La seguridad alimentaria es un componente esencial de la paz
Artículo de opinión con motivo de la entrega del Premio Nobel de la Paz 2020 al WFP este 10 de diciembre.
Por Miguel Barreto*
El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas recibió hoy el Premio Nobel de la Paz 2020.
El Premio Nobel nos recuerda a todos que la seguridad alimentaria es esencial para eliminar los flagelos que afectan el desarrollo de las personas y de las comunidades. En 60 años de existencia, el Programa Mundial de Alimentos ha salvado y cambiado millones de vidas humanas. Pero subsisten cuatro impulsores, particularmente en nuestra región, que nos impiden seguir avanzando: la violencia, la migración, el cambio climático y la inequidad social.
No son sociedades en paz las que viven bajo los efectos de la criminalidad, el narcotráfico, las pandillas, y el desorden social. Estaremos lejos de ella mientras la violencia robe los sueños y oportunidades de los jóvenes estancados en la pobreza.
No podemos pensar que la ausencia de guerra en la región es sinónimo de paz para los millones de migrantes que día a día enfrentan la incertidumbre del desempleo, de la falta de alimentos, del desarraigo o la falta de servicios básicos para sus familias. Especialmente en América del Sur estamos presenciando la crisis migratoria más grande de la historia del continente, y la segunda en el mundo después de Siria.
Mientras el cambio climático y la distribución de recursos naturales sigan potenciando las desigualdades, la violencia incrementará. La pérdida de cultivos, medios de vida y el retroceso del desarrollo socava las economías y los progresos para la paz. La adaptación y la prevención son claves para evitarlo.
La inequidad social promueve un ingreso limitado e impide también el acceso a alimentos inocuos y nutritivos. Por lo cual es fundamental el aumento del gasto social a fin de cubrir estas brechas como es indispensable generar oportunidades de acceso al mercado, nutrición, educación y salud.
Este año, los múltiples efectos de la COVID-19 se suman a la ya compleja situación. El número de personas en inseguridad alimentaria severa se ha triplicado en nuestra región. Y paradójicamente el sobrepeso y la obesidad son una carga social y económica muy alta para la sociedad. Es pues importante que la seguridad alimentaria y nutricional sea un tema prioritario en la agenda pública nacional y regional porque es un componente esencial del desarrollo y de la paz.
Y en ese camino hacia la paz, el Programa Mundial de Alimentos seguirá enfocándose en seguir trabajando de cerca con poblaciones vulnerables: mujeres, niñas y niños, poblaciones indígenas, agricultores, migrantes, desplazados, personas afectadas por VIH/SIDA, entre otros, invirtiendo en la prevención y en construir alianzas con distintos actores e instituciones, principalmente los gobiernos. Porque la responsabilidad es conjunta y empieza desde el núcleo familiar.
El Premio Nobel de la Paz lo compartimos con las personas y comunidades a las que servimos, los gobiernos que nos apoyan, las organizaciones de la sociedad civil con las que trabajamos en el terreno, las agencias de las Naciones Unidas, nuestros donantes y con todos aquellos que creen y luchan por una región con seguridad alimentaria y nutricional. Todos tenemos un rol que cumplir.
Como ha dicho el Comité Nobel, el mundo de hoy corre el peligro de sufrir una crisis de hambre de proporciones inconcebibles. El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas está listo y comprometido para seguir trabajando por el verdadero premio: un mundo con hambre cero.
*El autor es Director Regional del WFP para América Latina y el Caribe.