La revolución definitiva

Rosaura Ruiz
Wild Women Writers
Published in
7 min readMay 22, 2020

Pequeñas acciones para acabar con el patriarcado-capitalismo

Imagen de Miguel Bruna (https://unsplash.com/@mbrunacr)

Cuando nos proponemos reflexionar sobre el concepto de revolución conviene saber manejar la escala. Hay tantas cosas que transformar en el mundo que la revolución que nos gustaría llevar a cabo se vuelve demasiado amplia, idealista, y, por lo tanto, inalcanzable. A veces basta eso para hacernos desesperar y tirar la toalla antes de haber entrado en el juego. Pero si la pensamos en su aplicación práctica individual vemos que, en realidad, podemos hacer muchas cosas para avanzar en la lucha, sea cual sea.

Cada una puede tener su propia idea de cuál es la revolución que podría cambiar el mundo. En mi caso, ya pasó el tiempo en el que creía que toda revolución era algo violento, que se hacía con barricadas en las calles, o que pasaba, como mínimo, por algo tan espectacular como subirse a un barco y abordar a los balleneros con pancartas ecologistas. Esas son revoluciones posibles, pero para bien o para mal, no son la mía. Para mí, la revolución se hace a pequeña escala, dentro de nuestro cuerpo y en nuestra interacción consciente con el mundo, y debe ser un conjunto de acciones ecológicas y feministas que busquen caminos fuera del sistema.

Todo lo que me gustaría ver cambiar en el mundo, desde el fin de la explotación indiscriminada de la Naturaleza con fines de lucro económico, hasta la igualdad efectiva de hombres y mujeres, llevan a lo mismo: el fin del sistema capitalista y el patriarcado. El capitalismo es la vertiente económica y política del patriarcado, que a su vez se define en aspectos más sociales y culturales. No es suficiente ser ecologista o anti-sistema: sin la lucha feminista siempre va a haber algo que se va a escapar. Y viceversa. Así pues, mi revolución de revoluciones es, sin duda, acabar con el patriarcado. Si éste cae, caerá lo demás, y tendremos la oportunidad de reconstruir nuestros sistemas sociales, económicos, de gobierno y de utilización de recursos naturales, desde una perspectiva inclusiva, respetuosa y que busque la maximización del bien común.

El inicio del problema: la instauración del patriarcado

Como dice Nuria Varela en Feminismo para principiantes, el patriarcado es, por definición, “una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la línea de descendencia paterna sobre la materna”. Y esto ha sido y es posible gracias a dos técnicas paralelas, la coerción y el consentimiento, o lo que es lo mismo: el uso de la violencia en todas sus facetas y la educación/adoctrinamiento.

Es esclarecedor entender que el patriarcado no siempre estuvo ahí: no es una evolución “natural” hacia un mayor estado de civilización y progreso (término éste bastante discutible a su vez) desde las sociedades primitivas prehistóricas. Para nada. La instauración del patriarcado y su expansión viene de lejos, sí, pero no surgió naturalmente, sino como consecuencia de la violencia, “de una toma de poder histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible” (Nuria Varela).

Según las investigaciones de la arqueóloga Marija Gimbutas se puede concluir que, en Europa, el patriarcado llegó sobre el 4000 a.C. en la forma de invasiones de grupos de pastores guerreros de las estepas rusas: los indoeuropeos. Éstos llegaron a territorios que se regían desde hacía siglos por un sistema matrifocal, no jerarquizado, agrícola, sedentario y pacífico (como se deduce de la inexistencia de armas en los yacimientos arqueológicos) e impusieron cambios drásticos en el orden social, económico, ideológico y de control del poder.

Gimbutas fue criticada por llegar a estas conclusiones, puesto que “desafiaba la doctrina del dominio masculino universal que había funcionado como la historia del origen de la civilización occidental” (Joan Marler en The Beginnings of Patriarchy in Europe). Pensar a la mujer al mando de comunidades que inventaron la agricultura, uno de los pilares del desarrollo humano, en donde no era necesaria la guerra y se funcionaba igualitariamente, era algo casi impensable. ¿Quién iba a creer, de todos modos, que verdaderamente podía existir un mundo no regulado por el hombre? Pues bien, el trabajo de Gimbutas demostró, entre otras cosas, que “la dominación masculina no es una condición humana inevitable y universal y que es posible crear sociedades viables y equilibradas en el futuro” (Joan Marler).

Algunas soluciones micro: cuerpo y hogar

Si vamos concretando objetivos alcanzables mediante prácticas del día a día, me resultan obvios sobre todo dos: el auto-empoderamiento desde mi cuerpo de mujer y la dependencia mínima del sistema en todos los ámbitos de la vida, que camine hacia una independencia casi total futura. Como mujeres, tomar control de nuestro cuerpo, emociones y sexualidad es un acto anti-patriarcal esencial. E igualmente importantes son las acciones que nos desconectan de la rueda del consumismo.

