América Latina y el Caribe: un laboratorio para la acción climática

El Programa Mundial de Alimentos implementa una amplia gama de medidas para enfrentar los múltiples retos de la región.

--

Mientras los líderes mundiales se reúnen en Madrid para la 25ª Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP 25), el agricultor salvadoreño José Cirilo Mendoza mira con preocupación el cielo: cinco años consecutivos de sequía prolongada y lluvias excesivas han afectado gravemente a los agricultores de subsistencia como él en Corredor Seco de Centroamérica.

Ya sean huracanes que azotan islas y zonas costeras, sequías que destruyen cultivos en Centroamérica o patrones erráticos de lluvias que afectan los medios de vida de las comunidades indígenas que viven en las laderas andinas, los desafíos relacionados con el clima en América Latina y el Caribe son tan diversos como los paisajes de la región. Y el cambio climático los está empeorando con temperaturas más altas, un aumento del nivel del mar y fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes e intensos.

En el Corredor Seco de Centroamérica, las sequías prolongadas y las lluvias irregulares están afectando gravemente la agricultura de subsistencia. Foto: WFP/Rocío Franco

Pero no todo tiene que ser malas noticias. “La región de América Latina y el Caribe ofrece oportunidades emocionantes para probar y ampliar las soluciones a una amplia variedad de problemas relacionados con el clima”, asegura Kathryn Milliken, Asesora de Cambio Climático del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés). “Esta región puede convertirse en un laboratorio de la nueva forma como WFP y sus socios trabajan ya que muchos de sus países tienen una renta media y una mejor capacidad público-privada en comparación con la mayoría de los países en donde trabajamos”.

Una nueva forma es promover la integración de los elementos de financiación del riesgo climático en los sistemas de protección social de los gobiernos. Las herramientas de financiación del riesgo climático son fundamentales para garantizar (mediante información meteorológica confiable) que cuando un evento climático se pronostica o se desencadena, las personas puedan recibir apoyo ya sea para prepararse o recuperarse del evento.

El huracán Dorian mostró cómo el cambio climático está aumentando la amenaza para las vidas y los medios de subsistencia de las personas. Foto: WFP/Elio Rujano

“Los eventos recientes en el Caribe, incluido el huracán Dorian de categoría 5 que se mantuvo sobre partes de las Bahamas durante dos días, han demostrado cómo el cambio climático está aumentando las amenazas a las vidas y medios de subsistencia de los más pobres y vulnerables”, indica Milliken. “Hacer que los programas nacionales de protección social se vuelvan más flexibles y sean parte del mecanismo de respuesta a una emergencia, ayudaría a llegar a más afectados más rápidamente, reduciría el impacto de un desastre y protegería los logros alcanzados en materia de desarrollo”.

La estrategia del WFP para lograrlo incluye abogar entre los gobiernos de los pequeños estados insulares del Caribe para que adopten una combinación de herramientas de financiamiento de riesgos que se adapten a la frecuencia y magnitud de los desastres relacionados con el clima. También incluye probar cómo ciertas herramientas de financiamiento de riesgos pueden ser vinculadas con los esquemas nacionales de protección social de manera que se pueda proveer fondos rápidamente a las personas vulnerables en caso de desastre.

En otras partes de la región, la adaptación es el nombre del juego. En Ecuador, las temperaturas promedio más altas, los patrones de lluvia cambiantes, el derretimiento de los glaciares, la desertificación, y los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes están extenuando las actividades de subsistencia, como la agricultura, la ganadería, la silvicultura y la pesca. Trabajando con comunidades y autoridades a nivel nacional y local, WFP ha identificado áreas clave para fortalecer la resiliencia y adaptarse a un clima cambiante. Por ejemplo, una campaña de concientización radiofónica sobre el cambio climático y sus riesgos ha llegado a más de 19.000 personas. Los proyectos comunitarios han mejorado el acceso de las personas al agua potable y de riego, a semillas resistentes a la sequía y a prácticas agrícolas climáticamente inteligentes. Una adición única es la capacitación y concientización de estas comunidades sobre temas de género para promover espacios de respeto y equidad.

La combinación de prácticas locales tradicionales y el conocimiento científico pueden ayudar a las comunidades a adaptarse al clima cambiante. En la foto: producción de cacao en Colombia. Foto: CINU/Colombia

A ambos lados de la frontera entre Ecuador y Colombia, las comunidades indígenas y afrodescendientes luchan contra la degradación de la tierra, la erosión del suelo y los cambios en los patrones de lluvia. Un nuevo proyecto financiado por el Adaptation Fund — un fondo internacional que financia proyectos y programas para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los efectos nocivos del cambio climático — permite al WFP y sus socios combinar el conocimiento científico con las prácticas locales tradicionales para promover actividades de resiliencia al clima — como el cultivo del cacao — lo que podría ayudarlos a generar ingresos y lograr la seguridad alimentaria.

En una región con un patrimonio ancestral extremadamente rico, el conocimiento indígena también puede complementar las tecnologías modernas en la producción de pronósticos meteorológicos confiables y oportunos, de los cuales dependen tanto las actividades de adaptación como las de seguro contra riesgos. Este ha sido el caso en Bolivia, en donde la capacidad tradicional de leer las señas naturales, o bioindicadores, se ha incorporado al sistema nacional de alerta temprana.

“Ya no llueve, cada vez hace más calor, el campo se seca y luego no podemos sembrar, todo se seca”, dijo el agricultor salvadoreño José Cirilo Mendoza. Foto: WFP/Elio Rujano

Cuando las cosas son particularmente malas, las medidas de adaptación se pueden combinar con asistencia. Luego de que la sequía prolongada destruyera los cultivos básicos de maíz y frijol en el Corredor Seco de Centroamérica — principalmente en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua — y dejara a 1,4 millones personas en necesidad de asistencia alimentaria, WFP proporcionó transferencias de efectivo a las familias para ayudarlos hasta la próxima cosecha. “El Corredor Seco se caracteriza por una variabilidad climática extrema y una alta desigualdad económica. En los últimos años, la migración ha pasado de ser un fenómeno estacional a uno permanente”, explica Milliken. “A través de nuestro apoyo, que incluye capacitaciones sobre cómo diversificar los cultivos y los medios de vida, estamos ayudando a las personas a adaptarse a un entorno cambiante y quedarse en sus tierras”.

Al mirar hacia el futuro, Milliken concluye: “La emergencia climática está aquí, y las personas vulnerables en América Latina y el Caribe se llevando la peor parte del cambio climático. WFP está abordando la urgencia del tema en esta región, encontrando soluciones que apoyen a las poblaciones a la escala necesaria. Se trata de un esfuerzo conjunto, de alianzas importantes con los gobiernos, el sector privado, investigadores y la sociedad civil. Juntos esperamos sistematizar estas experiencias para que beneficien a más personas y sirvan de modelo para otros países y regiones”.

Lea más sobre el trabajo de WFP y la acción climática

--

--