Héroes sin capa en la emergencia por la COVID-19 en Colombia
Detrás de una operación sin precedentes, hay un equipo de trabajadores humanitarios que redobla sus esfuerzos.
Por Lorena Peña, Valentina Ortiz y Yurgen Carrascal
Desde La Guajira hasta el Amazonas y del Chocó hasta el Vichada, más de 300 trabajadores humanitarios del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés) laboran incansablemente en estas zonas de difícil acceso para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de las comunidades más vulnerables de Colombia.
Yenny Palacios y Sara Silva son dos colegas de WFP que dan asistencia humanitaria a las personas más vulnerables en sus zonas.
Yenny: Salvando vidas en su propia comunidad
Yenny Palacios es uno de ellos. Tiene más de 10 años de experiencia en trabajo humanitario, y lleva cinco años con el WFP desempeñándose como monitora de campo en la oficina en Quibdó, departamento del Chocó.
Afrocolombiana y madre de dos hijas de 7 y 13 años, Yenny tiene un entusiasmo contagioso y una vocación que tienen su origen en su deseo de cambiar la situación de su comunidad. “Soy del Alto Baudó, uno de los municipios con los índices de desnutrición más altos del Chocó, y es por eso que me levanto cada día con la motivación de poder ayudar a mi comunidad”.
Ella también trabaja brindando asistencia a las personas afectadas por los desplazamientos masivos que ocurren principalmente en las zonas rurales del departamento.
“Realmente, desde WFP, nosotros salvamos vidas”, opina Yenny.
Con profunda emoción, Yenny narra que uno de los momentos más felices en su trabajo ha sido brindar asistencia alimentaria en su tierra natal:
“Recuerdo una entrega de alimentos a una comunidad indígena en el Alto Baudó. Al entregarles la canasta de alimentos, prendieron el fogón de leña para preparar lentejas y arroz a toda la comunidad, y para mí esto fue un encuentro con la vida. Realmente, desde WFP, nosotros salvamos vidas”.
Sara: Transformando vidas a través de la igualdad de género
Al norte del país, en el departamento de La Guajira, Sara Silva de la comunidad indígena Wayuú, trabaja como monitora de campo en la oficina de WFP en Riohacha, donde cerca de 100.000 indígenas han recibido asistencia este año.
Es madre de un pequeño de 8 años, y con una sonrisa en su rostro, define al WFP en Wayuunaiki, lengua indígena de su comunidad, como “Akalija Akuaipa’a”, que se traduce en “salvar vidas”.
Sara afirma que la asistencia del WFP, más allá de garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de las comunidades con triple afectación por el cambio climático, la migración y la emergencia por la COVID-19, se enfoca también en transformar sus vidas con prácticas que fortalezcan la igualdad de género y los cuidados compartidos en el hogar.
“Las autoridades de la ranchería Paso Uno, en el municipio de Riohacha, agradecen que el WFP está ayudando a cambiar sus vidas a través de los espacios de sensibilización sobre nutrición y cuidados compartidos del hogar entre mujeres y hombres”, señala Sara.
Los desafíos de la COVID-19
El aislamiento preventivo por la pandemia y el trabajo remoto han traido nuevas dinámicas y retos para Yenny y Sara.
En Chocó, sus características geográficas y la limitada cobertura digital en los territorios rurales dificultan para Yenny el seguimiento de los proyectos por la falta de contacto físico con las comunidades. “Los beneficiarios deben ir a lugares altos, en medio de la selva, para acceder a señal telefónica para comunicarse”, nos cuenta.
El contacto físico hoy se reduce solo a situaciones de respuesta a emergencia por desplazamientos masivos. En 2020, la oficina del WFP en Chocó ha atendido a unas 37.500 personas, de las cuales más de 7.200 han recibido asistencia por la emergencia de la COVID-19.
En La Guajira, Sara también ha enfrentado retos debido a la falta de cobertura satelital y el difícil acceso hacía las rancherías. Sin embargo, esto le ha permitido innovar, sin estar físicamente.
“Debido al confinamiento, caracterizamos vía telefónica a 2.752 personas de 17 comunidades indígenas que pertenecen al municipio de Uribia para brindarles la asistencia con el apoyo de sus autoridades”, menciona Sara.
Durante el 2019, Yenny y Sara fueron parte del personal del WFP que brindó asistencia alimentaria a 1.5 millones de personas en Colombia. En lo que va de 2020, ellas y nuestros trabajadores humanitarios han asistido a más de un millón de personas en medio de la pandemia por la COVID-19.
En el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, que se celebra este 19 de agosto, queremos invitarle a reconocer la labor de todos aquellos que trabajan incansablemente para construir un país y un mundo con #HambreCero.