“El fuego no es juguete”
Bomberos voluntarios como Gregoria están preparados para responder a incendios forestales.
A Gregoria Argueta de Pereira y otros vecinos de El Capulín, en el departamento salvadoreño de Morazán, la llamaron un día para apoyar esfuerzos para apagar un incendio forestal en las cercanías. Llevaron agua en cántaros y garrafas.
“Se nos terminó el agua, y el lugar donde íbamos a traerla estaba lejos,” dice Gregoria. “La única alternativa que teníamos era la de cortar ramas del monte para poder apagar el fuego.”
Recuerda que no sabía cómo usar las ramas y le preocupaba que las llamas las consumieran y se expandiera el fuego. El grupo también atacaba el fuego de frente, ya que no estaban seguros de cómo hacerlo.
“Cuando el fuego viene muy fuerte, nosotros no podemos enfrentarlo.”
Recordando su primer contacto con el fuego, Gregoria se anotó entusiasmada a la capacitación como bombero forestal que se realizó como parte del proyecto de resiliencia al cambio climático del Programa Mundial de Alimentos (WFP) en el Corredor Seco.
Una de las cosas que aprendió con sus compañeros es “que cuando el fuego viene muy fuerte, nosotros no podemos enfrentarlo.” En caso de que no sea así, los bomberos voluntarios pueden usar una ronda para detener el fuego. Para ello, se limpia bien el terreno para que no haya palos secos y otros detonantes que permitan que continúe ardiendo.
Otras opciones son usar ramas o echar candil a la barrera muerta. “Al principio pensé que cómo va a ser si es inflamable,” comenta Gregoria, quien luego entendió que la gasolina también es efectiva para apagar incendios.
Le gustó mucho trabajar con bombas de agua. Ya estaba acostumbrada porque son parecidas a los que cargan en la espalda para fumigar en el campo. Son “bonitas” e “impresionantes” dice Gregoria. Las bombas tienen dos boquillas, una para regar rocío y otra para regar grueso.
“El fuego es muy complicado y es rápido,” agrega. Por eso, hay que tener cuidado. “El fuego no es juguete”. Entonces, los bomberos voluntarios tienen que evaluar primero la magnitud del incendio y ya tener una ruta de escape.
Se cree que tanto aquel fuego que despertó el interés de Gregoria como otros fueron iniciados premeditadamente, ya que la quema y tala de árboles para fines agrícolas era común en la zona.
“Si no tenemos árboles, no tenemos oxígeno.”
El pedido que Gregoria le hace a las personas que lo han hecho es que “no sigan poniendo fuego porque destruyen no sólo al medio ambiente sino a nosotros también, porque de eso sobrevivimos.”
La comunidad ha hecho un gran esfuerzo por reforestar, cuidar el suelo, gestionar el agua y otras actividades que ya han dado sus frutos. Tanto Gregoria como otros vecinos dicen que los incendios han disminuido.
La gente está cambiando de actitud en cuanto a la protección del medio ambiente. Gregoria apunta que en parte se debe a que entienden que “si no tenemos árboles, no tenemos oxígeno.”
Gracias al apoyo de la Unión Europea, WFP trabaja para construir resiliencia y asegurar los medios de vida de 900 familias salvadoreñas a lo largo del Corredor Seco.
Esta nota es parte de una serie producida por WFP y el equipo de redes sociales de Naciones Unidas.
Conoce más sobre el proyecto “Respuesta al Fenómeno El Niño — PRO ACT”