“Somos una gran cadena de hermosa solidaridad humana”
Funcionarios del WFP en Nicaragua rememoran el día en que se anunció el Premio Nóbel de la Paz 2020
“Me emocioné tanto que se me salieron las lágrimas”, me dijo Lorena Camacho el 9 de octubre, el día que el Comité Noruego anunció que el al Programa Mundial de Alimentos (WFP) había sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2020.
Mientras que en Europa recibían la noticia en pleno día, los nicaragüenses apenas nos estábamos despertando. “Es un gran honor y una sorpresa que no esperábamos”, expresó Lorena, evocando sus 26 años y 9 meses de trabajo como asistente de los representantes en WFP.
Eran las 5:39 de la mañana cuando Hebert López, Representante Adjunto, escribió a través del grupo de WhatsApp de la oficina: “WFP ha obtenido el Premio Nóbel de la Paz 2020”.
Poco a poco, a medida que despertábamos, fuimos saltando de la camas de alegría.
“Me asusté cuando escuché que llegaba un mensaje a esa hora. Primero me preocupé, pero cuando leí el mensaje me invadió una sensación de alegría y se me ‘enfrío’ el corazón. Porque WFP somos cada uno de nosotros aportando un granito de arena a lo largo de los años y todos esos granitos de arena formaron una montaña que no pudo ser invisible ante el mundo”, dijo emocionada Erby Franklin, asistente administrativa durante siete años en la sub-oficina de Bilwi, en el Caribe Norte.
Resultado del trabajo en colaboración
Y es que la noticia nos sorprendió a todos. Ninguno de los 76 miembros del personal de WFP en Nicaragua sabía o tenía la remota idea de que nuestra organización había sido nominada para recibir tan gran honrosa distinción.
“Siempre da lo mejor de ti y lo mejor vendrá”, fue lo que cruzó por la cabeza y el corazón de Dorian Briones, técnico de campo de la sub-oficina de Jinotega, del norte del país, al enterarse de la noticia. “Este es el resultado de nuestro arduo trabajo, esfuerzo y dedicación”, señaló recordando sus tres años y ocho meses de trabajo con pequeños agricultores y agricultoras de granos básicos.
“El Nóbel de la Paz nos recarga las baterías”; “Esto nos llama a renovar nuestro compromiso con los principios humanitarios”; “Me siento tan orgulloso”; “Quedé estupefacta, me parecía mentira”; “Todavía estoy en shock”; “Qué orgullo el que siento”; “Es un honor”; “Lo más importante no somos nosotros, son las personas para quienes trabajamos”; “Mis padres me llamaron para felicitarme”; “Mi hijo me dijo: ‘Me siento tan orgulloso de que seas mi madre”. Estas fueron algunas de las frases que escuché durante todo el día. Pasados varios días, aún llorábamos y seguíamos en shock.
A las 8 de la mañana del 9 de octubre, sostuvimos la reunión virtual semanal de todo el personal, en la que dedicamos un minuto de silencio por los colegas que perdieron su vida alrededor del mundo cumpliendo su misión, incluyendo a quienes fallecieron debido a la COVID-19. El Premio Nóbel de la Paz es un reconocimiento al sacrificio más grande de un ser humano: entregar su vida por las demás personas.
Durante el resto del día recibimos mensajes por diversas plataformas, llamadas telefónicas y cartas de felicitaciones. Agradecimos a nuestros donantes, socios estratégicos, amigos, colegas, participantes en los programas, medios de comunicación y a toda Nicaragua por unirse a este gran reconocimiento al WFP.
“Somos parte de una gran cadena de hermosa solidaridad humana y recibir el Premio Nóbel de la Paz nos confirma que el trabajo en colaboración genera buenos resultados y nos permite avanzar hacia nuestra meta que es el Hambre Cero, un mundo sin hambre”, expresó nuestra Representante, Giorgia Testolín.
¡Misión cumplida, Mariella!
Comencé esta nota escribiendo sobre mi colega Lorena y quise terminarla con mi colega Mariella Barreto, Asociada Principal de Finanzas, quien también tiene más de 26 años de ser parte de la gran familia de WFP. Mariella está a pocos días de pasar a retiro.
“Siento un gran orgullo y profunda emoción de ser funcionaria del WFP, por sus esfuerzos en combatir el hambre y mejorar las condiciones de paz en zonas de guerra. Esta es una gran oportunidad para aumentar el prestigio de WFP, para llamar la atención de la comunidad donante y multiplicar la ayuda a las personas más vulnerables del mundo”, me escribió.
Hasta luego, Mariella: ¡Misión cumplida! No importan las distancias, el tiempo o las dificultades. Siempre seguiremos formando una gran familia. Somos WFP: ¡una grandiosa cadena de solidaridad humana!