“Me enorguellece mi trabajo”, Adolfo Reyes
En ocasión del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria
¿Quién es Adolfo Reyes?
“Desde hace 9 años trabajo para el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP) en la oficina de Bilwi, en la Costa Caribe Norte de Nicaragua. Antes de venir a la organización, me dediqué a trabajar en la mercadotecnia. Tengo 53 años y mi familia la integran 5 personas, mi esposa Karla Vanesa, tres niños y yo.
¿Cómo o por qué empiezas a trabajar en WFP?
Llegué al WFP después del paso del huracán Félix (2008). Yo administraba un proyecto de construcción de 145 casas en una comunidad rural llamada Betania. Este proyecto pertenecía al Ministerio Verbo, que es un socio estratégico del WFP en esta zona. Al concluir el proyecto conocí que había una plaza en WFP de Asistente Logístico, apliqué y clasifiqué.
Después asumí el área de Finanzas y Administración. También fui Monitor de Campo y ahora soy el Jefe de la Oficina.
¿Qué haces en tu trabajo diario en WFP?
Desde la Oficina de Bilwi cubrimos una extensión territorial de 21 mil kilómetros cuadrados que corresponden a 3 municipios: Puerto Cabezas, Waspán y Prinzapolka. En esta zona se desarrolla el Programa de Alimentación Escolar, con el Ministerio de Educación, que tiene una cobertura de 45 mil niños y niñas.
Mi trabajo consiste en visitar los centros escolares donde se implementa la merienda escolar para acompañar a los Comités de Alimentación Escolar (integrados por madres y padres de familia) y a los maestros sobre el funcionamiento del programa. También verificamos si se están cumpliendo los objetivos.
También participo en las reuniones y en los planes de prevención de emergencias que organiza el Gobierno Regional porque esta es una zona de inundaciones recurrentes debido a las lluvias.
Como jefe de Oficina también tengo que ejecutar presupuesto, supervisar las actividades administrativas y elaborar informes para la oficina central ubicada en Managua, la capital del país.
El Caribe Norte es una zona muy amplia. Las distancias son grandes. No hay carreteras y como llueve mucho se producen “pegaderos” por el lodo. Los ríos crecen y producen inundaciones, y bloquean los caminos. Esta zona está habitada por comunidades indígenas, principalmente de la etnia Miskita. Tambén hay mestizos y afrodescendientes.
¿Cuál ha sido el momento más difícil en WFP?
Cada momento en que ocurre una emergencia es un momento difícil para mí, porque uno se siente impotente por el impacto que tienen sobre la población. Cada vez que vamos a atender a las personas y vemos que perdieron sus casas y todo lo que tenían, y vemos el desastre que aconteció y lo que están pasando, después es algo que no se borra de la mente. Es duro ver tanta necesidad y tantos rostros decaídos.
¿Cuál ha sido el momento en que te has sentido más orgulloso trabajando para WFP?
La verdad es que me siento honrado cuando las autoridades del Ministerio de Educación o del Gobierno Regional están reunidos y me llaman a cualquier hora para hacerme alguna consulta sobre el Programa de Merienda Escolar para informarse de algo que ellos no están muy claros. También me siento orgulloso cuando puedo colaborar con alguna persona, porque es convertirse en la voz de los que no tienen voz.
¿Cómo se siente tu familia, comunidad acerca de tu trabajo en WFP?
Mi familia se enorgullece de mi trabajo. Cuando yo regreso de las comunidades me piden que les cuente cómo me fue. Mi hijo Adolfo Ernesto, que tiene 13 años dice que él será el próximo jefe de la Oficina de Bilwi cuando él ya esté grande y yo ya no esté. Todos se sienten identificados con el WFP.
¿Qué te inspira o motiva para continuar trabajando en WFP?
Me inspira el rostro humano que tiene cada una de las acciones del WFP. Y en la sonrisa de las personas cuando llegamos a las comunidades. Definitivamente esas sonrisas compensan cada esfuerzo del trabajo realizado.
¿Tienes alguna anécdota que quisiera compartir?
Siempre recuerdo lo que me sucedió en la comunidad Sawa, ubicada a unos 180 kilómetros de Bilwi, en el municipio de Waspam. Es una comunidad ubicada a orillas del río Coco. Las primeras dos veces que visité esa comunidad, una señora de unos 70 años a quien todos le dicen “la abuela” pidió que me hospedaran en su casa. Estas comunidades son bien alejadas e inaccesibles. No hay hospedajes para pasar la noche. Generalmente son los comunitarios los que te ofrecen albergue.
“Usted se queda aquí en mi casa”, me dijo en el poco español que ella habla, pues es Miskita.
La tercera vez que llegué a opté por pasar la noche en el local de un proyecto local para no volver a incomodar a la “abuela” en su casa. Mi sorpresa fue que cuando se dio cuenta que el WFP estaba en la comunidad fue con sus nietos hasta el sitio donde yo estaba pasando la noche. Llegó y dijo: “¿dónde está el señor del WFP porque vengo a traerlo para llevarlo a mi casa”. Eran como las 7:00 p.m. y a esa hora tuve que trasladarme a su casa porque no se iba a ir sino hasta que yo me fuera con ella.
Esta anécdota siempre la recuerdo con cariño.