pero llega un día y nos levantamos, abrimos la persiana de la vida cotidiana, entra el sol, nos miramos en el espejo, y vemos a un tipo cansado y lleno de ojeras. Descubrimos que no somos felices. Ocurre de pronto. El disparador es cualquier cosa: que ya no hay libros de Cortázar en la librería que ya no abre los domingos, o que el dragón que nos tocaba matar para rescatar al mundo, nos ha ganado trece veces y necesitamos la espada mágica +3 que dejamos olvidada en el nivel 4 hace 8 días. La historia no es como la contaron nuestros padres aquella vez que trajimos un 20 a la casa. Hemos llegado a ninguna parte (¿capuskicapubul?). Dimos demasiadas vueltas. Gastamos mucho tiempo en cadenas de televisión que no terminaron nunca. No nos fuimos cuando pudimos. Dejamos de creer demasiado tarde. Comenzamos a creer demasiado tarde. No logramos convencer a la mayoría. Vivimos hipnotizados con los dólares-migajas. El gobierno “lo destruyo” casi todo, o nos ganó la pelea nuestro radical interno.

Un día nos cansamos, y punto.

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En el aspecto individual de las cosas, poco importa quién es el culpable, igual estamos jodidos. En el aspecto colectivo de las cosas, importa mucho entender lo ocurrido y comprender quién es el responsable.

Sin duda alguna el gobierno venezolano ha cometido enormes errores en la gestión de los recursos de uno de los países más ricos del mundo: Venezuela. Hay despilfarro y corrupción. Esto va más allá de la ideología y nos golpea a todos por igual, pero existe una capa “política” llena de ideas, entre románticas y extravagantes, para justificar la ineptitud y señalar a un “otro” (efímero) de ser el culpable de todo. La responsabilidad de tener hospitales y escuelas que jamás usarían los mismos que nos gobiernan, es de quienes nos gobiernan. No hay responsables en “otra” parte. La responsabilidad de tener uno de los países más violentos e inseguros que ha conocido la historia de la humanidad, es de quienes nos gobiernan sin humanidad, y con muchos guardaespaldas. La responsabilidad de ahogar el presupuesto universitario para pagarle US$100 a un profesor con doctorado en el MIT, es del gobierno.

La responsabilidad no es del indignado, ni del campesino, ni del obrero metalúrgico, ni del médico, ni del político opositor, ni del estudiante, ni de aquel que se atreve a salir a las 8 de la noche y espera sentado a que su nieto se baje a comprar el pan mientras es asaltado para robarle el Corsa 2001 recibiendo 2 disparos, uno en el brazo, otro en el corazón. La culpa no es de ninguno de ellos. La responsabilidad es de un gobierno millonario de dólares que no tiene la más mínima capacidad de administrar esos recursos en favor de las necesidades del pueblo, creando en el proceso una elite de funcionarios de alto nivel socialistas-hipócritas, que se visten mejor que Brad Pitt, y que encuentran la felicidad (paradójicamente) en muchos objetos físicos.

Hay tanto que escribir al respecto y tan pocos gigabytes…

El pueblo está cansado y se mira al espejo. Y ocurre algo sumamente preocupante: en algunas personas, el monstruo del radical que habita en todos nosotros está despertando.

Encuentro pocos ejemplos para explicar esto del radical interno, y el que creo lo explica bien no me agrada para nada. Pero no encuentro otra forma de contarlo.

Todos los seres humanos tenemos un limite en las cosas que podemos hacer o no, desde el punto de vista ético y moral. Yo de ninguna forma sería capaz de asesinar a otro ser humano, no creo en la pena de muerte para castigar a los criminales, dudo mucho que su existencia sirva para disuadir. Pero estoy casi seguro que si alguien atenta contra mi hijo, se me olvidaría por completo todo lo que pienso y actuaría de una forma que no puedo siquiera imaginar. El monstruo tendría el control.

Algo similar (con sus distancias) está ocurriendo con algunas personas dentro de la sociedad venezolana, por un lado abren los ojos y se sienten infelices y por otro, sienten todo el poder de un gobierno que los cerca e insulta a diario. Es sumamente difícil controlar al radical interno.

Vivimos tiempos confusos, algunas personas intentan validar la violencia en base a argumentos poco sólidos. Una gran mayoría de venezolanos comprenden que el camino puede ser difícil y largo. Que la mejor forma de construir una alternativa a este gobierno pasa por lograr una enorme mayoría. Hay tantos problemas en este país, y tanta incapacidad de la casta gobernante, que es cuestión de tiempo para que esto ocurra. Pero mucha gente se encuentra desesperada y sienten al monstruo creciendo dentro de ellos. Y cuando la barricada llega a la mente, la gente se cierra, se ciega, construye muros para que no pasen las idea y los puntos de vista. Terminan convirtiéndose en copias a lo Frankenstein de aquello que tanto critican.

Es hora de luchar contra el radical interno que habita en tus neuronas, aunque cueste, hay que dominar al monstruo y buscar alternativas a lo simple. La felicidad no se logra destruyéndolo todo. El futuro de un país no se construye desde la violencia sin sentido de la barricada escondida en una calle invisible de la ciudad profunda. Tampoco se construye desde la moto que persigue y dispara contra el que aterrado insulta desde un edificio.

El tema al final pasa por buscar el equilibrio, domar a la bestia, reconocer al otro, y buscar formas inteligentes y constructivas de canalizar el temor y la frustración. La creatividad está comenzando a florecer, hay formas legitimas y pacificas de protesta que terminan sumando voluntades, como los chamos que cantan en el centro comercial, o la gente que entrega volantes. Seguro hay otras formas y otros caminos.

La gente de todos los sectores quiere lo mismo: un hospital limpio y moderno donde se pueda caminar con dignidad, y no con terror a que llegue la noche esperando en sus pasillos, mientras nos desangramos. Un sueldo digno para médicos y profesores. Una universidad gratuita y de calidad, que permita la movilidad social de millones de venezolanos. Una mayor seguridad en las calles. Mejor educación básica. Ver a los hijos de los ministros acompañando en la misma escuela a los hijos del barrio. Teatros para los músicos que cantan a favor del gobierno y para los que cantan en contra. Parques que tengan mantenimiento cotidiano, no cada 10 años, cuando por casualidad pase el presidente o el gobernador. Fabricas e industrias solidas que tengan sindicatos fuertes e inteligentes que defiendan al trabajador frente a las “loqueras” del dueño (sea un empresario privado o sea el estado venezolano). En fin, hay más puntos de encuentro, que cosas que nos separen.

La gente se encuentra muy hastiada y oprimida. El gobierno tiene que entender que la protesta es legitima, y que todos los habitantes de un país son parte de su pueblo, no una parcialidad. Si esta situación no se maneja bien, por parte de todos, se puede desatar un espiral de violencia que dejará profundas heridas.

Es hora que opositores y oficialistas hagan el esfuerzo en disuadir a sus radicales internos.

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Inti Acevedo
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Aunque me encantaría venir del futuro, todos sabemos que lo hacemos del pasado. Ingeniero y escritor. @inti