Juventudes rurales a la cabeza de las brigadas de salud y nutrición

Equipos de jóvenes profesionales aportan a la causa en Guatemala

--

El apoyo de diferentes agencias de Naciones Unidas ha sido fundamental para el desarrollo de las brigadas de salud y nutrición. PNUD, UNICEF y WFP han apoyado este proceso. Foto: WFP/Carlos Alonzo

Ricardo nos espera a las 8 en punto de la mañana a las afueras de una cafetería del municipio de Malacatán en San Marcos. Junto a su equipo están preparados para iniciar la jornada como brigadistas de salud y nutrición del área. Los equipos llevan dos meses en la búsqueda activa de casos de desnutrición aguda. Mientras el municipio apenas despierta, ellos terminan de planificar su día laboral.

La COVID-19 cambió el contexto de este tipo de intervenciones en donde las medidas de bioseguridad prevalecen para la protección de las personas beneficiarias y el personal de campo. Foto: WFP/Carlos Alonzo

Comenzamos a adentrarnos a las comunidades de Malacatán. Llegamos al centro de salud donde conocemos al resto de brigadistas y nos separamos por equipos para iniciar el rastreo. Cada brigada está conformada por una persona profesional de la nutrición, dos enfermeras o enfermeros y una persona encargada del vehículo. Cada equipo tiene a su cargo un sector a visitar y caminan durante horas en cada calle de la comunidad, tocando puerta por puerta para indagar en la cantidad de niñas y niños que viven en los hogares.

Glendy, nutricionista de una de las brigadas, evalúa a una de las niñas identificada en los hogares de Malacatán, San Marcos. Foto: WFP/Carlos Alonzo
Los índices de inseguridad alimentaría eran críticos a inicios de 2020. Se estima que las cifras se duplicaron en las áreas rurales por el impacto de la COVID-19. Foto: WFP/Carlos Alonzo

El contexto altera la fórmula

No todo es tan simple como parece: a nivel nacional se reporta un incremento inusual en los casos de desaparición de niñas, niños y adolescentes, en especial adolescentes mujeres. El impacto mediático de este fenómeno fue tal, que las brigadas se enfrentaban a grupos completos de vecinos que hacían muchas más preguntas para verificar su identidad, que las que los equipos realizan para verificar la presencia de infantes en los hogares.

“Últimamente ha sido difícil, la gente tiene miedo”, explica Glendy, jefa de una de las brigadas de Malacatán. En ocasiones, es necesario el acompañamiento de las autoridades locales para que permitan al personal de las brigadas ingresar a los hogares planificados.

Ricardo, nutricionista de una de las brigadas, brinda material didáctico con consejos de alimentación a una de las madres beneficiarias. Foto: WFP/Carlos Alonzo

El proceso es metódico y, hasta cierto punto, coreográfico. La fórmula se repite en cada hogar, pero el ritmo cambia con cada familia. Tocar la puerta. Saludar. Presentarse/identificarse. Preguntar si hay niñas y niños de 0 a 10 años. Verificar carnés de salud. Realizar evaluación. Dar suplementos vitamínicos. Anotar datos. Despedida. Son cinco o seis horas de trabajo bajo el sol o la lluvia.

Las brigadas de salud y nutrición brindan un kit de vitaminas para apoyar al crecimiento y nutrición de las niñas y niños de los hogares visitados. Foto: WFP/Carlos Alonzo

Energía

La jornada termina a las 15:00 horas, después de realizar la evaluación por el área delimitada. Con hambre y sed, pero inmutables y entre sonrisas, los equipos se reúnen brevemente para un resumen sobre los pormenores de la jornada. Diariamente, cada brigada realiza una evaluación de 20 a 35 niñas y niños, por lo que se pueden evaluar hasta 250 casos en un día de trabajo.

En los casos detectados de desnutrición aguda, las brigadas brindan vitaminas y un seguimiento individual hasta que las niñas y niños salgan de la zona de riesgo. Foto: WFP/Carlos Alonzo

Después de una fotografía grupal, se despiden. El cansancio comienza a verse en sus ojos, pero saben que el trabajo debe continuar. “Falta mucho trabajo por hacer por nuestros niños. Esperamos este tipo de apoyos puedan continuar”, afirma Ricardo.

Entre bromas, indicaciones rápidas y tareas pendientes, cada uno se dirige a su residencia. Un pequeño respiro para continuar al día siguiente con la evaluación de más niñas y niños.

Los equipos de las brigadas de salud y nutrición están conformados por jóvenes profesionales entre 20 y 30 años. Foto: WFP/Carlos Alonzo

De un plan piloto a un plan nacional

En el 2019, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) y otras agencias de las Naciones Unidas realizaron un plan piloto con brigadas de salud y nutrición. Sin embargo, con el surgimiento de la estrategia nacional denominada Gran Cruzada Nacional por la Nutrición elaborada por el gobierno de Guatemala en colaboración con diferentes sectores, se priorizó realizar este barrido nutricional a nivel nacional.

La estrategia está a cargo de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y nutricional (SESAN) con el apoyo de las áreas de salud locales del Ministerio de Salud y Asistencia Social (MSPAS).

WFP en Guatemala abarcó determinadas áreas de acción en los departamentos que presentaban más altos índices de inseguridad alimentaria (Quetzaltenango, Sololá, Retalhuleu y San Marcos). San Marcos, que para inicios de 2020 indicaba que el 47% de su población se encontraba en inseguridad alimentaria, fue uno de los departamentos priorizados. Para la detección de casos, ocho equipos trabajaron en esa región del país.

Las brigadas de salud y nutrición, que comenzaron su labor en julio pasado, concluyeron las visitas puerta a puerta en diciembre de 2020. En adelante, los resultados e información recolectada por las brigadas serán el punto de partida para tomar acciones en el marco de la Gran Cruzada Nacional.

Conozca más sobre el trabajo del Programa Mundial de Alimentos frente a la COVID-19. Oprima aquí.

--

--

L. Alejandro Arriola
Historias del Programa Mundial de Alimentos

Comunicador y guionista. A veces me disfrazo de poeta, algunas otras de creador audiovisual y de vez en cuando de activista...