Del huerto a la mesa
Un plato de comida nos une a la comunidad Tecuiz en Guatemala.
El desarrollo en un entorno rural está ligado a la capacidad de acceder a fuentes de agua naturales. La comunidad de Tecuiz mostraba un paisaje diferente a las demás, con una peculiar abundancia de árboles alimentados por una quebrada que pasaba por medio del pueblo. Es una zona de transición entre la Sierra Las Minas y el inicio del Corredor Seco. Sin embargo, su verdor no escondía la visible necesidad de estas personas.
El Departamento de El Progreso, donde está ubicada Tecuiz, es una de las zonas más afectadas por desnutrición infantil. En esta temporada han perdido la mayor parte de sus cultivos de maíz debido a la extensión de la canícula. Como hace dos años vienen trabajando en programas de desarrollo, la comunidad mantiene una alimentación saludable y diversa.
La comunidad nos da la bienvenida con brazos abiertos
Un grupo de mujeres de la localidad se reunieron para preparar la comida: un delicioso plato de arroz con verduras y ravioles rellenos de requesón y chipilín. Invitan a su visita, la chef española Clara Villalón, a recorrer el huerto para recoger los principales ingredientes que crecen gracias a un sistema de riego.
Han diversificado su alimentación, y tienen acceso a distintas hortalizas, frutas e incluso plantas medicinales. Logramos ver las ramas de moringa, una planta que contiene propiedades y beneficios que ayudan al cuidado de la salud.
Mientras preparaban la comida, nos comentan como la organización de la comunidad ha traído una nueva visión para hacer posibles los proyectos. Maribel Fajardo, la coordinadora de género en la comunidad, comenta: “Antes, cada quien andaba por su cuenta, nadie se animaba a participar de las actividades. Eso ha cambiado, y ahora nos dividimos las responsabilidades.”
Maribel participó en la capacitación en la Universidad Zamorano, Honduras, una oportunidad que se le otorga debido a su liderazgo y compromiso.
“Yo, siendo ama de casa, no tenía la esperanza de llegar a esa universidad tan cara,” dice Maribel . “Estoy agradecida de todo lo que he aprendido y he podido traer de vuelta a la comunidad.”
Dirigiendo la vista hacia su huerto, nos comenta que ya no tiene que comprar chile, apio, cebolla, ya que los producen y los consumen localmente.
“Estoy agradecida de todo lo que he aprendido y he podido traer de vuelta a la comunidad.”
María del Rosario, quien colabora con Maribel en su huerto, le enseña a Clara cómo preparar las famosas tortillas de maíz, un elemento esencial para la comida guatemalteca. Mientras da vuelta a la máquina de moler, comenta sobre la transformación en su dieta cotidiana que, a diferencia de otros tiempos, ahora incluye más vegetales.
Las realidades de las personas son complejas e incomparables, y el proyecto se acomoda a las necesidades particulares para contribuir a un objetivo en común: la erradicación del hambre y la resiliencia.
Las actividades han brindado una luz de esperanza para estas familias. Son capaces de producir alimento durante todo el año, resistiendo en unión y trabajando en equipo para apoyarse unos a otros.
Gracias al apoyo de la Unión Europea, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) trabaja para construir resiliencia y asegurar los medios de vida de familias hondureñas a lo largo del Corredor Seco.
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