“Mi lugar es el campo, sembrando y cosechando para alimentar al mundo”

A dos años de haber vivido uno de los terremotos de mayor magnitud, el Ecuador sigue de pie y los ecuatorianos ponen su mejor sonrisa al futuro

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Para muchos, el 16 de abril no tiene un significado específico, no es una fecha cívica o un día de celebración internacional. En Ecuador, esa fecha marca un antes y un después en la historia de más de 600 familias que perdieron a sus seres queridos y para otras miles cuyas casas se derrumbaron tras un devastador terremoto.

Santiago trabajando a orillas del río en donde semanas atrás plantó junto a su asociación varios árboles que promueven la producción de agua. Foto: WFP/Susana Rincones

En este proceso de recuperación tras el terremoto, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP) contribuyó con su granito de arena y desde el 2016 entró a Esmeraldas para fortalecer los almuerzos escolares en las zonas con mayor afectación, entregando a los niños una razón adicional para continuar asistiendo a clases.

A través de la alimentación escolar, WFP vinculó las asociaciones de pequeños agricultores locales con el objetivo de fortalecer la economía local y generar nuevos espacios de comercio justo para las familias afectadas. Así fue como conocimos a Santiago Cheme, un agricultor aguerrido de la comunidad Palma Real de Buena Vista, quien se puso de pie y es ahora un socio estratégico en esta iniciativa que WFP complementa en Muisne.

“Aún recuerdo ese día, el 16 de abril, fue un momento muy complicado para mí y mi familia porque mi esposa estaba embarazada de nuestro último bebé y por un momento pensamos que lo íbamos a perder. Afortunadamente, lo único que se llevó el terremoto fue nuestra casa, que se desplomó completamente, pero mi familia está sana y salva”, comenta Santiago.

“Afortunadamente, lo único que se llevó el terremoto fue nuestra casa, que se desplomó completamente, pero mi familia está sana y salva”

Santiago, además de ser el orgulloso padre de los pequeños Cecibel y Jasón, es presidente de su comunidad y de la Asociación de Pequeños Productores (APAAR). Él decidió no rendirse, y junto a los 84 socios de APAAR, construyeron un centro de acopio para el procesamiento de sus productos (coco, maracuyá, limón, naranja, arazá, borojó), permitiéndoles así incrementar sus ventas y acceder a nuevos mercados.

Desde el 2016, Santiago y 84 agricultores entregan productos frescos y nutritivos a 12 escuelas que acogen a más de 1.700 niñas y niños, “pienso que WFP llegó a Muisne como una bendición del cielo, porque muchos niños abandonaban la escuela al tener que viajar por más de dos horas a pie o en caballo. Pero como ahora WFP les da el almuerzo escolar, los niños no quieren perderse ninguna clase, sus padres están motivados y no se diga los productores quienes ahora tenemos la oportunidad de vender nuestros productos aquí mismo en la zona y a un precio justo”, afirma Santiago con una sonrisa esperanzadora en su rostro.

Niñas y niños disfrutando de la hora de recreo después de la alimentación escolar. Foto: WFP/Alejandra León

La comunidad Palma Real de Buen Vivir es un ejemplo de tenacidad, en donde inclusive se han adaptado al cambio climático a través de mingas comunitarias, “ahora en la comunidad tratamos de cuidar más el agua, porque en el verano los esteros y los pozos se secan, haciendo más difícil la producción, sobre todo de las verduras. Todos cuidamos y limpiamos los ríos y reforestamos con arbolitos nativos de estas zonas”.

Santiago, un líder innato oriundo de Muisne, reafirma su amor por el campo: “Creo que mi lugar está aquí en el campo, en la tierra, sembrando y cosechando para alimentar al mundo. No me veo trabajando en otra cosa”.

Hoy en día, Muisne y su gente le sonríen al mañana y construyen un futuro mejor para su comunidad.

Conoce más sobre el trabajo del Programa Mundial de Alimentos con los pequeños agricultores en otras partes del mundo.

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