Acciones sobre el CUERPO:

  • Conocimiento y auto-cuidado: Entender el funcionamiento de nuestro cuerpo-mente, nos permite saber más sobre nosotras, nuestros patrones y ciclos. Sólo así podremos respetar los ritmos de nuestro cuerpo y amar cada una de nuestras formas y fases. Esto pasa por un trabajo de autoexploración y estudio que puede iniciarse desde nuestro “segundo corazón”, el útero, y el ciclo menstrual que acoge, y de ahí extenderse en espiral hasta todas las posibles manifestaciones de nuestro ser.
  • Salud: Una vez tenemos conocimiento, debemos aplicarlo y exigir que se nos permita aplicarlo. Según las afiladas palabras de Diana J. Torres en Coño Potens, “hemos derivado la importantísima responsabilidad de conocer la carne que habitamos en una panda de psicópatas de bata blanca y en un Estado que nos quiere uniformadas y serviles, y lo hemos hecho porque educacionalmente pensamos que eso es lo correcto y también por una cuestión de, creo yo, comodidad”. Me parece de sentido común optar en la medida de lo posible por la medicina natural, no dependiente del sistema. Y cuando sea totalmente necesario acudir a la medicina alopática, hacerlo armadas de conocimiento y dispuestas a cuestionar y a hacer valer nuestros derechos en el caso que se vean comprometidos.
  • Sexo: Darle al placer la importancia que tiene es revolucionario en sí mismo. Las mujeres somos el único ser vivo con un órgano específico para el placer: el clítoris. ¡Por algo será! Gocemos del sexo por y para nosotras, de los orgasmos y eyaculaciones (¡sí, nosotras también eyaculamos!), y en nuestro sexo compartido hagámonos amar y respetar.
  • Fertilidad: El conocimiento de nuestro ciclo nos permite también tomar decisiones sobre fertilidad basadas en información fiable. Los anticonceptivos hormonales nunca deberían ser una opción, pues son altamente dañinos física y emocionalmente y nos atan a las farmacéuticas que los producen. Las mujeres sólo somos fértiles unos días al mes: podemos detectar esos días y usar anticonceptivos de barrera sólo en esos días.
  • Hablar de ello: Difundir nuestras ideas sobre lo que es ser mujer, sobre nuestra sexualidad, sobre nuestro sangrado, es necesario y empoderante. Hablar hasta que incluso los que no quieren escuchar, porque la vida les parece más cómoda como ha sido hasta ahora y no están acostumbrados a oír la voz de las mujeres, no tengan más remedio que aceptar la verdad en ello.
  • Sororidad: Y hacerlo juntas siempre es más fácil, de ahí la importancia del grupo femenino, de la solidaridad entre mujeres, de la hermandad femenina.

Acciones sobre el HOGAR:

  • Reducir el consumo a lo esencial: Una gran cantidad de cosas que compramos (y que después desechamos) podríamos hacerlas nosotras mismas. Hay que poner la creatividad en marcha y perder el miedo al fracaso. Hagamos nuestras propias medicinas naturales, jabones, cosméticos y productos de limpieza libres de químicos. Recuperemos la tradición de las conservas caseras. Optemos por versiones de compresas de tela para la menstruación. Intercambiemos ropa en vez de comprarla. Hagamos nuestros muebles con materiales reutilizados. Las posibilidades son casi infinitas.
  • Recursos y residuos: Reorganicemos nuestras casas con métodos sostenibles para que sean eficientes energéticamente. Saquemos el agua potable del ciclo de desechos (que disminuye la cantidad disponible de agua que podemos consumir y contamina las reservas naturales) y reduzcamos la basura que generamos con métodos de compost y reciclaje.
  • Cultivar nuestro alimento: Paremos de comprar comida llena de químicos, fuera de estación, procedente del otro lado del mundo, envasada en plásticos, contaminante desde el inicio de su ciclo hasta el final. Cultivar nuestro propio alimento tiene tantas ventajas para nosotros y el planeta… Es uno de los principales golpes que le podemos asestar al sistema.

Mi revolución pasa por el conocimiento y cuidado del cuerpo: mi cuerpo, y el cuerpo de la Tierra, del que formamos parte. El enemigo es grande y fuerte, y se ha encargado de consolidarse a lo largo del tiempo, haciendo de nosotros obedientes auto-esclavos. Pero no siempre estuvo ahí, y de nosotras depende que deje de estarlo de una vez por todas.

[Este texto fue inspirado por el Wild Women Writer Challenge #2: “R/evolution” (R/evolución). https://challenge.wildwomenwriters.com/]

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Rosaura Ruiz
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Yoga teacher & Massage therapist, you can also find me painting, writing, researching about Women Wisdom or climbing some tree. rosauraruizportfolio.weebly.com