La sequía en Centroamérica: superando los efectos del enemigo silencioso
Cuatro años de sequía y la aparición del fenómeno de El Niño en Centroamérica han afectado la producción de alimentos y los ingresos de los pequeños productores, un sector vulnerable a la pobreza.
La desforestación, la erosión y las prácticas agrícolas inadecuadas han resultado en la desmejora de la seguridad alimentaria. Los afectados han recurrido a mecanismos de supervivencia, como la venta de sus herramientas, animales y de sus tierras. La falta de ingresos ha empujado a miles de ellos a la migración dentro y fuera de sus países.
La temporada de cultivo entre los meses de mayo y agosto es la época más difícil del año para las comunidades rurales: familias enteras tienen pocas posibilidades de recolectar y comprar alimentos suficientes para sus hogares y para vender en mercados locales.
El Programa Mundial de Alimentos colabora con los gobiernos y la Unión Europea para llegar a la mayor cantidad de personas afectadas por la sequía prolongada en el Corredor Seco centroamericano. El objetivo es aumentar la producción agrícola de los hogares, diversificar las fuentes de ingreso, enseñar nuevas técnicas de producción, y garantizar a las familias el acceso a las redes de protección social.
‘Me gusta participar de los proyectos’
Dexi Marina Claro, madre soltera de 48 años, es de la comunidad de Mázala en El Salvador. Asume el reto de fortalecer su seguridad alimentaria y la de los que ama a través de su participación del proyecto Respuesta al Fenómeno de “El Niño” en el Corredor Seco de Centroamérica, con apoyo financiero de la Unión Europea.
“Me gusta participar en los proyectos y aprender algo nuevo y busco la manera de ayudar a la comunidad”, menciona Dexi, quien participa activamente en el proyecto desde febrero de 2017. En su parcela tiene árboles frutales y forestales, obras de conservación de suelo y agua y sistema de riego con cultivo de hortalizas.
Esta iniciativa le ha permitido conocer e aprender técnicas nuevas de personas dentro y fuera de su comunidad, hombres y mujeres comprometidos con el desarrollo de sus tierras. “Me ha gustado organizar a la gente para el trabajo en equipo y hasta compartimos la comida en los trabajos”, comentó.
Dexi asumió el reto de crear un vivero comunal y una planta comunitaria de compostaje. En su lista de proyectos está liderar la construcción de un reservorio para almacenar agua que servirá para irrigar los cultivos.
‘Tengo frutas y verduras que antes no comíamos’
Dora Esperanza Ramos y su esposo tienen 3 hijos y viven en la comunidad El Jute, Guatemala. Forman parte del grupo de familias que participan de las diferentes actividades del proyecto.
En su hogar tiene cerca de 20 gallinas y patos que mantiene seguros gracias a los gallineros y el plan de vacunación avícola. Su huerto fue equipado con un sistema de riego que ha permitido el sembradío exitoso de árboles frutales como aguacate, chico, zapote, guayaba y mango. El abono orgánico que produce con una abonera que construyó le sirve para fertilizar su tierra.
“Me siento muy agradecida porque nuestra nutrición ha mejorado. Tenemos acceso a frutas y verduras que antes no comíamos porque era muy caro o no encontrábamos en la comunidad. Bajar al mercado de Huité para nosotros es muy caro y toma mucho tiempo”, comenta.
Lo más valioso para ella es lo mucho que ha crecido a nivel personal, ya que se volvió parte del comité de la Coordinadora Local para la Reducción de Desastres (COLRED) y la Comisión Comunitaria de Seguridad Alimentaria y Nutricional (COCOSAN).
“Estoy muy contenta de formar parte de estos grupos porque puedo contribuir al desarrollo de mi comunidad y también porque esto me ha ayudado a no sentirme tímida o menos capaz por ser mujer”, dijo Dora.
Redacción conjunta: Deyra Caballero, Haydee Paguaga & Irina Ruano