La pandemia deja a la juventud de Guatemala sin empleo, educación y alimentos

Las transferencias de efectivo traen alivio a las familias de 100 jóvenes que participan de un programa de reinserción social.

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*Los nombres de las y los adolescentes han sido modificados por seguridad.

Nadie escapa de los efectos del coronavirus en Guatemala, ni siquiera sus jóvenes. Además de enfrentar la pandemia, la crisis generada por la COVID-19 ha dejado a la juventud guatemalteca sin oportunidades de una educación en el corto y mediano plazo o sin empleos que les permitan llevar ingresos a sus familias.

La situación es aún más difícil para jóvenes que forman parte de un programa de reinserción social y viven en la pobreza y la pobreza extrema en áreas consideradas como “zonas rojas” o en comunidades alejadas. Esas circunstancias los convierten en una población vulnerable con menos oportunidades de desarrollo en esta pandemia.

En Guatemala, ese es el perfil de 100 jóvenes, de entre 13 y 23 años, que están recibiendo dos transferencias de efectivo de unos US$75 cada una. Estas transferencias las realiza el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) como parte de un convenio firmado con la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia (SBS). Se trata de adolescentes que transgredieron la ley y que actualmente se encuentran con medidas socioeducativas o en período de post sanción.

Sus fotos con los alimentos fue toda una satisfacción

Para Ruth Guevara, trabajadora social de la SBS en el departamento de Guatemala, fue satisfactorio apoyarles porque facilita su reinserción y la resocialización: “El apoyo fue importante porque trabajamos en beneficio de los adolescentes. Sabemos que estamos apoyando a que no delincan otra vez; sabemos que a veces lo hacen por falta de recursos económicos, para tener ingresos. Todos respondieron y siguieron las instrucciones. Ver sus fotos con los alimentos fue una satisfacción bonita porque nosotras también aprendimos de ellos en el proceso”.

Isabel Rocío, de 17 años, no pudo iniciar su nuevo trabajo debido a la pandemia. En estas fotos, Isabel Rocío muestra los alimentos que compró para su familia. Foto: Cortesía/SBS Guatemala

Una de las jóvenes afectadas por la pandemia es Isabel Rocío, de 17 años, quien vive con su mamá, su hermana, su abuelo, sobrinos y tíos en San Miguel Petapa, un municipio ubicado en las afueras de la ciudad de Guatemala. “Yo había conseguido un trabajo para ayudar a mi mamá, pero cuando empezó todo ya no me llamaron. Mi abuelo salía a vender y ya no pudo salir tampoco. Ahora estoy en mi casa y ayudo a mi mamá en los oficios”, dijo Isabel Rocío.

“Fue una gran ayuda; pudimos comprar comida y el gas para cocinar”: Isabel Rocío, 17 años.

Cuando recibió la noticia de que iba a recibir el dinero en efectivo, sintió un gran alivio. “Había muchas cosas que no teníamos y tampoco dinero para comprar”, afirmó Isabel Rocío. “Fue una gran ayuda; pudimos comprar comida y el gas para cocinar”, agregó. Ella compartió fotos de los alimentos que compró con las trabajadoras sociales de la SBS.

La pandemia dejó a Gabriel sin jornal ni educación

En el caso de los menores de edad que recibieron transferencias de efectivo, casi ninguno trabajaba, pero estaban incorporándose al sistema educativo, dijo la trabajadora social Guevara. En el caso de los mayores, algunos trabajaban como ayudantes de albañil, asistentes de panadería, jornaleros en fincas, recolectores de fruta o en la carga y descarga de camiones.

“El dinero, gracias a Dios, nos cayó bien porque compramos cosas para la casa y comida”, Gabriel, 19 años.

Eso sucedió a Gabriel, de 19 años, quien vive en el caserío Nuevo San Carlos, Colomba Costa Cuca, Quetzaltenango, a cinco horas de la ciudad capital. Gabriel vive con su mamá y sus cinco hermanos, cuatro de ellos menores de edad.

Gabriel limpiaba terrenos o trabajaba como jornalero, pero ya no consigue trabajos. Incluso estaba participando de un programa de alfabetización para completar su educación primaria, pero la pandemia interrumpió todo. “Es difícil buscar trabajo”, dijo Gabriel. “El dinero, gracias a Dios, nos cayó bien porque compramos cosas para la casa y comida”.

Gabriel, de 19 años, perdió su trabajo como jornalero y, debido a la pandemia, no ha podido continuar con el proceso de alfabetización al que asistía. Foto: Cortesía/SBS Guatemala

Las madres también tuvieron su proceso de aprendizaje

La primera entrega de efectivo en junio permitió que Isabel Rocío, Gabriel y más jóvenes como ellos pudieran afrontar la crisis, el confinamiento y facilitar su proceso de integración a la vida familiar.

Herlinda Gálvez Villatoro, trabajadora social de la Dirección de Medidas Socioeducativas de la SBS en Coatepeque, cuenta emocionada que el proceso incluyó el acompañamiento para garantizar que las y los jóvenes tuvieran sus documentos preparados antes de llegar al banco para recibir la transferencia.

No todos tenían acceso a internet por falta de dinero y fue necesario que usaran teléfonos prestados para enviar la papelería. Gálvez agrega que las mamás de las y los jóvenes también aprendieron del proceso porque en algunos casos eran ellas quienes tenían el celular y aprendieron a usar WhatsApp para poder comunicarse y enviar los documentos.

La mesa llena: la transferencia de efectivo permitió a los jóvenes comprar alimentos para apoyar a sus familias. Foto: Cortesía/SBS Guatemala

“Ha sido una alegría ser parte de este proceso porque son jóvenes que viven en extrema pobreza, en casas con paredes de lámina y piso de tierra”, manifestó Gálvez, quien acompaña a 44 jóvenes de comunidades rurales de los departamentos de San Marcos, Quetzaltenango y Retalhuleu, ubicados al Sur Occidente del país.

“Esta ayuda es un aliento para sus familias porque les permitió tener alimentos diarios”, concluyó la trabajadora social de la SBS.

Para conocer más sobre el trabajo del WFP en la pandemia de la COVID-19, oprima aquí.

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